“Pero nosotros, hermanos, separados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, tanto más procuramos con mucho deseo ver vuestro rostro; por lo cual quisimos ir a vosotros” (1 Tes. 2:17).
Estas palabras de la pluma del apóstol Pablo a su amada iglesia en Tesalónica son un fiel reflejo del amor de Cristo para todos los creyentes de todas las iglesias. Sus palabras sientan bien en boca del Señor Jesús: “¿Cuál es nuestro gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros?” (2:19). El anhelo intenso de Pablo para estar con estos hermanos, para enseñarles y animarles y consolarles y fortalecer su fe, es una pequeña ilustración de cuánto el Señor Jesús anhela volver para estar con su iglesia. Mientras tanto, espera la hora del Padre. Él observa cómo vamos en medio de pruebas y tribulaciones. Envía siervos suyos para consolarnos y fortalecer nuestra fe, como lo hizo Pablo enviando a Timoteo: “Por lo cual, no pudiendo soportarlo más, acordamos quedarnos solos en Atenas, y enviarnos a Timoteo nuestro hermano, servidor de Dios… para confirmaros y exhortaros respecto a vuestra fe” (3:2). Nuestro Señor está aún más pendiente de nosotros de lo que estaba Pablo de los tesalonicenses. Somos su gozo y corona.
“Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano” (3:5). Hemos de salvar las distancias entre Pablo y El Señor Jesús, pero las verdades son las mismas. Cristo ha puesto su vida por nosotros. Si nos apartamos de él y perdemos la fe, su sacrificio en nuestro caso habría sido en vano (3:5). ¡El Señor Jesús no va a estar menos solícito que Pablo! Sabe cómo vamos espiritualmente; su alma está unida a la nuestra: “Ahora vivimos si vosotros estáis firmes en la fe” (3:8). Se goza “con muy grande gozo” de ver nuestra perseverancia en la fe.
El Señor desea con toda su alma volver a nosotros. Sus sentimientos se plasman en Pablo: “Mas el mismo Dios y Padre nuestro… dirija nuestro camino a vosotros” (3:11). Tenemos a Alguien en el Cielo observándonos, pendiente de nuestra fe, añorándonos, anhelando estar a nuestro lado. Pablo es un fiel reflejo del corazón de Jesús, “el Gran Pastor de las ovejas”, en su preocupación, interés, y ardiéndote deseo para la prosperidad espiritual de esta amada congregación y en su anhelo de volver a verles, para estar con ellos. Mientras tanto, el Señor ha enviado a su Espíritu para enseñarnos, animarnos, y consolarnos mientras esperamos su regreso.
Reiterando y haciéndolo aún más personal: ¿Cómo vas tú? ¿Qué te pasa? ¿Vas superando tus pruebas? El Señor se desvive por ti. Sabe cómo vas. Te envía el necesario socorro. Está pendiente de ti en todo momento, protegiéndote de pruebas demasiado fuertes para ti, enviándote amigos, pastores y maestros para que permanezcas fiel a pesar de todo lo que arroja Satanás en tu camino. Desea que estés lleno de amor para Él, anhelando verle, preparado para su venida, para que finalmente se produzca el felicísimo encuentro en que le recibamos con los brazos abiertos y el corazón lleno de amor para Él, y Él para nosotros, para poder derramar su amor infinito sobre nosotros ya en Persona para toda la eternidad.
Enviado por el Hno. Mario Caballero