“Aconteció… en el año cuarto, el quinto mes, que Hananías, profeta que era de Gabaón, me habló en la casa de Jehová delante de los sacerdotes y de todo el pueblo diciendo: Así habló Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo: Quebrantaré el yugo del rey de Babilonia” (Jer. 28:1, 2).
Dios había mandado a Jeremías a ponerse un yugo a la vista de reyes, sacerdotes y de todo el pueblo para ilustrar su mensaje: tenían que someterse al yugo del rey de Babilonia. Ahora el profeta Hananías se puso en el mismo lugar de templo en presencia de todo el pueblo y en nombre de Dios profetizó todo lo contrario. Anunció que Dios iba a romper el yugo de rey de Babilonia: “Dentro de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios de la casa de Jehová que Nabucodonosor rey de Babilonia tomó de este lugar para llevarlos a Babilonia. Y yo haré volver a este lugar a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los transportados de Judá…” (v. 3, 4).
¿Cómo le contestó Jeremías? Dijo que ojalá que fuese verdad, y añadió: “El profeta que profetiza de paz, cuando se cumpla la palabra del profeta, será conocido como el profeta que Jehová en verdad envió” (v. 9). Hananías respondió quitando el yugo del cuello de Jeremías y rompiéndolo. ¡Qué fuerte!
Poco después Jeremías recibió otro mensaje de parte de Dios: “Ve y habla a Hananías diciendo: Así ha dicho Jehová: Yugos de madera quebrantaste, mas en vez de ellos harás yugos de hierro… Yugo de hierro puse sobre el cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor rey de Babilonia, y han de servirle” (v. 13, 14). Incluía un mensaje personal para Hananías: “Ahora, oye, Hananías; Jehová no te envió, y tú has hecho confiar en mentira a este pueblo. Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí que yo te quito de sobre la faz de la tierra; morirás en este año, porque hablaste rebelión contra Jehová” (v.15, 16). Dos meses más tarde murió. Tuvo tiempo para arrepentirse, pero no lo hizo.
La conversación entre él y Jeremías había tomado lugar en privado, por lo tanto la gente no sabía que Jeremías había profetizado que moriría y cuando ocurrió Jeremías no fue vindicado. ¿Por qué no tuvo lugar en público? ¡Porque las profecías no se usan para pelearse! Porque si la gente quiere creer un mensaje falso, lo harán no importa lo que pasa al falso profeta. Porque habría parecido que Jeremías estaba buscando vengarse del otro profeta. Y, finalmente, porque el conflicto no fue entre Jeremías y Hananías, sino entre Hananías y Dios, y Dios defendió su propio nombre. Dios le quitó de la faz de la tierra para que no siguiese engañando a la gente. Los que tenían ojos para verlo, lo habrían visto.
Hace muchos años había una famosa “sanadora por la fe”, una especie de profetisa, que aparecía por televisión en ropaje vistoso. Miles veían su programa pasmados, hipnotizados bajo el poder de su encanto. Enseñaba que si no te sanabas, era porque no tenías fe. Esta mujer murió joven de un cáncer. Los que tenían ojos para ver podías ver. ¿Siempre ocurre así? No. Pero lo que dijo Jeremías siempre es cierto: “El profeta que profetiza de paz, cuando se cumpla la palabra del profeta, será conocido como el profeta que Jehová en verdad envió”.
Enviado por el Hno. Mario Caballero