viernes, 25 de agosto de 2017

Ovejas Esparcidas



“Anduvieron perdidas mis ovejas por todos los montes, y en todo collado alto;  en toda la faz de la tierra fueron esparcidas mis ovejas, y no hubo quien las buscase, ni quien preguntase por ellas” (Ez: 34:6).

            “Andan errantes por falta de pastor” (v. 5). Dios está consternado por las condición en que se encuentran sus ovejas y echa la culpa sobre los pastores. “Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo estoy contra los pastores; y demandaré mis ovejas de su mano, les haré dejar de apacentar las ovejas” (v. 10). Los pastores no han cumplido con su función: “No fortalecisteis a los débiles, no curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, ni volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia” (v. 4). No se han ocupado de ellas, y las ovejas han huido.

Por tanto, Dios dice que Él mismo será su Pastor, ¡y luego envía a Jesús! Estamos en el Antiguo Testamento. Los pastores de Israel eran los sacerdotes y  maestros de la Ley, pero ni conocían a Dios, ni le dieron a conocer. Por lo tanto Dios mismo vino a pastorearlos en forma del Señor Jesús: “Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día de nublado y oscuridad. Y yo las sacaré de los pueblos, y las juntaré de las tierras; las traeré a su propia tierra, y las apacentaré en los montes de Israel, por las riberas… En buenos pastos las apacentaré, y en los altos montes de Israel estará su aprisco; allí dormirán en buen redil, y en pastos suculentos serán apacentadas sobre los montes de Israel. Yo apacentaré mis ovejas, y yo les daré aprisco, dice Jehová el Señor” (Ez. 34:11-15).

Vino el Buen Pastor y sufrió por la condición de las ovejas. Tuvo compasión por las multitudes de Israel como ovejas sin pastor y puso su vida por ellas para salvarlas: “Yo soy el buen pastor y el buen pastor pone su vida por las ovejas” (Juan 10:11).

Ahora estamos en el siglo XXI, y ¿cómo están las ovejas? Muchos están igual que en los días de Ezequiel: errantes, perdidas, confundidas, dolidas y hambrientas. Muchas andan buscando iglesia, a alguien que les pastorea. Los motivos son variados: algunos quieren una iglesia más moderna y otros quieren una iglesia más fiel a las Escrituras. Necesitamos más pastores, pastores de corazón, que aman a las ovejas, que conocen bien las Escrituras y  que pueden enseñar con profundidad la Palabra de Dios, que pueden aconsejar, consolar, animar, liderar, confrontar, avisar, desafiar, disciplinar, corregir, descubrir dones y motivar, pastores que pueden comunicar con jóvenes, apoyar al que sufre, y buscar a los que han dejado de asistir, y trabajar en equipo para el bien de toda la iglesia. La capacidad de planear cultos y organizar reuniones es importante, pero lo es más la cura de las almas, según el modelo de Jesús, el Pastor de nuestras almas (1 Pedro. 2:25).

Elbuenpastor

Enviado por el Hno. Mario

jueves, 24 de agosto de 2017

La vasija rota

LA VASIJA ROTA

“Así dijo Jehová: Vé y compra una vasija de barro del alfarero y lleva contigo de los ancianos del pueblo, y de los ancianos de los sacerdotes; y saldrás al valle de hijo de Hinom, que está a la puerta oriental, y proclamarás allí las palabras que yo te hablaré” (Jer. 19:1, 2).

            Esta es la segunda vez que Jeremías tiene que ir a la casa del alfarero. La primera vez el Señor le dijo que fuese allí porque le iba a enseñar algo. El profetas acudió y vio como el alfarero trabajaba con una vasija que “se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla” (Jer. 18:4). Esto fue una parábola viviente que ilustraba gráficamente la obra de Dios, tanto en una vida como en una nación. Él puede rehacer vidas estropeadas. Puedes pensar que ya no hay solución para ti, que tu vida está fuera de todo remedio, pero Dios es tan hábil como este alfarero y puede convertir una vida arruinada en algo exquisita y hermosa. “Hay esperanza para Israel”, es lo que Dios estaba diciendo. Solo tiene que abandonar su pecado y acudir a Dios y Él les convertirá en una nación para su gloria. Pero Israel no quiso. Esto ya lo hemos visto. Además decidieron matar a Jeremías, su portavoz. Se confirmaron en sus malos caminos. Tomaron su decisión final

Vasijarota

Así que Dios le envió a Jeremías una segunda vez a la casa del alfarero, esta vez  para comprar una vasija ya hecha, e ir al valle del hijo de Hinom, el lugar donde los israelitas sacrificaban a sus hijos a Baal. Allí Jeremías tenía que dar el mensaje a su pueblo que mencionamos ayer, que debido a las atrocidades que estaban cometiendo Dios los iba a destruir: “Pondré a esta ciudad por espanto y burla; todo aquel que pasaré por ella se asombrara, y se burlara sobre toda su destrucción” (Jer. 19:8). Después de pronunciar terribles palabras de juicio Jeremías tuvo que quebrar la vasija delante de los ojos de los que le acompañaban, “y les dirás: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Así quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, como quien quiebra una vasija de barro, que no se puede restaurar más” (Jer. 19:11). Ya no había esperanza para Jerusalén. Entonces surge la pregunta clave: ¿Por qué pudo ser restaurado la vasija que se estropeó en manos del alfarero, pero no la otra? ¿Por qué Dios puede restaurar unas vidas, pero otras no? ¿No hay esperanza siempre?.

            La respuesta está en las vasijas. Una estaba blanda y la otra estaba dura. Hay personas blandas, abiertas, moldeables y otras que han endurecido sus corazones y rehúsan oír. Dios mismo lo explica: “Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí, yo traigo sobre esta ciudad y sobre todas sus villas todo el mal que hable contra ella; porque han endurecido su cerviz para no oír mis palabras (v. 15). ¡Qué tragedia! Han tomado su decisión: No van a dejar el pecado. No van a escuchar al profeta de Dios. Le van a matar. Así que ellos van a ser quebrantados como la vasija seca y duro que ya no puede ser restaurada.

            ¿Cuándo llega una persona a este estado de endurecimiento? Cuando Dios lo diga. Estas palabras de juicio irremediable fueron pronunciadas por el Señor mismo. Es el único que sabe cómo está el estado de un corazón. Ahora solo queda juicio para el pueblo que ha rechazado definitivamente a Dios.   

Enviado por el Hno. Mario