Leer Juan 14.25, 26
Si va a recibir instrucciones de alguien, quiere tener la certeza de que esa persona esté bien calificada, ¿verdad? Es interesante, entonces, que tantos creyentes descuiden al mejor maestro de la Biblia. Leemos libros religiosos, observamos a nuestros amigos y hacemos preguntas en la iglesia antes de decidir ponernos de rodillas y consultar a la Autoridad verdadera. Si bien esas fuentes pueden guiarnos en la dirección correcta, solo el Espíritu Santo revela la Palabra de Dios a nuestros corazones y mentes.
Pedir a alguien que nos explique la Biblia parece más fácil que tratar de entenderla por medio del poder del Espíritu Santo. Pero deténgase a pensar en lo que una persona pierde ignorándolo a Él. ¿Quién mejor para instruir a los creyentes en cuanto a la profundidad y anchura de la Palabra, que quien la escribió? (vea 2 Pedro 1.20-21). El Espíritu puso su mensaje en el corazón de cada autor humano de la Biblia, y los escritores lo documentaron fielmente conforme a su expresión particular.
Además, como miembro de la Santísima Trinidad, el Espíritu conoce la mente de Dios (1 Co 2.10), reconoce nuestro estado emocional y mental, y es capaz de identificar con precisión nuestra condición espiritual. Por consiguiente, Él puede revelar a nuestra mente los pasajes que nos alentarán, desafiarán o reprenderán, cuando sea necesario.
Tenemos un maestro divino que nos ayuda a aprender y a crecer; nos guía a través de pasajes difíciles; y nos muestra el propósito del Señor al permitir las pruebas. Cuando se trata de ayudar al pueblo de Dios a conocer su Palabra, nadie está mejor calificado que el Espíritu Santo.
Por Min. En Contacto