jueves, 31 de marzo de 2016

Salmos

"Te alabaré de todo corazón, y ante todos los dioses te cantaré salmos... Cuando te llamé, me respondiste, y mi alma desfallecida se llenó de vigor. Señor, ¡que todos los reyes de la tierra te alaben al escuchar tu palabra! ¡Qué alaben tus caminos, Señor, porque grande, Señor, es tu gloria! Tú, Señor, estás en las alturas, pero te dignas atender a los humildes; en cambio, te mantienes alejado de los orgullosos." Salmo 138:1; 3-6



martes, 29 de marzo de 2016

Somos dichosos


butterfly&yellowflower"Dichoso aquél cuyo pecado es perdonado, y cuya maldad queda absuelta. Dichoso aquél a quien el Señor ya no acusa de impiedad, y en el que no hay engaño... Te confesé mi pecado; no oculté mi maldad. Me dije: 'Confesaré al Señor mi rebeldía', y tú perdonaste la maldad de mi pecado." Salmo 32:1-2; 5

lunes, 28 de marzo de 2016

Nuestra lucha

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” - (Efesios 6:12).

jueves, 24 de marzo de 2016

El amor de Dios y nuestro pecado

EL AMOR DE DIOS Y NUESTRO PECADO

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
            Esta es la gloriosa noticia del evangelio: el amor de Dios le motivó a enviar a su amado Hijo a este mundo para morir por nosotros, pecadores. Pero, igual que en los tiempos de Pablo, los hay que confunden el amor de Dios con la licencia para pecar. Piensan que, ya que son salvos y aceptados y amados por Dios, su pecado no tiene importancia, porque el amor de Dios lo cubre. Así que no prestan atención a sus propios pecados, no les dan importancia. Piensan que es natural que pequemos, porque somos humanos. Estas personas no crecen en santidad. Han pasado años desde su conversión, y todavía están practicando los mismos pecados que formaban parte de su carácter antes de conocer al Señor.
            La verdad es que el amor de Dios no cubre ni perdona nuestro pecado. Es la sangre de Cristo la que lo hace. Y la sangre de Cristo solo perdona el pecado que hemos confesado, renunciado y dejado (1 Juan 1:8-10). Si alguien sigue en el pecado, no hay perdón, por mucho que Dios le ame. Dios siempre ama y nunca deja de amor, pero no salvará a los que permanecen en el pecado: “Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca [es decir, que permanece en el pecado], no le ha visto, ni le ha conocido. Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:6-8). Cristo vino para librarnos del poder del pecado en nuestras vidas, para salvarnos de él, para que no estemos bajo su tiranía.
            El amor de Dios no salva. Si salvase, todo el mundo sería salvado, porque Dios ama a todo el mundo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). El amor de Dios ha provisto la solución para el pecado, pero no es automático; hay que creer. Y para que el sacrificio de Cristo nos consiga el perdón, hemos de confesar el pecado. Nos incumbe confesar nuestro pecado cada día para ir creciendo en la gracia. Si no, nos estancamos. Pues, es el pecado lo que estorba nuestro crecimiento, nuestro comunión con Dios y con los hermanos.     cristomuriopormi
Algunos de los creyentes de tiempos de Pablo tuvieron la misma confusión. Por esto Pablo dice: “¿Qué pues, diremos? ¿Perseveremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:1, 2). Morimos al pecado en nuestro bautismo. Dejamos la vida enterrada en las aguas bautismales para resucitar a una nueva vida en Cristo, libre del dominio del pecado. “Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6: 6).  
“Oh Señor, recíbeme cual soy, ya no más, ya no quiero pecar. Del pecado me quiero apartar. Justifica mi ser, dame tu dulce paz y tu gran bendición.
Oh Señor, toma mi corazón y hazlo tuyo por la eternidad. Lléname de tu santa bondad, y en mi alma tú pon una nueva canción de y dulce amor”.
Juan M. Isais

Un asunto de vida o muerte

Un asunto de vida o muerte

Leer | Romanos 5.6-19                  

Hay un asunto de suprema importancia que a menudo olvidamos con el ajetreo de la vida, y es la pregunta en cuanto a dónde las personas pasaran la eternidad.
Al mirar al ser humano desde el punto de vista divino, entendemos que al final del tiempo habrá dos grupos: quienes vivirán para siempre con Dios y quienes sufrirán la muerte eterna separados de Él. El destino final de cada persona dependerá de algo sencillo: recibir el perdón de sus pecados de parte de Dios.
Nadie —salvo o no— merece la misericordia de Dios. Ninguna cantidad de buenas obras o de religiosidad puede ganar la dádiva del perdón y de la relación eterna con nuestro Creador. Desde el más bondadoso hasta el más cruel heredó la naturaleza pecaminosa del “primer Adán”, quien fue el primer hombre que conoció al Señor, y también el primero que se rebeló contra Él.
Sin el regalo de la gracia de Dios —es decir, de un espíritu nuevo, hecho posible por la muerte expiatoria y la resurrección del Señor Jesús— podríamos ser lavados. Por medio de un sencillo acto de fe, recibimos el regalo del perdón total de Dios, y una nueva naturaleza espiritual.
Todos llegamos al mundo con una naturaleza “carnal” inclinada a alejarse de Dios (Ro 8.7, 8), y la muerte espiritual solo puede evitarse por medio de Jesucristo y el perdón que Él ofrece. ¿Le ha recibido usted como su Salvador personal? Si no es así, ore en este momento pidiendo sinceramente su salvación. Dios quiere que reciba su dádiva de la vida eterna, la justicia perfecta y la adopción en su familia.
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martes, 22 de marzo de 2016

Invitación

Conmemoremos juntos la persona y obra redentora de Jesús el Hijo de Dios
http://www.ministeriotv.com/channel/view/tv-152


Salmos

Salmos 4

Oración vespertina de confianza en Dios

Al músico principal; sobre Neginot. Salmo de David.              

Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia.
    Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar;
    Ten misericordia de mí, y oye mi oración.
Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia,
Amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira? Selah
Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí;
Jehová oirá cuando yo a él clamare.
Temblad, y no pequéis;
Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad. Selah
Ofreced sacrificios de justicia,
Y confiad en Jehová.
Muchos son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien?
Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro.
Tú diste alegría a mi corazón
Mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto.
En paz me acostaré, y asimismo dormiré;
Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.

lunes, 21 de marzo de 2016

El Cordero de Dios

El Cordero de Dios

Leer | Juan 1.9-29

Usamos diferentes nombres para referirnos a Jesús —Cristo, Maestro, Mesías, Profeta y Rey, entre otros. Pero un nombre sobresale como una descripción completa del propósito del Señor: el Cordero de Dios. Sus milagros y sus enseñanzas fueron notables, pero aun mayor fue su muerte en la cruz.
El sacrificio de nuestro Salvador fue el punto central del plan del Padre celestial para la humanidad. Desde el comienzo, Dios ha tratado con los pecados de su pueblo por medio de una ofrenda de sangre. Él mismo realizó el primer sacrificio cuando mató un animal y utilizó su piel para cubrir a Adán y Eva.
Levítico 17.11 nos dice que la vida está en la sangre y que ésta fue dada “para hacer expiación”. Ezequiel añade: “El alma que pecare, esa morirá” (18.4). El pecado siempre exige la muerte debido a la justicia y la santidad de Dios. O bien una vida tiene que morir como pago por el pecado, o una vida tiene que ser dada como pago por la culpa de otro.
La manera como Dios se ha ocupado del pecado del hombre es por medio de un sacrificio. Jesús vino para cargar con el pecado de toda la humanidad: Asumió la responsabilidad total por todas nuestras culpas e iniquidades, para que pudiéramos ser libres del castigo. Por su muerte, somos hechos justos y santos a los ojos de Dios.
¿Por qué es importante referirse a Cristo como el Cordero de Dios? Porque al hacerlo se reconoce la muerte expiatoria en la que Dios desató su furia y su juicio sobre el Señor Jesús. Como resultado, podemos estar delante Dios y decir: “Gracias, porque puedo llamarte mi Padre”.
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viernes, 18 de marzo de 2016

Ocuparnos de nuestra salvación

Ocuparnos de nuestra salvación


¿Qué quiere decir “ocuparnos de nuestra salvación”? Muchas personas piensan erróneamente que Pablo nos estaba diciendo que trabajáramos para lograr nuestra salvación. Pero el apóstol estaba diciendo algo completamente diferente: su experiencia de la salvación no es el final de su peregrinación espiritual; es el catalizador que activa su “modo de operación”.
Por eso, después de haber puesto su fe en Jesús como Salvador, usted puede comenzar a vivir la vida abundante que Dios le tiene preparada. Si usted le ha entregado su corazón al Señor, el Espíritu Santo habita en usted para siempre. Es el Espíritu de Dios actuando en y a través de usted, permitiéndole poner en práctica su salvación. El grado hasta el cual se rinda al Espíritu Santo afectará la obra que Él llevará a cabo por medio de usted, y los cambios que Él hará en su vida.
A medida que su fe y su relación con Dios se desarrollen, comenzará a notar que Él se mueve en su vida. Cuando comparta su fe y sus bendiciones con los demás, se dará cuenta de que Dios está trabajando de más maneras. Manténgase sirviendo al Señor, y las semillas que Dios ha sembrado en usted florecerán (Is 55.10, 11).    Por eso, cuando la Biblia habla de ocuparnos de nuestra salvación, quiere decir que hemos sido llamados a vivir con reverencia lo que ya nos ha sido dado, y permitir que la vida de Cristo en nosotros dé fruto.
Su salvación debe ser un reflejo de Jesús dondequiera que usted vaya. Al vivirla en medio de amigos, familiares e incluso de extraños.
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jueves, 17 de marzo de 2016

lunes, 14 de marzo de 2016

La entrada triunfal en Jerusalén

LA ENTRADA TRIUNFAL EN JERUSALÉN

Decid a la hija de Sion: He aquí tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, sobre un pollino, hijo de animal de carga” (Mateo 21:5).
En el relato de la entrada de Jesús en Jerusalén en lo que nosotros llamamos “domingo de ramos” notamos que hay mucho énfasis en lo del burro. Jesús manda a sus discípulos a una aldea cercana donde les anticipa lo que tienen que hacer para conseguir el burro y como han de contestar al dueño cuando les pregunta qué hacen desatándolo. Nos preguntamos por qué tanto detalle acerca de algo tan insignificante. Además, Jesús decía que el animal le era necesario (v. 3). ¿Por qué? ¿Por qué no entró en Jerusalén montado en un caballo blanco majestuoso con los discípulos detrás, cado uno en su cabalgadura, al son de tambores y danza, o con la espada desenvainada acompañado por música de trompeta? Porque vino con humildad. Nunca buscó la aclamación de las multitudes ni utilizaba la pompa de este mundo para anunciar su llegada. No entró como rival al gobierno de Roma para fomentar una insurrección. Si hubiese entrado así, los soldados romanos le habrían matado en el acto.
Bueno, pues, si vino en plan humilde, ¿por qué no entró andando, a pie? Porque tampoco era un “Don Nadie”. Es el Rey. El burro le era necesario para comunicar la idea dehumilde realeza, las dos cosas. Es Rey, pero no como los reyes de este mundo, es un rey siervo, manso y humilde de corazón. Lo dijo implícitamente a Pilato durante su interrogación: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” (Juan 18:34, 36).   

Jesús subió a Jerusalén como Rey para conseguir el trono por medio de la cruz. No armó una revolución para quitar a los gobernantes, porque su lucha no era contra carne y sangre, sino contra el diablo cuya arma principal era la muerte. Jesús tuvo que pasar por ella para destruir su poder mediante la resurrección. En la Cruz venció al diablo, el pecado y la muerte estableciéndose como Rey sobre todos los que Él libera. Estos ya son los que forman parte de su reino.
 
Entonces la pregunta lógica es: ¿Quiero que reine sobre mí? Si es así, primero tiene que ser mi Salvador. El es Rey y Salvador, el Mesías, el Hijo de David, el Siervo de Jehová que subió a Jerusalén para establecer su Reino. Sus súbitos son los que han sido liberados del poder del tirano por medio de su muerte.
Enviado Hno. Mario

viernes, 11 de marzo de 2016

El beso

El beso
Todavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Éste se acercó a Jesús para besarlo. Lucas 22:47
El camino a la cruz del Calvario incluyó un beso. Probablemente no haya sido el único beso del camino. Los discípulos a menudo saludaban a su Maestro con un beso. Era una muestra de profundo respeto. Pero esta vez no era un beso de reverencia, sino de traición. Debía parecer como un simple gesto de respeto, pero en realidad era parte de un plan diabólico.
En realidad el beso no había sido necesario, pues Jesús ya se había identificado. Judas ya podía cobrar sus 30 monedas de plata. Todos los soldados armados y los representantes de los jefes de los sacerdotes y los ancianos sabían quién era Jesús. Muchas veces había estado enseñando en el templo. ¿Por qué no lo arrestaron una de esas veces? El Evangelio de Juan dice que, cuando Jesús se identificó a sí mismo, ellos “dieron un paso atrás y se desplomaron” (Juan 18:6).

La imagen de ese beso–la mayor traición–en la memoria de los discípulos, debe haber sido una de profundo disgusto. ¿Cómo era posible que uno que había sido elegido por Jesús para estar entre los doce, hiciera algo así? Judas, el tesorero del grupo, había visto los milagros y las enseñanzas de Jesús. ¿Cómo había podido valerse de un beso para entregarlo a sus enemigos?
En la mente de los enemigos de Jesús, el beso debe haber parecido apropiado–una burla a la lealtad de alguien que había estado a su lado.
Que nuestra lealtad y confianza no incluya ninguna hipocresía, en especial con respecto a nuestro Señor y Salvador.
ORACIÓN: Bendice las expresiones de nuestro amor y confianza en ti, Señor. Amén.
LHM

jueves, 10 de marzo de 2016

Jesús te llama


“Jesús te llama”
(Lucas 5:27-32)
Curesma 2015Después de esto, Jesús salió y vio a un cobrador de impuestos llamado Leví, que estaba sentado donde se cobraban los impuestos. Le dijo: ‘Sígueme.’ Lucas 5:27
No hay más que dos grupos de personas en el mundo. El de los justos y el de los pecadores. De acuerdo a las palabras de Jesús, no hay nada intermedio, ni nada fuera de estos dos grupos. ¿A cuál perteneces? Leví pasó de uno al otro, de pecador a justo, de usurero a seguidor de Jesús.
A decir verdad, hay que reconocer que esta división de personas en dos grupos tiene sus limitaciones, o puede llevar a malos entendidos, porque los pecadores no tienen nada de justos, y los justos ¡siguen siendo pecadores!
Pero el llamado de Leví por parte de Jesús también tiene una enseñanza más profunda: todos somos pecadores y necesitamos ser llamados al arrepentimiento. Con su muerte en la cruz Jesús nos mostró la seriedad del pecado y, con su resurrección, el increíble poder de Dios para cambiar nuestra vida. Quienes somos perdonados por Dios, somos justos y santos ante su presencia a causa de la obra de Jesús, aun cuando cargamos todavía las consecuencias terrenales de nuestra naturaleza caída.
Leví hizo una gran celebración que incluyó a muchos invitados, ¡todos pecadores! Pero lo más importante es que Jesús estaba en medio de ellos, llamando al arrepentimiento y cambiando vidas. ¿Celebras el llamado de Jesús? ¿Te alegras con otros porque él está en tu casa? El Señor sigue llamando hoy. Su voz es fuerte, su perdón es completo. Él cambia nuestra vida temporal y eterna.
Padre, abre nuestros oídos al llamado de Jesús. Amén.
LHM

lunes, 7 de marzo de 2016

La soberanía de Dios



La soberanía de Dios

Leer | Efesios 1.11

Hay quienes dudan de que Dios tenga realmente el control. Ven las tragedias del mundo, y se preguntan si tal vez Dios no sea tan poderoso como para acabar con todos los males. Se encuentran con lo que parece ser un obstáculo insalvable en sus propias vidas, y llegan a la conclusión de que el poder de Dios es limitado.
Por supuesto que no entendemos todo lo que sucede en esta vida. Pero sabemos por la Biblia que Dios tiene la autoridad final. Como dice el Salmo 103.19: “Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos”.
Piense en las implicaciones más profundas de ese versículo: Dios tiene el control total de todo el universo. Reina sobre todo y sobre todos, y su poder supera todas las demás fuerzas. Los términos omnipotente, omnipresente, y omnisciente se utilizan a menudo para describirlo. En otras palabras, nuestro Dios es todopoderoso, existe en todas partes, y lo sabe todo. Esto significa que no hay nada más allá de su conocimiento o de su capacidad para gobernar.
Este Dios sin límites e insondable, que no tiene impedimentos y que tiene el control absoluto, nos adopta como hijos. ¡Qué perspectiva tan maravillosa! Cuando comenzamos a entender esta verdad, nuestra alma se llena de paz y descanso.
Si usted cree que Dios es todopoderoso, ¿es esa idea simplemente un “conocimiento intelectual”, o afecta la manera de cómo se siente y de cómo piensa? Cuando usted comprende que no hay nada que escape al conocimiento, control y propósito misericordioso del Señor, desaparece el temor y se experimenta realmente su paz.
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viernes, 4 de marzo de 2016

La lucha con la tentación


La lucha con la tentación


Si hay algo que todos hemos experimentado es la tentación. Todos hemos envidiado algo nuevo, atractivo o poco común que otra persona posee.
¿Qué es “eso”? El objeto de la tentación podría caer dentro de varias categorías. Tal vez sea algo tangible, como una casa o un automóvil; o podría ser algo de naturaleza física o emocional, como la emoción que produce una relación nueva o el reconocimiento por un trabajo bien hecho.
Independientemente de la categoría, la tentación nos hace desear lo que no tenemos. Si nos pusiéramos a pensar en los pros y los contras, es posible que la conversación en nuestra mente sonara algo así: ¿Es bueno para mí? Eso no tiene importancia. ¿Me beneficiará a mí y a mi familia? Ese no es el punto. ¿Pudiera causar daño a alguien que amo?
Es que la tentación no conoce la lealtad. Es una bestia furiosa que, si se deja sin control, puede destruir nuestra vida.
En pocas palabras, la tentación nos impulsa a satisfacer los deseos que nos fueron dados por Dios más allá de los límites que Él ha puesto. Por ejemplo, la sexualidad humana es un regalo precioso del Señor, pero muy a menudo se utiliza fuera de los límites que nuestro Creador estableció originalmente. ¿Significa esto que el deseo sexual es malo? De ningún modo. Sin embargo, si no se controla puede ser el punto de partida para todo tipo de problemas.
¿Está usted permitiendo que un deseo controle su vida? Acabe con el dominio de la tentación. Dé gracias a Dios por los deseos que Él ha puesto en su corazón, y pídale que tome el control de cada uno de ellos.
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jueves, 3 de marzo de 2016

Lo que Dios nos da

Lo que Dios nos da
“Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que entendamos lo que Dios nos ha dado.” 1 Corintios 2:12

“Nadie tiene mayor amor que este, que es el poner su vida por sus amigos. Ya no los llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; yo los he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, se las he dado a conocer a ustedes.” Juan 15:13, 15
Durante la época de Cuaresma es práctica común para muchos el abstenerse de consumir algún alimento o bebida, o de realizar alguna actividad. Pero, ¿será que la Cuaresma sólo significa renunciar a algo material durante 40 días?
EspdeDios
La Cuaresma es el tiempo en que los hijos de Dios se preparan para la crucifixión de su Señor y Salvador. En la cruz Cristo dio su vida por nosotros cargando sobre sí nuestros pecados y por su muerte, Dios nos perdona y nos envía su Espíritu Santo sin costo alguno. Es a través de su Espíritu que Dios continúa estando presente con nosotros cada día de nuestra vida, amándonos con su amor perfecto.
Querido Padre celestial, te pedimos que en estos días de Cuaresma nos ayudes a reflexionar sobre el sacrificio que tu Hijo hizo por nosotros, para que comprendamos cada vez más cuán grande es tu amor por nosotros. En el nombre de Jesús. Amén.
Pastor Travis Yee

martes, 1 de marzo de 2016

Nuestro Padre Perdonador

Nuestro Padre perdonador


Cuando le guardamos rencor a una persona, experimentamos una forma de esclavitud acompañada de sentimiento de culpa y de la convicción de que Dios tiene que condenarnos por nuestro pecado. Si esa es su situación, entonces necesita entender el perdón divino.
La Biblia enseña que el perdón le pertenece a Dios. La lectura de hoy lo aclara con la parábola del hijo pródigo. En esta historia, el menor de dos hermanos recibió su herencia anticipada y la gastó irresponsablemente. Con el tiempo, no le quedó nada, y tuvo que trabajar entre cerdos. Pero al regresar desesperado a su hogar, su padre le dio la bienvenida con los brazos abiertos y con una celebración sin haber hecho nada para ganarse el perdón de su padre.
Si queremos entender el perdón, tenemos que aceptar que la motivación de Dios para perdonar los pecados se encuentra solamente en Él y en su amor. Al igual que el hijo pródigo, no hay nada que podamos hacer para ganarlo.
El hijo pródigo “volvió en sí” (v. 17), es decir, comenzó a pensar en la situación que él mismo había creado. Nosotros hacemos lo mismo cuando nos arrepentimos —estamos de acuerdo con Dios en que nuestros delitos eran pecado, y decidimos apartarnos de ellos.
Nuestro perdón fue solucionado en la cruz, y se aplicó a cada uno de nosotros cuando recibimos al Señor Jesús como Salvador. Por tanto, cada vez que usted peque, confiese a Dios su conducta (1 Jn 1.9). Entonces, no llevará el peso de la culpa, y podrá disfrutar de la comunión con su Padre celestial.
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