jueves, 16 de abril de 2020

Orar hasta poder alabar

“Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío, ponme a salvo de los que se levantan contra mí” (Salmo 59:1).
A veces el mensaje de cierto texto bíblico no está en ninguno de los versículos, sino en el formato, en como el autor organizó su material. Así es el caso con este salmo. Nos está diciendo que cuando empezamos a orar sobre cierto tema, estamos bastante angustiados. Tenemos preocupación y miedo de lo que podría pasar, pero cuando hemos volcado todos nuestros temores sobre el Señor, al final de la oración tenemos paz porque hemos puesto toda nuestra confianza en Él. Vamos a mirar el desarrollo de este salmo como ejemplo. Veremos cómo cambia el estado anímico del salmista por medio de la oración.
El salmista David empieza con temor: “Porque he aquí están acechando mi vida; se han juntado contra mi poderosos” (v. 3). Es lógico que tenga miedo. Su vida peligra. Insiste en que Dios se mueva inmediatamente para protegerle: “Despierta para venir a mi encuentro, y mira” (v.4). ¡Quiere captar la atención de Dios! Los versículos 1 a 5 forman una petición de ayuda. Luego tenemos el refrán: “Volverán a la tarde, ladrarán como perros, y rodearán la ciudad” (v. 6). Después viene otra petición (v. 7, 8), pero esta vez termina con pensamientos acerca de Dios. Dios se reirá del enemigo, él esperará en Dios, porque Dios es su defensa (v. 8-10). ¡Se está animando! Luego viene otra oración seguido por el mismo refrán: “Vuelvan, pues, a la tarde, y ladren como perros, y rodeen la ciudad. Anden ellos errantes para hallar qué comer; y si no se sacian, pasen la noche quejándose” (v. 14, 15). ¡Qué horrible escuchar a perros hambrientos ladrando toda la noche! Después tendría que seguir otra oración pidiendo ayuda, pero en su lugar tenemos un cántico de alabanza.
            ¿Qué ha pasado? David ha puesto su confianza en Dios hasta tal punto que pueden ladrar todo lo que quieren; el enemigo puede hacer mucho ruido para asustar, pero Dios es más fuerte y David está tranquilo en el Señor. La noche puede ser terrible, pero David dice que ¡despertará por la mañana para cantar alabanzas a Dios! “Pero  yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia, fortaleza mía, a ti cantaré; porque eres, oh Dios, mi refugio, el Dios de mi misericordia” (v. 16, 17). Y así termina el salmo, con David, sintiéndose seguro a pesar de la actividad del enemigo.
David ha encontrado en Dios su amparo, su refugio en el día de la angustia y su fortaleza, justo lo que uno necesita cuando el enemigo, que es más fuerte,  va a por él. El enemigo no ha desaparecido. Todavía está allí y volverá la tarde siguiente y ladrará  toda la noche, pero cuando venga la mañana, David estará en su sitio cantando alabanzas a Dios por su protección, porque habrá descansado en paz dentro de su Eterno Refugio.
Enviado por el Hno. Mario Caballero