martes, 31 de enero de 2017

Video



http://www.ministeriotv.com/video/la-gloria-es-de-dios-8006


No hagas nada

“No hagas nada

“Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no pequen. Si alguno ha pecado, tenemos un abogado ante el Padre, a Jesucristo el justo.” 1 Juan 2:1

De vez en cuando recibo una carta de alguien que no está satisfecho con nuestras devociones.
La mayoría de ellas están escritas en forma amable y señalan, también en forma amable, algún error que cometí. Verdaderamente las aprecio. Pero de vez en cuando llega una de esas cartas que poco menos dice que no tengo idea de lo que estoy hablando.
Durante mucho tiempo me pregunté cuál sería la forma más adecuada de responder ese tipo de cartas.
Encontré un buen consejo en la historia de un hombre que le preguntó a su amigo, que era reportero en un periódico, cómo debía responderle a alguien que se había burlado de él en un artículo.
La respuesta del periodista fue: “No hagas nada, porque…
  • la mitad de las personas que compró el periódico nunca vio ese artículo;
  • la mitad de los que lo vieron no lo leyeron;
  • la mitad de los que lo leyeron no lo entendieron;
  • la mitad de los que lo entendieron no lo creyeron,
  • y la mitad de los que lo creyeron nunca fueron realmente tus amigos”.
Es un buen consejo. Al seguirlo aprendí a ignorar lo que se había dicho injustamente, y eso fue lo mejor que pude haber hecho.
Pero Jesús no ignoró los pecados que cometimos contra él, ni fingió que nuestras transgresiones no lo hirieron.
Siglos antes, Isaías había prometido: “Pero él será herido por nuestros pecados; ¡molido por nuestras rebeliones! Sobre él vendrá el castigo de nuestra paz, y por su llaga seremos sanados.” (Isaías 53:5).
Isaías estaba en lo correcto. Jesús invirtió toda su vida para ganar nuestro perdón total y completo. Él vivió, sufrió y murió para que podamos ser declarados inocentes de todo lo malo que hacemos.

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Ahora es nuestro privilegio compartir ese amor de Jesús con los demás… un amor que no ignora el pecado, sino que lo borra.
Por CPTLN

viernes, 27 de enero de 2017

El encuentro de tu vida

El encuentro de tu vida

“Pero era necesario hacer una fiesta y regocijarnos, porque tu hermano estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado.” Lucas 15:32

Son populares los programas de televisión en los que vemos a personas buscando a otros, ya sea familiares, amigos de la infancia, o alguien importante en su pasado. Buscan con ansias, porque saben que encontrar a quien han perdido les devolverá la alegría, y hasta incluso les traerá respuestas a preguntas que durante muchos años no han podido contestar. La parábola del hijo pródigo nos recuerda una realidad similar. El padre que había esperado con ansias el regreso de su hijo, ahora celebra porque finalmente volvió. El motivo para la celebración en este pasaje bíblico se explica con dos imágenes muy evidentes y poderosas: la muerte y la perdición. Son dos realidades que se contraponen al resultado final, donde se muestra un cambio enorme en la vida de una persona: resurrección y reencuentro.

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Pero no se trata de un relato más o de una historia sólo para niños. Porque para entender el valor de la parábola es necesario que cada uno de nosotros se ponga en la piel del hijo. Ese joven que estaba muerto y perdido somos cada uno de nosotros, y la realidad de todo ser humano alejado y renegado contra Dios es la condenación. Una verdad mayor es que el Padre celestial nos busca y encuentra: para eso envía a su propio hijo Jesús. Jesús trae luz al mundo; su presencia nos muestra el camino de la salvación, él es nuestra vida. Tal regalo de amor y cuidado quita de nosotros toda sombra de duda. Ahora estamos en Cristo y nos alegramos, porque estando en su presencia anticipamos la celebración eterna, que será el gran encuentro de todo el pueblo frente al trono glorioso del Dios trino.

CPTLN

jueves, 26 de enero de 2017

Pésame

Gracias a todos cuantos se unieron en oración por mi cuñado Carlos fallecido hoy y nuestras oraciones han sido respondidas en consuelo y fortaleza familiar. Gracias Dios por el tiempo que lo concedistes a nuestro lado.

A pesar de todo, primero...

A pesar de todo, primero Dios

“… el carcelero los metió hasta el último calabozo, y les sujetó los pies en el cepo. A la medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, mientras los presos los escuchaban.”
Hechos 16:24-25

Dura escena nos muestra la historia de Pablo y Silas, siervos de Dios, encarcelados en Filipos por el delito de predicar el Evangelio. Por supuesto que a nosotros hoy en día quizás nos resulte extraño que el motivo de sus cadenas haya sido hablar de Jesús a las personas. Dado que vivimos en un lugar donde se defiende la libertad religiosa y de expresión, el confesar que creemos en Jesús como nuestro Señor y Salvador no nos trae consecuencias como las que padecieron aquellos primeros apóstoles y evangelistas. Pero si esto nos llama la atención, no es menos sorprendente que aún en medio de tal situación adversa, triste e injusta, ellos no fueron amedrentados sino que, en la oscuridad y soledad del calabozo más profundo, oraban y cantaban a Dios.

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Ahora, si recordamos la promesa del Señor Jesús: “donde haya dos o tres reunidos en mi nombre allí estaré” (Mateo 18:20), tenemos la plena certeza que el Salvador estaba junto a ellos en aquel momento, cumpliendo su promesa en tiempo de oposición. En la presencia del Señor Jesús ellos le adoraron en alabanza y oración. Su adoración al único Dios fue testimonio para el resto de los presos, que escucharon su confesión de lo que creían. Todos los que oían recibieron un mensaje de perdón y salvación, pues el Espíritu Santo estaba presente haciendo su obra de cambiar vidas. Esta es la forma en que, como hijos de Dios, enfrentamos los desafíos que vivimos en medio de la soledad o dificultades: invocando el nombre poderoso de quien nos promete ayuda y consuelo. Ante todo, y a pesar de todo, sabemos que Dios sigue presente y nos ayuda. Por eso, siempre primero Dios.

Por CPTLN

martes, 24 de enero de 2017

Bendiciones Ocultas

“Bendiciones ocultas

“Y a Aquel que es poderoso para hacer que todas las cosas excedan a lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea dada la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.” Efesios 3:20-21

A comienzos del 1900, una pareja se mudó de Carolina del Norte a Oklahoma, donde cultivaron un pedazo de tierra.
Para decir la verdad, durante muchos años vivieron en una gran pobreza. Pero su suerte cambió cuando un extraño pasó por su propiedad y tomó una muestra del agua. No estoy seguro qué fue lo que encontró, pero no mucho después, apareció otro extraño que ofreció comprarles la granja a un precio increíble.
En poco tiempo, un pozo petrolero de gran producción fue localizado entre la casa y el granero. Rememorando, el viejo granjero dijo: “Y pensar que nos esclavizamos aquí todos esos años, y todo el tiempo teníamos una fortuna bajo nuestros pies sin saberlo”.

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No es mi intención sugerirles a todos que empiecen a cavar en sus jardines en busca de petróleo. La vida no funciona de esa forma, por lo menos no muy seguido.
Pero lo que sí les quiero sugerir, es que el Señor, quien entregó a su Hijo para salvarnos, también puede habernos otorgado a muchos de nosotros fortunas que aún no hemos descubierto.
Quizás su fortuna sea un cónyuge que le es siempre fiel, sin esperar nada a cambio. Quizás su fortuna es un lugar de trabajo inesperadamente placentero. Quizás sea la forma en que sus hijos lo respetan, o la comunidad de fe de la que participa.
La mayoría de nosotros tenemos fortunas bien cerca. Lo invito a que dé gracias por todos esos tesoros escondidos.

Por CPTLN

lunes, 23 de enero de 2017

El enemigo no va a ganar

“El enemigo no va a ganar

“Ésta es la causa de mis lágrimas. El llanto brota de mis ojos, pues no tengo a nadie que me consuele; ¡no tengo a nadie que me reanime! ¡Mis hijos han sido derrotados! ¡El enemigo nos venció!” Lamentaciones 1:16

Las noticias están llenas con historias de personas que están pasando por situaciones desesperadas. Hay muchas familias que han perdido sus casas, y muchas más que están en peligro de perderlas.
Ed Roslonski, de Detroit, es uno de quienes ha perdido su casa. Pero en este caso no la perdió por no haber podido pagar la cuota de la hipoteca. Un día, al regresar a su casa, se encontró con que simplemente no estaba más, había desparecido.
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En un momento la casa iba a ser demolida, pero antes de que eso sucediera, Ed la compró e invirtió 30.000 dólares para arreglarla.
Hasta que un día alguien, sin saber cómo o por qué, la puso nuevamente en la lista de casas a demoler.
Ed podría decir lo mismo que dijo Job, el escritor del libro de Lamentaciones: “Ésta es la causa de mis lágrimas.”
Pero sin embargo, quienes hemos sido bendecidos con fe en el Salvador, nunca podemos decir: “No tengo cerca a nadie que me consuele… el enemigo salió victorioso” porque en el Salvador hemos recibido una paz que sobrepasa todo entendimiento humano. Más aún, a través del sufrimiento, muerte y resurrección de Jesús somos triunfadores.
Lutero lo dijo muy bien: “Que lleven con furor los bienes, vida, honor, los hijos, la mujer… de Dios el reino queda”.
En el caso de Ed, se le llevaron la casa, pero nadie le ha quitado ni le podrá quitar la mansión que le espera en el cielo. En cuanto a usted… no sé qué le habrá quitado o le estará por quitar el mundo… pero sí sé lo que todavía tiene: al Salvador y su promesa de vida eterna.

Por CPTLN

viernes, 20 de enero de 2017

Destrucción

“Destrucción

“Entonces mi pueblo vivirá en lugares de paz, en poblaciones seguras, en sitios de reposo.” Isaías 32:18

A todos nos gusta sentirnos seguros, pero no siempre estamos tan seguros como creemos estar.
Hace unos años, cuando estaban cambiando la alfombra, una familia de Chicago encontró en el living de su casa una puerta secreta. El dueño decidió abrirla, pensando que quizás encontraría un tesoro de joyas o tal vez oro.
Pero en vez de un tesoro encontró dinamita: cuatro cartuchos viejos de dinamita. Sin lugar a dudas suficiente como para volar la casa. Durante años su familia había vivido allí sintiéndose segura, cuando en realidad debajo de sus pies había una fuerza capaz de destruirlos a ellos y a todo el vecindario.
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Lo cierto es que hay innumerables fuerzas cuyo único objetivo es destruir nuestra seguridad, sólo por placer. Y no estoy hablando de la destrucción del cuerpo por enfermedades, o de las divisiones en las familias, o del aumento de la inmoralidad.
Estoy hablando del pecado, de Satanás y la muerte, que luchan y hacen todo lo posible para robarnos la confianza en Cristo y la paz que él nos da a quienes creemos en él como nuestro Salvador. El diablo sabe que, por más que nos quite todo lo que tenemos en este mundo, nuestra fe perdura.
Por eso es que quiere quitarnos nuestra seguridad espiritual en el Salvador.
Pero no lo puede hacer porque Jesús, que salió victorioso de su tumba prestada, nos da seguridad para esta vida y para la eternidad.

Por CPTLN

viernes, 13 de enero de 2017

Proclamando Ayuno

Videos de mensajes en serie sobre el tema Proclamando Ayuno, lo consigues en:


No te los pierdas

El globo roto

EL GLOBO ROTO

“Todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:16, 17).

Como soy abuela, había guardado el globo roto de mi nieto como recuerdo de la feria, de aquel día tan bonito cuando él había subido al tío vivo del parque con tanta ilusión. Había elegido el coche de bomberos para sentarse en él y tocar la campana, como si iba a un incendio de verdad. Daba vueltas con la música de la atracción sonando muy fuerte y los niños todos riéndose y disfrutando. Guardo el momento como uno de mucha felicidad, pero ahora ha llegado el momento de tirar lo que quedaba del globo a la basura. Al hacerlo, pensé que la felicidad es tan ilusiva e imposible de mantener como aquel globo. Pasa con la emoción del momento.

Un globo roto es un símbolo apto para las alegrías de esta vida que se compran con dinero, se viven con intensidad, y luego desaparecen para siempre, irrecuperables, como un globo roto. El mundo no ofrece más que unos breves instantes de felicidad en el tío vivo de la vida, mucho ruido, carcajadas, y luego llanto, al tener que bajar, cuando la música finaliza. El niño baja llorando porque quiere otro turno, porque uno solo no le llena, pero lo que él no sabe es que el siguiente no le va a llenar tampoco. Sus padres lo saben, e intentan distraerle, pero él insiste, y al final lo tienen que arrastrar de allí, protestando.

La felicidad del mundo es muy parecido a un globo: bonito, colorido, llamativo, divertido, pero frágil y poco duradero. Se pincha y luego no se puede reparar. Un globo  roto no sirve para nada. Un niño no sabe que un globo no va a durar para siempre. Cuando se rompe, explota y se asusta. O bien el aire se lo escapa poco a poco, y queda desinflado, sin posibilidad de desatar y volver a inflar de nuevo, pero esto no se lo puedes explicar al niño, porque no lo entiende.
 globoroto
¿Cuál ha sido tu globo, tu medio de conseguir la felicidad? ¿Qué ha sido tu juguete, tu diversión, entretenimiento o fuente de ilusión?  ¿Ha sido una relación, o una amistad, un matrimonio, o una iglesia, una fiesta, un coche, un proyecto, un encuentro con amigos, un trabajo? Se termina y te quedas vacía. Decepcionado. Esta es la experiencia de uno de este mundo. La felicidad no es duradera, aunque muy bonita, y auténtica en su momento. Siempre tiene un fin, un desenlace. Y se acaba. Como escribió John Newton (1725-1807): “Desvanece el placer del mundano; todos sus orgullosos espectáculos desaparecen; goces sólidos y tesoros duraderos ninguno los conoce salvo los hijos de Sión”.

El creyente tiene su gozo en lo que perdura para siempre: en hacer la voluntad de Dios, en servir, en compartir, en darse para los demás. “Ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”. Las relacionas en el Señor no se acaban nunca, ni con la muerte. El hijo de Dios disfruta de lo bueno de esta vida, pero no se agarra a ello con un puño cerrado, sino que lo ofrece al Señor con acción de gracias. Su felicidad no es un globo pronto a explotar, sino una relación eterna con Dios que le llena con gozo hasta rebosar. No se la queda para sí mismo, sino que sale de su interior en ríos de bendición para beneficiar a todos los que tiene alrededor.
Enviado por Hno. Mario

jueves, 5 de enero de 2017

La Santificación


Tema del Artículo hoy con enlace incluído




La santificación
“… a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos…” Esa era la visión de aquel gran misionero que fue el apóstol Pablo sobre el pueblo de Dios, y sobre el carácter de ese pueblo. He aquí un verdadero tratado reflexivo sobre la SANTIDAD






https://lagloriaesdedios.wordpress.com/2017/01/05/santificacion/

martes, 3 de enero de 2017

¿Ha nacido usted de nuevo?

¿Ha nacido usted de nuevo?
Jesucristo dijo, “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Esta es una de las cuestiones más importantes en la vida de todo ser humano.  
No es suficiente responder “Soy miembro de una iglesia; supongo que soy cristiano”. Miles de cristianos nominales no muestran señal alguna de haber nacido de nuevo, las cuales se mencionan en las Sagradas Escrituras, principalmente en la Primera Epístola de Juan.  
No practica el pecado 
En primer lugar, el apóstol Juan escribió: “Todo aquel que es nacido de Dios no comete pecado” (1 Juan 3:9). “Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado” (5:18). 
Aquella persona que ha nacido de nuevo, que ha sido regenerada, habitualmente no comete pecado. No exhibe una inclinación total hacia el pecado. Probablemente hubo algún tiempo en que dicha persona no se detenía a pensar si sus acciones eran pecaminosas o no, y no siempre sentía aflicción tras hacer el mal. No había una lucha entre el y el pecado; ambos eran amigos. Pero un verdadero cristiano odia el pecado, huye de el, lucha en su contra, lo considera su mayor calamidad, resiente la carga de su presencia, sufre cuando cae bajo su influencia, y anhela liberarse completamente de el. El pecado ya no le place; se ha convertido en algo horrible y que odia. Sin embargo, no puede eliminar su presencia dentro de el. 
Si dijese que en él no hay pecado estaría mintiendo (1 Juan 1:8). Pero sí puede decir que odia el pecado y que el mayor deseo de su alma es no cometer pecado en absoluto. No puede evitar tener malos pensamientos, omisiones y defectos tanto en sus palabras como en sus acciones. El sabe que “en muchas cosas ofendemos” (Santiago 3:2). Pero puede decir con certeza, delante de Dios, que estas cosas le ocasionan dolor y pena, y que su ser no se complace en ellas. Que diría el apóstol de usted? Ha nacido usted de nuevo? 
Cree en Cristo 
En segundo lugar, San Juan escribió: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” (1 Juan 5:1). 
Un hombre que ha nacido de nuevo, que ha sido convertido, cree que Jesucristo es el único Salvador que puede perdonar su alma, que El es la persona divina designada por Dios Padre para dicho propósito, y que fuera de El no hay salvación alguna. En sí mismo no encuentra valor alguno. Pero tiene confianza plena en Cristo, en que todos sus pecados le han sido perdonados. Puesto que ha aceptado la obra completa y muerte de Cristo en la cruz, el cree que es considerado justo delante de Dios, y puede esperar la muerte y el juicio final sin miedo.
Podrá tener temores y dudas. Inclusive decir que a veces siente como si no tuviera fe en absoluto. Pero pregúntele si está dispuesto a confiar en cualquier cosa o persona en vez de Cristo, y verá lo que le responderá. Pregúntele si depositaría su esperanza de vida eterna en su propia bondad, sus propias obras, sus oraciones, su guía espiritual, o su iglesia, y escuche su respuesta. Que diría el apóstol de usted? Ha nacido usted de nuevo? 
Hacer justicia 
En tercer lugar, Juan escribió: “Todo el que hace justicia es nacido de El” (1 Juan 2:29). 
El hombre que ha nacido de nuevo, o se ha regenerado, es un hombre santo. El busca vivir acorde a la voluntad de Dios, hacer las cosas que agradan a Dios y evitar aquellas que Dios aborrece. El desea mirar continuamente a Cristo como ejemplo a seguir y como su Salvador, y demostrar ser su amigo guardando sus mandamientos. El sabe que no es perfecto. Es consciente de su corrupción inherente. Percibe un principio de maldad dentro de si mismo que lucha constantemente por separarle de la gracia de Dios. Pero el no lo consiente, aunque no puede prevenir su presencia. 
Aunque a veces puede sentirse tan despreciable al punto de cuestionarse si en verdad es cristiano o no, aun así será capaz de decir, como John Newton, “no soy lo que debería ser, no soy lo que quiero ser, no soy lo que espero ser en otro mundo; pero aun así no soy lo que fui alguna vez, y por gracia de Dios soy lo que soy”. Que diría el apóstol de usted? Ha nacido usted de nuevo? 
Ama a otros cristianos 
En cuarto lugar, Juan escribió: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida en que amamos a los hermanos” (1 Juan 3:14). 
Un hombre que ha nacido de nuevo tiene un amor especial por todos los discípulos verdaderos de Cristo. Ama a todos los seres humanos con gran amor general, pero tiene un amor especial por quienes comparten su fe en Cristo. Al igual que su Señor y Salvador, el ama a los peores pecadores y se aflige por ellos; pero el siente un amor peculiar por aquellos que son creyentes. Nunca se siente tanto en casa como cuando se encuentra en su compañía. 
  
El los considera a todos como miembros de una misma familia. Son sus compañeros de batalla, luchando contra el mismo enemigo. Son sus compañeros de viaje, marchando a lo largo del mismo camino. El los comprende, y ellos lo comprenden. Podrían ser muy diferentes a el en muchos sentidos – en rango, en riqueza. Pero eso no importa. Ellos son hijos e hijas de su Padre y el no puede evitar amarlos. Que diría el apóstol de usted? Ha nacido usted de nuevo? 
Vence al mundo 
En quinto lugar, Juan escribió: “Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo” (1 Juan 5:4). 
Un hombre que ha nacido de nuevo es cuidadoso de su propia alma. No solo intenta evitar el pecado sino también todo aquello que pueda conducirle a el. Es cuidadoso respecto a quienes le acompañan. El sabe que la comunicación perversa corrompe el corazón y que la maldad atrae más que la bondad, así como la enfermedad es más contagiosa que la salud. Es cuidadoso sobre el empleo de su tiempo; su principal deseo es usarlo en forma provechosa. 
El desea vivir como un soldado en país enemigo – portando su armadura en forma continua y siempre preparado para las tentaciones. Es diligente siendo un hombre de oración, vigilante y humilde. Que diría el apóstol de usted? Ha nacido usted de nuevo? 
La Prueba 
Estas son las cinco características principales de un cristiano que ha nacido de nuevo. 
La notoriedad de las mismas es muy variable entre diferentes personas. En algunas apenas son perceptibles. En otras son muy marcadas, inequívocas, de tal manera que todos pueden percatarse de ellas. Algunas de estas características sobresalen más que otras en diferentes individuos. Es raro que sean igualmente evidentes en cualquier persona. 
Pero aun después de tomar en cuenta posibles diferencias, tenemos aquí cinco aspectos que marcan a un sujeto que ha nacido de Dios. 
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Como debemos reaccionar ante estas cuestiones? Lógicamente solo podemos concluir una cosa – sólo aquellos que han nacido de nuevo muestran estas cinco características, y quienes no las tienen no han nacido de nuevo. Esta es la conclusión a la cual el apóstol nos quiere hacer llegar. Posee usted estas características? Ha nacido usted de nuevo?. 
Por J.C.Ryle

lunes, 2 de enero de 2017

La conversión marca un antes y un después

LA CONVERSIÓN MARCA UN ANTES Y UN DESPUÉS

“Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un Varón” (Gen. 32:25).

La conversión es un alto en el camino. Toda nuestra vida nos ha preparado para este momento. Antes íbamos alegremente por la vida haciendo lo que nos parecía bien, reaccionando según los motores de nuestra personalidad, haciendo lo que nos venía por naturaleza, bien o mal, es indiferente, siempre pecaminoso, porque tenía sus orígenes en nuestra carnalidad y egoísmo, cuando, de repente, ¡un rayo de luz!, ¡un relámpago estalla delante de nosotros!, y paramos en seco, cegados por el esplendor de Dios contra el trasfondo de la oscuridad de todo lo que somos nosotros, y claudicamos. La conversión es un choque frontal entre Dios y el hombre en el cual caímos del burro de nuestro orgullo, y nos postramos delante de Dios, diciendo: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lc. 5:8). “Y cayendo en tierra… temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hechos 9:4-6). “¡Ay de mí!, que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Is. 6:5). 

La conversión es Rut en el camino a Belén. Detrás está Moab, su pueblo, con sus dioses, delante está el pueblo de Dios y el Dios de Noemí. Las mujeres hacen un alto en el camino y se paran, y deciden. ¿Delante o detrás? Rut dejó su vida vieja por una nueva en Dios.
Es Pablo en el camino a Damasco, cuando en un instante comprendió que toda su vida había estado encaminado a hacer su propia voluntad y por primera vez preguntó al Señor: “¿Qué quieres que yo haga?”. Desde aquel momento vivía para hacer la voluntad del Señor.

Es el carcelero de Filipos, sacudido por un terremoto, a punto de morir, que se postró temblando a los pies de Pablo y de Silas y les dijo: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:29, 30). Su primer acto después sería uno de misericordia.

arrepentido
Es el endemoniado que de día y de noche andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, hiriéndose con piedras, pero ahora librado, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su juicio cabal (Marcos 5:15). Cuando ruega a Jesús que le deje estar con él y el Señor no se lo permite, manso y obediente, vuelve a los suyos y les cuenta cuán grandes cosas el Señor ha hecho con él, cómo ha tendido misericordia de él.
Es lo que pasó en la cuidad idolátrica y inmoral de Tesalónica cuando llegó el evangelio: “os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo”  (1 Tes. 1:9, 10). Recibieron la luz, dejaron su cultura y costumbres pecaminosas, y se dedicaron a servir al Dios verdadero y vivir para Él.
Es Jacob en el camino a Betel, a punto de cosechar lo que él mismo ha sembrado a manos de su airado hermano, enfrentando la muerte por toda una vida de engaño,  aterrorizado, solo; allí se produjo la conversión. Jacob se encuentra con Dios.

Enviado por Hno. Mario