jueves, 13 de marzo de 2014

Hijos Sanguijuelas

Hijos Sangüijuelas

“Hijos obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre” (Ef. 6:1, 2).

Hoy día tenemos con cada vez más frecuencia el fenómeno de hijos mayores que parecen sanguijuelas. No trabajan, ni estudian, viven a cuenta de los padres, y se aprovechan de ellos. En algunos casos, ni los tratan con respeto. Se retiran a sus habitaciones, cierren la puerta, y pasan el tiempo escuchando música o en el internet. La madre se convierta en su esclava de amor, cocinando para ellos, lavándoles la ropa, planchando, derramando su amor en sacrificio por ellos, y ellos cada vez más egoístas y encerrados en su mundo.

¿Qué dicen las Escrituras? Ya hemos citado lo que Dios pide de los hijos. La sección siguiente, Ef. 6:5-9, habla de los esclavos y amos, pero de ninguna manera se refiere a la relación entre padres e hijos: “Sirviendo de buena voluntad, cómo al Señor y no a los hombres”. ¡Parece que esto es lo que la madre está haciendo!  No puede ser. Mira el contexto: “Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo.” Los hijos mandan y los padres les obedecen para ganar su amor. Los roles están trastocados. Los padres tienen temor a perderles. Ya son ancianos, se desgastan y los hijos están cada vez más egoístas. No es el plan de Dios que la madre pierda la salud para corromper a sus hijos. El plan de Dios es que los padres críen a sus hijos en la formación y instrucción del Señor: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (v. 4). Dices que esto es para hijos pequeños. ¡Pues, éstos están actuando como si lo fuesen! ¡Este es el camino a la madurez!

¿Qué pasa si los hijos mayores no quieren la disciplina y la amonestación? ¿Qué hacemos si no lo admiten? Los padres cristianos tienen que decidir si van a obedecer a los hijos o al Señor. Servir a Dios y servir las demandas de los hijos no es compatible. Los padres son del Señor. Este es un hogar cristiano. Si no pueden seguir las instrucciones de Dios, esta relación no es viable. Vamos a seguir formándoles como Dios nos ha mandado. Si el hijo no lo quiere, se buscará otro sitio donde vivir. Lo que no vamos a hacer es servir sus intereses y hacerle cada vez más un hijo del diablo. No estamos para formar hijos para del diablo, sino para el Señor. El amor servil no puede salvarle, pero la disciplina del Señor, sí. Obedecemos al Señor y no a nuestro hijo, y dejamos el resultado en manos de aquel que lo ama más que nosotros.

Por Ptor. David Burt