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jueves, 30 de septiembre de 2021
El nombre que es sobre todo nombre
Filipenses 2.5-11
Darle nombre a un niño era un gran acontecimiento para una familia hebrea. Esta se esmeraba en el proceso de elegir un nombre; a veces escogía uno que tenía un significado especial para uno de los padres. Por ejemplo, Lea escogió el de “Judá” para su cuarto hijo, diciendo: “Esta vez alabaré a Jehová” (Gn 29.35). A veces, un rasgo advertido en la personalidad del bebé decidía su nombre. Génesis 25.26 narra que este fue el caso de Jacob (“el que suplanta”).
Para otros, el nombre dado en el momento de nacer simboliza lo que la persona es. En el mundo antiguo, esto era deliberado. Aun hoy las personas asocian de modo subconsciente los rasgos del carácter y las experiencias, con los nombres. Todos esperamos que cuando los demás escuchen nuestro nombre, ¡piensen en algo bueno antes que una cosa que los asuste!
María y José tuvieron una experiencia muy diferente a la de los otros padres judíos. En vez de ser ellos quienes eligieran el nombre, un ángel les dijo cómo debía llamarse el niño (Mt 1.21). El Padre celestial eligió el nombre terrenal de su Hijo para representar su propósito al venir al mundo. Vendrá el día cuando la simple mención del nombre “Jesús” hará que toda rodilla se doble, y toda lengua confiese que Él es el Señor (Fil 2.10).
La forma hebrea de Jesús significa “salvación” o “Él salva”. Cristo es llamado de muchas maneras: Señor, Emanuel, Maestro, Sumo Sacerdote, etc. Pero el nombre que le fue dado cuenta su historia. Vino para salvar al mundo del pecado. ¡No es de extrañarse que Dios le diera un nombre que es sobre todo nombre!
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Lectura sobre la reflexión
5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Filipenses 2.5-11
miércoles, 29 de septiembre de 2021
Debemos orar
El libro de Jueces describe un momento en que Israel, el pueblo de Dios, que fue llamado a ser un testimonio sobrenatural en la tierra, comenzó a comportarse engañosamente en Su presencia. No quisieron andar honestamente con Dios y eran triviales en su adoración a Él, si es que no abandonaban por completo la adoración a Dios.
Comportarse engañosamente con Dios siempre resultará en falta de poder, lo que finalmente da paso a los enemigos de esa sociedad. Por enemigos, me refiero a aquellos que los no conocen a Dios, que no tienen ningún deseo de conocerlo, y que no quieren que nadie más esté en relación con Él. Tú y yo vivimos en un tiempo muy similar a aquel período de tiempo en el Antiguo Testamento.
Fue durante la temporada de cosecha que los enemigos de Israel, en este caso a los madianitas, vinieron a devorar todo lo que estaba siendo recogido por el pueblo de Dios (Ver Jueces 6: 2-3). Tenían la intención de llevar a los israelitas a un lugar empobrecido a fin de que sean incapaces de cumplir con su propósito dado por Dios en la tierra. Sabiendo que eran totalmente superados en número por el enemigo, que de hecho las Escrituras describen como tan numerosos que cubrían la tierra como la arena, los hijos de Israel empezaron a clamar al Señor, tal como está empezando a suceder en nuestros días.
Dios escucha el clamor de la madre soltera cuyos hijos están en las calles; el clamor del padre que no sabe cómo va a mantener a su familia. Él oye el clamor de los que leen las noticias y ven los horrendos crímenes que se están convirtiendo en un hecho cotidiano en esta generación.
Por: Carter Conlon
Enviado por el Hno. Mario Caballero
Lectura sobre la reflexión
2 Y la mano de Madián prevaleció contra Israel. Y los hijos de Israel, por causa de los madianitas, se hicieron cuevas en los montes, y cavernas, y lugares fortificados.
3 Pues sucedía que cuando Israel había sembrado, subían los madianitas y amalecitas y los hijos del oriente contra ellos; subían y los atacaban.
Jueces 6.2-3
lunes, 27 de septiembre de 2021
El juicio divino sobre . . .
El tema completo es El juicio divino sobre los filisteos por causa del arca, lección de la Escuela Bíblica Dominical disponible para ti en el Canal, haz clic para ir en el enlace
https://www.ministeriotv.com/video/el-juicio-divino-sobre-los-filisteos-por-causa-del-arca-23403
Dios es nuestro refugio
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en todos los problemas.” Salmo 46:1
A veces la vida nos toma por sorpresa. Cada día trae consigo la posibilidad de algo bueno o algo malo, algo desagradable o algo agradable. Nos guste o no, así es la vida: impredecible. En los momentos difíciles quizás nuestros corazones buscan fuerza, consuelo, y aliento.
A veces nos olvidamos que Dios nos ama y nos cuida. Él se hace cargo de nuestra seguridad. El Rey David recordó esto en su propia vida, y puso su confianza en la providencia de Dios. El texto de nuestra devoción captura maravillosamente los pensamientos de David. Dios es nuestro amparo. Él nos protege de todos nuestros enemigos.
Martín Lutero, el famoso reformador de la iglesia del siglo quince, escribió un hermoso himno titulado “Castillo fuerte es nuestro Dios”. Lutero y sus amigos se apoyaron mucho en el Salmo 46. Cada vez que se encontraban con desafíos, cantaban este himno para recordarse a sí mismos del poder que Dios provee para enfrentar y conquistar esos desafíos.
En este siglo 21 hay muchas cosas que nos pueden amenazar y perturbar–desempleo, cargas financieras, crisis familiares y matrimoniales, problemas por abuso de drogas, enfermedades–por nombrar algunas. Aún nuestras relaciones más cercanas pueden volverse problemáticas y desanimarnos.
Sin embargo, hay una cosa en este mundo con la cual podemos contar siempre, y es el amor de Dios dado a través de Jesucristo. Nuestro Salvador nos amó tanto, que dio su propia vida para salvarnos del poder del pecado, de Satanás, y de la muerte eterna. Él es nuestro refugio, nuestro amparo, y nuestra fortaleza.
Por CPTLN
Recordatorio
Evento de septiembre
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viernes, 24 de septiembre de 2021
Jesús le entiende
Leer | Hebreos 4.14, 15
Las personas tratamos, muchas veces, de consolar a quienes atraviesan situaciones difíciles en la vida. Pero, a veces, las expresiones de consuelo generan más dolor. Por ejemplo, las bienintencionadas palabras de “te entiendo”, suenan vacías si quien las dice nunca ha experimentado la misma situación.
Sin embargo, todos deseamos ser comprendidos. El pasaje de hoy nos asegura que Jesús nos entiende de verdad, porque Él experimentó luchas como las nuestras.
El escritor de Hebreos se refiere a Jesús como nuestro sumo sacerdote. Cada año, el hombre que ocupaba ese cargo ofrecía un sacrificio por el pecado (Lv 6). El sumo sacerdote era el puente que tenía el pueblo hebreo para acercarse a Dios. Cristo no solo tomó para sí este papel, sino que también se convirtió en el sacrificio cuando murió en la cruz. Él está ahora sentado a la diestra del Padre en el cielo, e intercede por nosotros.
Esto es inmensamente consolador, pero además nos recuerda que Cristo comprende realmente nuestro dolor y nuestras debilidades. Él enfrentó las mismas tentaciones, necesidades y aflicciones que nosotros experimentamos. Por ejemplo, una persona que ha sido abandonada puede tener la seguridad de que Cristo también supo lo que era la traición (cuando Judas se volvió contra Él), la soledad (cuando Pedro negó conocerle), y la depresión (cuando enfrentó la separación de su Padre celestial).
Si usted está pasando por algún tipo de aflicción, recuerde las pruebas, sufrimientos y tentaciones de Jesús, y hallará consuelo sabiendo que Él le entiende.
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Lectura para la reflexión de hoy
14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.
15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Hebreos 4.14-15
Jesucristo: El Hijo de Dios
Leer | Juan 1.1, 2
¿Alguna vez ha escuchado a alguien decir que Jesús negó ser Dios? Tal afirmación simplemente no tendría sentido, porque Jesús se colocó, repetidamente, en pie de igualdad con el Padre y con el Espíritu Santo (Jn 10.30; 14.6-14). La Biblia nos da una descripción de su relación íntima y eterna con el Padre celestial.
¿Por qué es tan importante que creamos esto? Porque Jesús hizo algo que nunca se había hecho: Dio a hombres y mujeres la capacidad de ver a Dios de una manera nueva. En Colosenses 1.15, Pablo dice que Jesús es “la imagen del Dios invisible”. Nadie ha visto jamás el rostro del Todopoderoso. En el Antiguo Testamento, algunas personas estuvieron delante de Dios, pero nunca pudieron ver plenamente su gloria. Por ejemplo, aun Moisés, quien es descrito como amigo de Dios (Éx 33.11), no pudo ver directamente a Dios. Cuando más, tuvo la oportunidad de ver “las espaldas de Dios” cuando pasó junto a Él, pero nunca su rostro (Éx 33.18-23).
Jesús, sin embargo, vino para llenar el vacío que había entre la gloria de Dios y la naturaleza pecaminosa del hombre. En el texto griego original, la palabra para “imagen” está directamente relacionada con la palabra española “ícono”. Así como un ícono en la pantalla de su computadora lo lleva directamente al programa principal, Jesús dirige a los creyentes a la plenitud de la gloria de Dios. Como el “ícono”, Jesús es la réplica exacta y perfecta de Dios. Por tanto, Él pudo decir: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14.9).
¿Qué le ha enseñado el Señor Jesús en cuanto al Padre celestial? ¿Cómo puede usted compartir ese conocimiento con alguien hoy?
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Juan 1.1-2
1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
2 Este era en el principio con Dios.
martes, 21 de septiembre de 2021
Dios prolonga el tiempo para la victoria
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Deleitarse en el Señor
Leer | Isaías 61.10, 11
La palabra deleitarse significa tener gran placer, satisfacción y felicidad. ¿No es ésa precisamente la clase de relación que usted quiere disfrutar con el Señor, un compañerismo en el cual ambos disfruten de tiempo juntos? Si eso le suena bien, le tengo una gran noticia: Dios también quiere esa clase de relación que se fortalece por medio de consagración, confianza y paciencia.
• Primero: El creyente debe consagrar sus caminos a Dios. Eso significa aceptar que Él examine nuestros planes y deseos. El Señor es invitado a cambiar todo lo que no concuerde con su plan para nuestra vida.
• Segundo: El creyente debe confiar en Dios. ¿Quién es más digno de nuestra fe que el Padre celestial, quien dio a Jesucristo para salvar a perversos pecadores? Aquel que no escatimó a su propio Hijo, ciertamente dará a sus hijos todo lo que necesiten (Ro 8.32).
• Tercero: El creyente debe descansar en Dios. Cuando nos impacientamos por algún asunto, no nos estamos encomendando al Señor ni confiando en Él. Por nuestra limitada perspectiva humana, esperar con paciencia rara vez es fácil. Pero Dios sabe cuándo están dadas las circunstancias y el tiempo perfecto para que cumpla su voluntad.
Una relación personal con el Señor no es una carga, aunque puede no ser una tarea fácil. Pero el esfuerzo es una labor de amor, porque los humanos hemos sido creados para gozarnos en la presencia de Dios. El mayor placer que podemos experimentar es andar de la mano con el Padre que nos ama.
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Lectura sobre la reflexión
10 En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas.
11 Porque como la tierra produce su renuevo, y como el huerto hace brotar su semilla, así Jehová el Señor hará brotar justicia y alabanza delante de todas las naciones.
Isaías 61.10-11
viernes, 17 de septiembre de 2021
El avisado
El avisado ve el mal y se esconde;
Mas los simples pasan y reciben el daño.Fuera el mal
“No vayas por la senda de los impíos, ni sigas el camino de los malvados. Deja esa senda, no vayas por ella; apártate de ella y sigue adelante.” Proverbios 4:14-15.
La puerta de la cocina que da al patio de afuera en la casa de los Drager está cerrada. Ellos viven en Anchorage, Alaska, y cuando se enteraron que iba a estar por esa zona predicando, nos invitaron a mí y a mi esposa Pam para que nos quedáramos con ellos. Después de habernos mostrado la casa, salimos al patio. Una vez afuera, John cerró la puerta detrás de sí, y nos dijo: “Esta puerta siempre debe quedar cerrada”.
No parecía nada extraño que dijera eso, pero igual me llamó la atención. Probablemente no quería que entraran mosquitos, o que entrara el calor o el frío de afuera. Son muchas las razones por las cuales alguien puede querer tener cerrada una puerta que da hacia fuera. Sin embargo, ninguna de las que se me ocurrió era la verdadera en este caso.
John continuó diciendo: “No hace mucho, los vecinos se encontraron con un oso en la cocina. Habían salido y dejado abierta la puerta que da al patio, y cuando volvieron tenían un oso en la cocina comiendo cereal”.
Un oso en la cocina. Nunca se me hubiera ocurrido que algo así pudiera suceder. Cuando le pregunté: “¿Y qué se hace si se encuentra un oso en la cocina?”, John me contestó: “Hay muchas opiniones diferentes sobre qué hacer. Yo pienso que lo mejor es no dejar que el oso se meta en la casa. Por eso es que mantengo cerrada la puerta que da hacia afuera”.
Su idea me pareció brillante. No sólo con respecto a cómo mantener a los osos fuera de la cocina, sino también con respecto a cómo hacer para mantener los pecados fuera de nuestra vida. El texto de hoy del libro de Proverbios habla del camino de los malvados y la senda de los perversos, y nos dice que debemos evitarlos y alejarnos para no pasar por ellos.
Quienes hemos sido salvados por Cristo y lavados y perdonados por su sangre, hacemos bien en mantener cerrada la puerta de la tentación. Dicho de otra forma, cuando el oso del pecado nos acecha, es mejor no dejarlo entrar en nuestra casa.
Por CPTLN
jueves, 16 de septiembre de 2021
Corre, ponte a salvo o morirás
“Lo sacaron de la ciudad y lo pusieron fuera de ella, conforme a la misericordia que el Señor tuvo de él. Una vez que los sacaron, le dijeron: ‘¡Corre, ponte a salvo! No mires hacia atrás, ni te detengas en toda esta llanura. ¡Huye a los montes, no sea que perezcas!” Génesis 19:16b-17
Debido al huracán Ike, mi vuelo habia sido cancelado y tuve que pasar la noche en un hotel en Amarillo, Texas. Según me dijo uno de mis vecinos, en el fondo de mi casa se cayó un árbol grande, también por culpa del huracán Ike. Pero la pérdida de un árbol no es nada comparada con la destrucción experimentada por muchos.
Increíblemente, el número de personas que perdieron la vida debido al huracán fue mínimo. Quizás se deba a que cientos de miles de personas prestaron atención a las advertencias emitidas en los lugares por donde iba a pasar el huracán: “Todos los vecindarios, y posiblemente todas las comunidades en la costa van a quedar bajo agua… Las personas que no hagan caso a las órdenes de evacuación van a enfrentar una muerte segura”.
Cuando escuché esa advertencia, recordé lo que los ángeles le dijeron a Lot antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra: “¡Corre, ponte a salvo! No mires hacia atrás… Huye… no sea que perezcas”.
Lot obedeció las instrucciones de Dios, y sobrevivió. Su esposa, en cambio, miró hacia atrás, y murió. Así de simple.
Lo más probable es que usted haya escuchado la advertencia que hace Dios con respecto a la salvación: “El que crea y sea bautizado, se salvará; pero el que no crea, será condenado” (Marcos 16:16).
Usted sabe que ha sido salvado completa y totalmente por la fe en Jesucristo que le ha dado el Espíritu Santo, y por ello está agradecido, porque Dios lo ha sacado de la zona peligrosa del pecado, Satanás, y la muerte, y lo ha llevado al perdón y salvación que Jesús logró con su vida, sufrimiento, muerte y resurrección.
Usted ha sido salvado, pero otros aún no. Razón por la cual le aliento a que le pida al Padre al menos por una persona, por esa persona que lleva en su corazón… y que hasta ahora ha decidido ignorar las advertencias de las Escrituras y vivir a su manera. Pídale a Dios que ablande su corazón para que huya del lugar donde está que lo llevará a una muerte segura, y vaya a la protección asegurada por el sacrificio del Salvador.
Por CPTLN
miércoles, 15 de septiembre de 2021
Prioridades
“Uno de ellos, que era intérprete de la ley, para ponerlo a prueba le preguntó: ‘Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?’ Jesús le respondió: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y más importante mandamiento. Y el segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.'”
Mateo 22:35-39
Seguramente hay momentos en los que, al mirarnos desde el cielo, el Señor debe agarrarse la cabeza, pues no siempre hacemos las elecciones correctas, ni decimos palabras positivas o de aliento, ni reaccionamos sin perder la calma.
Lo más probable es que Dios haya decidido darnos sus mandamientos porque vio lo desconcertantes que a veces son nuestras prioridades. Por eso es que, hablando con un abogado que le había tendido una trampa, Jesús dijo que debemos amar a Dios, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
¿Difícil? Quizás. ¿Imposible? Decididamente no. Para rescatarnos de la condenación eterna que nuestra desobediencia demandaba, Dios envió a su único Hijo a este mundo para que tomara nuestro lugar. Jesús resistió toda tentación, cumplió todos los mandamientos, cargó con la culpa de todos nuestros pecados, y con su resurrección venció para siempre a la muerte.
Jesús practicó lo que predicó, amando a su Padre por sobre todas las cosas, y amando no sólo a sus prójimos sino también a sus enemigos, más que a sí mismo.
¿Cómo respondemos a tanto amor? Cambiando nuestras prioridades por las prioridades de Dios.
Por CPTLN
martes, 14 de septiembre de 2021
Reinarán en vida por Jesucristo
Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.
Romanos 5.17
El regalo de la vida
“Éste es el día que el SEÑOR ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él.”
Salmos 118:24
Esta historia la cuenta un pastor en cuya congregación celebraron recientemente el cumpleaños número 100 de uno de sus miembros.
Durante la fiesta de celebración, un amigo se le acercó al centenario, y le dijo: “Fred, te felicito por esta importante fecha, lo único que lamento es que no estarás con nosotros para celebrar tu segundo centenario.” A lo que Fred contestó entre risas: “No estaría tan seguro de que no estaré para celebrar mi cumpleaños número 200. La verdad es que me siento mucho más fuerte al comenzar este segundo siglo que cuando empecé los primeros 100 años.”
Aun cuando nadie sabe que es lo que le espera en el futuro, lo más probable es que tendremos alegrías y tristezas, días de pesadumbre y días de gozo. Pero de lo que sí podemos estar absolutamente seguros, es que el Señor está en control, y que el Salvador, quien ha ganado la última y final victoria por nosotros, ha prometido estar con nosotros siempre.
Esta es una verdad que todos debemos creer firmemente.
Después de todo, no podemos cambiar el pasado, ni sabemos lo que el mañana traerá, o siquiera si el mañana llegará. Todo lo que podemos decir es: “el Señor me ha dado este día; él me ha dado la fuerza para disfrutarlo o sobrevivirlo, o para ir a su lado en el paraíso eterno.”
Cualquiera que sea la forma en que termine, por mi parte yo pondré este día en las manos del Salvador, quien entregó su vida para que pueda tener una vida abundante en este mundo, y una vida perfecta en la eternidad.
Me parece que, si más personas adoptaran esta forma de pensar, la mayoría de nuestras preocupaciones serían erradicadas del futuro y las penas del pasado serían olvidadas. Vivamos cada día de nuestras vidas diciendo: “este es el día que el SEÑOR ha hecho.”
Por CPTLN
lunes, 13 de septiembre de 2021
Los muros caen
El Señor es mi ayuda
“Dios ha dicho: ‘No te desampararé, ni te abandonaré’. Así que podemos decir con toda confianza: ‘El Señor es quien me ayuda; no temeré lo que pueda hacerme el hombre.'” Hebreos 13: 5b, 6.
Hay veces en que las tormentas de la vida nos acosan sin darnos respiro, y nos sentimos como que ya no tenemos más recursos para seguir adelante.
Si se ha sentido así en algún momento, quiero que escuche la historia verídica acerca de un castillo escocés que fue sitiado por enemigos. Los enemigos habían acampado fuera de las murallas del castillo, por lo que sus habitantes se encontraban prisioneros dentro de él.
Luego de varios meses, los enemigos estaban seguros que los habitantes del castillo debían estar a punto de morir de hambre, por lo que, muy confiados, enviaron mensajeros con la demanda de que se rindieran inmediatamente. Como respuesta, los habitantes del castillo les tiraron pescado fresco a través de la muralla.
Por medio de un pasaje subterráneo que llegaba al mar, habían logrado abastecerse de alimento fresco durante todo ese tiempo.
¿Cómo se aplica esto a nuestras vidas? Cuando esté abrumado por los problemas de la vida, sepa que en Jesús puede encontrar la ayuda y la fuerza que necesita para seguir adelante. Los amigos y familiares pueden ser de alguna manera una fuente de ayuda, pero no podemos contar con ellos todo el tiempo.
La única ayuda real que esta vida puede ofrecernos, la encontramos en el Salvador. Él nos ha prometido que jamás nos dejará ni nos abandonará. Él se ha ofrecido a escuchar nuestras oraciones, a caminar a nuestro lado, y a ayudarnos a llevar nuestras cargas.
No sé quién o qué me acechará en el día de hoy. Pero sé que tengo un Salvador que está siempre dispuesto a ayudarme.
Por CPTLN
Evento
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viernes, 10 de septiembre de 2021
Dios y la eternidad
Leer | Mateo 25.31-46
La Palabra de Dios habla claramente de la vida después de la muerte; las personas pasarán la eternidad, o bien en el cielo, o bien en el infierno. Sin embargo, muchos creen que esta realidad no es compatible con otras verdades en cuanto al Señor. Aunque sus objeciones son comprensibles, la Biblia ofrece las respuestas a sus preguntas:
¿Cómo puede el Señor ser bueno si permite que algunas personas vayan al infierno? Dios es amor, y no quiere que nadie viva sin Él (1 Jn 4.8; 1 Ti 2.4). Toda persona puede dejar el pecado y recibir al Salvador, evitando así la separación eterna de Dios. Pero algunos rechazan a Cristo y viven sin Él todos sus días en la Tierra. Por esa decisión, vivirán excluidos de su presencia por la eternidad.
¿Por qué el Señor creó a ciertas personas, a sabiendas de que nunca creerían en Él? Para algunos, esto parece una crueldad. Sin embargo, la alternativa sería peor. Dios nos creó con libre albedrío, lo que significa que podemos elegir obedecer y seguirle. Si nuestro Padre celestial no nos hubiera dejado ninguna opción, seríamos simples robots, incapaces de amarlo y de adorarlo.
¿No es injusto un castigo eterno, particularmente si los no cristianos nunca escucharon del evangelio? Mientras que los no creyentes están vivos, el Padre celestial hace todo para librarlos del castigo eterno —menos violar su libre albedrío. Él da tiempo y evidencias suficientes para que nadie tenga razones para rechazar el camino a la salvación (Ro 1.20; Jn 14.6).
¿Conoce usted al Señor Jesucristo como su Señor y Salvador? Él quiere que pase la eternidad con Él.
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Lectura sobre la reflexión
Mateo 25.31-46
31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria,
32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.
33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;
36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?
38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?
39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
41 Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.
44 Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?
45 Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.
46 E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.
jueves, 9 de septiembre de 2021
La razón de nuestra seguridad
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Romanos 8.28
Desde la eternidad pasada y a lo largo de la historia, Dios todopoderoso ha gobernado con autoridad suprema. Nada está oculto de su conocimiento o más allá del alcance de su control. Por causa de su soberanía, nosotros, por la fe en Cristo, somos parte de su familia, y podemos vivir con la seguridad de que:
• Dios obra para nuestro bien. La Biblia declara que Dios tiene el poder de hacer que, a sus ojos, todas las circunstancias de nuestra vida obren para nuestro bien. Él tiene el conocimiento, el poder y el deseo para lograrlo. Dios promete hacer esto por aquellos que ama y pertenecen a Él.
• Dios nos protege cada día. La Biblia dice que “el ángel del Señor acampa en torno a los que le temen” (Sal 34.7 NVI). Sin el permiso de su voluntad, nada puede tocar a los hijos de Dios. Cuando nuestro Padre celestial permite que sucedan cosas dolorosas, debemos confiar en su naturaleza inmutable y en sus promesas imperecederas. Las personas y las circunstancias cambian, no así el tierno y bondadoso carácter del Señor.
• Dios tiene el control sobre nuestro futuro. Él ha ideado todo un plan para el cuerpo de Cristo y para cada uno de sus miembros —un plan tan magnífico más allá de lo imaginable (1 Co 2.9). Podemos confiar nuestro futuro a Dios porque su carácter y sus planes son perfectos.
Descansar en la soberanía del Señor nos hará libres del temor y la ansiedad. Si usted no tiene seguridad en cuanto a cualquiera de los puntos mencionados antes, confiese su falta de fe al Padre celestial. Pídale que le perdone, y comprométase a meditar en su carácter y sus promesas.
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miércoles, 8 de septiembre de 2021
El plan de rescate del Señor
Leer | ROMANOS 3.10-26
El Creador puso a dos personas con almas puras en el huerto del Edén, pero cuando Adán y Eva eligieron desobedecer, sus corazones se volvieron pecaminosos. Dios les había dicho que el castigo por su pecado era la muerte (Gn 2.17).
Los primeros padres de la humanidad legaron su condición pecaminosa a todo el género humano. Por eso, todos nacemos con un corazón en rebeldía contra Dios. Al igual que un niño que desafía a sus padres tocando un objeto prohibido, nosotros desobedecemos a nuestro Padre celestial porque preferimos seguir nuestros propios deseos.
No es nuestra mala conducta lo que nos condena, sino el hecho de que nuestra naturaleza está corrompida. Nuestros hechos, sean buenos o malos, no son los que determinan dónde pasaremos la eternidad. Aparte del Señor, nadie es justo; ninguna persona ha hecho tanto bien que pueda ganarse un lugar en el cielo. Pero el Padre celestial nos ama y quiere que vivamos con Él eternamente. Por eso, antes de la creación del mundo, concibió una solución.
El plan de redención era sencillo: tenía que hacerse un sacrificio perfecto por el pecado de la humanidad, para que pudiéramos presentarnos sin mancha delante de un Dios santo.
El sacrificio fue Jesucristo, quien murió en la cruz, llevando todo nuestro pecado. Cuando ponemos nuestra fe en Él como nuestro Salvador, nuestra naturaleza “carnal” muere con Él. Y el Espíritu Santo viene a hacer nuevos nuestros corazones para que podemos encontrar gozo en la obediencia a Dios. ¡Somos rescatados y hechos libres!
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Lectura sobre la reflexión
Romanos 3.10-26
10
Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno;
11 No hay quien entienda,
No hay quien busque a Dios.
12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
13 Sepulcro abierto es su garganta;
Con su lengua engañan.
Veneno de áspides hay debajo de sus labios;
14 Su boca está llena de maldición y de amargura.
15 Sus pies se apresuran para derramar sangre;
16 Quebranto y desventura hay en sus caminos;
17 Y no conocieron camino de paz.
18 No hay temor de Dios delante de sus ojos.
19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios;
20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;
22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,
23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.