viernes, 17 de septiembre de 2021

Fuera el mal

 “No vayas por la senda de los impíos, ni sigas el camino de los malvados. Deja esa senda, no vayas por ella; apártate de ella y sigue adelante.” Proverbios 4:14-15.

La puerta de la cocina que da al patio de afuera en la casa de los Drager está cerrada. Ellos viven en Anchorage, Alaska, y cuando se enteraron que iba a estar por esa zona predicando, nos invitaron a mí y a mi esposa Pam para que nos quedáramos con ellos. Después de habernos mostrado la casa, salimos al patio. Una vez afuera, John cerró la puerta detrás de sí, y nos dijo: “Esta puerta siempre debe quedar cerrada”.

No parecía nada extraño que dijera eso, pero igual me llamó la atención. Probablemente no quería que entraran mosquitos, o que entrara el calor o el frío de afuera. Son muchas las razones por las cuales alguien puede querer tener cerrada una puerta que da hacia fuera. Sin embargo, ninguna de las que se me ocurrió era la verdadera en este caso.

John continuó diciendo: “No hace mucho, los vecinos se encontraron con un oso en la cocina. Habían salido y dejado abierta la puerta que da al patio, y cuando volvieron tenían un oso en la cocina comiendo cereal”.

Un oso en la cocina. Nunca se me hubiera ocurrido que algo así pudiera suceder. Cuando le pregunté: “¿Y qué se hace si se encuentra un oso en la cocina?”, John me contestó: “Hay muchas opiniones diferentes sobre qué hacer. Yo pienso que lo mejor es no dejar que el oso se meta en la casa. Por eso es que mantengo cerrada la puerta que da hacia afuera”.

Su idea me pareció brillante. No sólo con respecto a cómo mantener a los osos fuera de la cocina, sino también con respecto a cómo hacer para mantener los pecados fuera de nuestra vida. El texto de hoy del libro de Proverbios habla del camino de los malvados y la senda de los perversos, y nos dice que debemos evitarlos y alejarnos para no pasar por ellos.

Quienes hemos sido salvados por Cristo y lavados y perdonados por su sangre, hacemos bien en mantener cerrada la puerta de la tentación. Dicho de otra forma, cuando el oso del pecado nos acecha, es mejor no dejarlo entrar en nuestra casa.

Por CPTLN