sábado, 31 de octubre de 2020

Dios mueve los cielos y la tierra

 Leer | Hebreos 12.25-29

Dios quiere que estemos conscientes de su presencia, y de que sacudirá nuestro mundo —literal y metafóricamente— para que eso suceda.

El Antiguo Testamento registra que, para captar la atención de la gente, el Señor movió cielo y tierra. El monte Sinaí tembló antes de que Moisés recibiera los Diez Mandamientos (Éx 19.18, 19). Dios también le dijo a Judá que estremecería cielo y tierra, volcando reinos, ejércitos y naciones (Hag 2.20-22).

Dios hizo lo mismo en los tiempos del Nuevo Testamento. En la crucifixión, un terremoto indicó la destrucción de la antigua manera de vivir, y el establecimiento de un nuevo pacto (Mt 27.51). Poco después, un grupo de creyentes fue lleno del Espíritu Santo, y la tierra tembló de nuevo (Hch 4.31).

Pero la agitación geológica y de la sociedad no es simplemente un procedimiento del pasado. Dios sigue haciendo temblar al mundo hoy. Todas las naciones de la tierra “tiemblan” por su preocupación por el medio ambiente, la salud, el hambre y los conflictos políticos. Sin embargo, los problemas actuales parecerán leves en comparación con los desastres y las epidemias que tendrán lugar durante la tribulación (Ap 6). En ese tiempo, se desatará todo tipo de juicios sobre la Tierra para llamar la atención de la gente.

Dios está enviando un mensaje al mundo: La humanidad no es quien lleva las riendas. Porque nos ama, nuestro Padre eliminará todo aquello en que hayamos puesto nuestra confianza fuera de Él, hasta que finalmente solo busquemos la seguridad en nuestro Señor.

Por: Min. En Contacto

Lectura sobre la reflexión de hoy

 Hebreos 12.25-29

25 Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.

26 La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo.

27 Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles.

28 Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;

29 porque nuestro Dios es fuego consumidor.

 









NO halloween

 










viernes, 30 de octubre de 2020





 

Condiciones de una influencia piadosa

 Leer | Daniel 1.1-17

Todo creyente tiene la responsabilidad de ser de influencia positiva para el mundo. Por medio de nuestro ejemplo y testimonio tenemos que ayudar a las personas a entender mejor a Jesucristo, y la manera de seguirle. Por lo que nos dice la Biblia sobre el profeta Daniel, él fue un hombre que utilizaba su influencia sabiamente. Su testimonio influenció no solamente a sus amigos, sino también a cuatro reyes y sus reinos.

Daniel tenía la fuerte convicción de que todas las palabras de las Sagradas Escrituras eran verdaderas. En consecuencia, se negó a comer la comida de la mesa del rey, porque Éxodo 34.15 prohibía consumir cualquier alimento ofrecido a ídolos (práctica común en Babilonia). La fidelidad de Daniel a Dios pesaba más que cualquier temor a represalias por haber rechazado la comida del rey.

El Señor honró la convicción de Daniel, asegurándose de que gozara de la simpatía de hombres poderosos. Dios también le dio la sabiduría y el conocimiento que le permitiría ser de influencia piadosa en todo el reino.

Probablemente, ninguno de nosotros tendrá la oportunidad de influenciar a reyes; sin embargo, nuestro ejemplo puede ser de bendición en nuestro trabajo o en nuestra comunidad. Como fue el caso de Daniel, una influencia piadosa tiene sus raíces en la creencia de que la Biblia es la palabra infalible de Dios. Si nuestras convicciones no están basadas en los preceptos bíblicos, nuestro estilo de vida no puede ser el correcto. Por tanto, el compromiso de descansar en el fundamento de la Palabra de Dios no es negociable.

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Lectura sobre la reflexión de hoy

 Daniel 1.1-17


1 En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió.

Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios.

Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes,

muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos.

Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey.

Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá.

A éstos el jefe de los eunucos puso nombres: puso a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego.

Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse.

Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos;

10 y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza.

11 Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías:

12 Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber.

13 Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas.

14 Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días.

15 Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey.

16 Así, pues, Melsar se llevaba la porción de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres.

17 A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños.

jueves, 29 de octubre de 2020




 

Cuando aceptamos la invitación de Dios

 Leer | Lucas 5.1-11

Las peticiones sencillas de Dios son, a menudo, peldaños que conducen a mayores bendiciones en la vida. Cuando Simón Pedro aceptó la invitación de Jesús, cambió de ser un pescador de peces a ser un pescador de hombres.

Una noche improductiva de trabajo había dejado agotado a Pedro, sin duda alguna. Sin embargo, le permitió al Señor Jesús subir a su embarcación para que le hablara a la multitud. Cuando el Señor terminó de hablar, le pidió al veterano pescador que se dirigiera a aguas más profundas. Pedro sabía que la hora no era buena para pescar, pero obedeció y fue bendecido, no con una, sino con dos barcadas de peces.

A menudo, las bendiciones de Dios son resultado de obedecer peticiones que parecen ilógicas. Aunque preferimos que nos pida realizar algo grande para impactar multitudes, la obediencia en lo pequeño es nuestro mayor logro. Si desobedecemos el llamado a cumplir con alguna acción menor, ¿qué razón tendrá para confiarnos mayores responsabilidades?

Si Pedro se hubiera negado a prestar su embarcación al Señor o a salir a pescar, habría perdido la bendición inmediata de tener una gran pesca, y quizás también la oportunidad de ser un discípulo de Jesús. Al caminar con el Señor durante tres años, Pedro fue testigo de milagros más espectaculares que aquella gran pesca: Un ciego recuperó la vista; Lázaro fue resucitado; y ante la petición del Señor Jesús, el mismo Pedro caminó sobre las aguas. Es decir, todo eso fue resultado de aceptar el llamado del Señor cada vez que Él le pidió que hiciera algo aparentemente pequeño.

Por: Min. En Contacto

Lectura sobre la reflexión

Lucas 5.1-11


 1 Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.

Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.

Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.

Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.

Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.

Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.

Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.

Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.

Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él,

10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.

11 Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.


Nuevo audio

 Nuevo audio bajo el tema: Salmos 126, disponible en el Canal, haz clic sobre el vínculo a continuación para escuchar

https://www.ministeriotv.com/video/salmos-126-21369


miércoles, 28 de octubre de 2020




 

Las obras y la oración

 Leer | JUAN 16.23, 24

Cada día suceden milagros, como cuando las mentes se abren, los ciegos espiritualmente ven la verdad del evangelio, y los rebeldes se convierten en hijos de Dios.

Nuestro Padre celestial espera que nos acerquemos con peticiones grandes. Él ve si lo que pedimos está basado en los méritos y la obra de reconciliación de Cristo; si hemos confesado todo pecado conocido; y si creemos firmemente en que Él hará lo que ha dicho. Por tanto, no debemos dudar; nuestro Padre quiere que estemos seguros de que Él cumplirá sus promesas, y que responderá para nuestro bien. Él se deleita en dar regalos a sus hijos (Mt 7.11).

Dios responde nuestras peticiones cuando están en armonía con su plan. Y sabemos que Él no actuará de una manera que no sea acorde con su carácter. Así que, al escudriñar la Biblia podemos descubrir si nuestros deseos están de acuerdo con la naturaleza y los propósitos de Dios. También podemos aprender de quienes tuvieron un dilema similar: de Eliseo, quien llegó al agotamiento y cayó en la desesperación; de Rut y Noemí, unas viudas pobres que necesitaron la ayuda del Señor; o de David, cuya vida estuvo en peligro. Sus interacciones con Dios —y las maneras como Él respondió— nos dirán cómo podemos hablar con nuestro Padre celestial de nuestras dificultades. Y podemos estar seguros de que el Espíritu Santo nos ayudará (Ro 8.26).

Dios es el único que conoce las acciones ideales que habremos de tomar, y el momento adecuado para hacerlo. Pero Él nos invita a pedir con fe, y a seguir pidiendo (Mt 7.7).

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Lectura sobre la reflexión

 Juan 16.23-24

23 En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.

24 Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.


martes, 27 de octubre de 2020


 

Una fe en aumento

 Leer | Génesis 22.1-14

Si estamos decididos a avanzar espiritualmente, no podemos conformarnos con una fe pequeña. Quitamos la mirada de nosotros mismos y la ponemos en el Señor, porque anhelamos tener más fe.

Comenzamos convirtiéndonos en estudiantes de la Biblia, con el deseo irresistible de experimentar la presencia del Señor, pasar más tiempo con Él, y ser conformados a la semejanza de Cristo.

La segunda característica de una fe más profunda, es la fuerte confianza en el Espíritu Santo, evidenciada por la costumbre de acudir a Dios antes de tomar decisiones. Tercero, demostramos la disposición de esperar en Dios y confiar en lo que Él dice. El Señor alabó al centurión por su gran fe. Por confiar en la persona y en el carácter de Jesús, el soldado creyó que la palabra de Cristo era todo lo que se necesitaba (Mt 8.5-10).

Pero hay un nivel de fe aun mayor, en el que la incredulidad es desterrada y solo la confianza en Dios permanece. Abraham mostró esa confianza cuando el Señor le ordenó que sacrificara a Isaac. La poca fe nunca habría cortado la madera o ensillado los asnos para hacer el viaje. La fe que él tenía lo impulsó a hacer el viaje, tal como Dios le había ordenado, creyendo que el Señor resolvería las cosas. La fe total actuará como hizo Abraham: él creyó lo que el Señor le había prometido; cumplió con la orden divina, aunque eso parecía contradecir la promesa que Dios le había hecho.

Que la fe total sea la oración y la aspiración de su corazón. El Espíritu Santo está siempre listo para ayudarle a alcanzar el siguiente nivel de fe.

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Lectura sobre la reflexión

 Génesis 22.1-14

1 Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí.

Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.

Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo.

Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos.

Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros.

Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos.

Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?

Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos.

Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña.

10 Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo.

11 Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí.

12 Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.

13 Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.

14 Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá.Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto.

Culto de Altar y devocional

 Disponible en el Canal para escuchar clic en el siguiente enlace

https://www.ministeriotv.com/video/culto-de-altar-y-devocional-21368












domingo, 25 de octubre de 2020

viernes, 23 de octubre de 2020






 

Lo que Sedequías elegió

 “En el noveno año de Sedequías rey de Judá, en el mes décimo, vino Nabucodonosor rey de Babilonia con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitiaron” (Jer. 39:1).

El sitio de Jerusalén fue horroroso. Duró dos años. Jeremías lo describe llorando en su libro de Lamentaciones: “Aun los chacales dan la teta, y amamantan a sus cachorros; la hija de mi pueblo es cruel como los avestruces en el desierto. La lengua del niño de pecho se pegó a su paladar por la sed: lo pequeñuelos pidieron pan, y no hubo quien se lo repartiese… Las manos de mujeres piadosas cocieron a sus hijos; sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del quebrantamiento de la hija de mi pueblo. Cumplió Jehová su enojo, derramó el ardor de su ira; y encendió en Sion fuego que consumió hasta sus cimientos” (Lam. 4:3-11).

Finalmente los babilonios abrieron brecha en la muralla de la ciudad. La aprovechó el ejército de Sedequías y se escapó. Cuando el rey se vio abandonado, él mismo huyó con su familia para salvarse la vida, pero el ejército de los caldeos los siguió, y le alcanzaron en los llanos de Jericó “y degolló el rey de Babilonia a los hijos de Sedequías en presencia de éste en Ríbla, haciendo asimismo degollar el rey de Babilonia a todos los nobles de Judá. Y sacó los ojos del rey Sedequías, y le aprisionó con grillos para llevarle a Babilonia. Y los caldeos pusieron a fuego la casa del rey y las casas del pueblo y derribaron los muros de Jerusalén” (Jer. 39:6-8).

Pasó justo lo que Jeremías le dijo que iba a pasar. El rey podía haber salvado muchas vidas de su pueblo y las de su familia y pudo haberse salvado de la tortura si hubiese hecho caso, pero era estúpido, incrédulo, cobarde, inconsecuente, egoísta, y débil. Conociendo la verdad, la rechazó. Quiso salvarse y se perdió. Eligió la ceguera, porque no quiso ver. Había visto que los falsos profetas habían mentido. Había visto cumplirse cosa tras cosa que Jeremías había profetizado. Sabía que Jeremías era fiel profeta de Dios, sin embargo consintió a que le torturasen, a que le encarcelasen, y que le echasen en el pozo para morir de hambre. Decidió forjar su propia salvación, ¡y mira el resultado! La ciudad por la cual él era responsable delante de Dios se perdió.

Y cómo él, muchos. ¿Qué pasa con nosotros? ¿Somos seres irracionales? Buscamos a pulso nuestra condenación. ¿Cómo podemos ser tan tontos? No se pierde alguien por falta de verdad. La misma naturaleza testifica a la existencia de Dios. Tenemos su palabra. Nuestros familiares la han escuchado hasta a saciedad. Han visto nuestras vidas. Saben que el evangelio es cierto. Sin embargo eligen el camino de la muerte. ¿Cómo es posible? Jeremías mismo nos explica el por qué: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9). Da con la clave. No es el cerebro, es el corazón. El mundo está lleno de “Sedequías” que buscan su propia perdición, y su condenación es más que justa. Dios ha sido misericordioso y más que misericordioso con el rey. Le ha dado oportunidad tras oportunidad, pero eligió la incredulidad y pagó el precio por ello en sus propias carnes.

Enviado por el Hno. Mario Caballero

Vida e inmortalidad

 pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio,

2 Timoteo 1.10

jueves, 22 de octubre de 2020


 

¿Qué pasó después de la caída de Jerusalén?

 “Los caldeos pusieron a fuego la casa del rey y las casas del pueblo y derribaron los muros de Jerusalén. Y al resto del pueblo que había quedado en la cuidad, y los que se habían adherido a él, con todo el resto del pueblo que había quedado, Nabuzaradán capitán de la guardia los transportó a Babilonia” (Jer. 39:8, 9).

Nabuzaradán dejó en Jerusalén solo a los más pobres: “Hizo quedar en tierra de Judá a los pobres del pueblo que no tenían nada, y les dio viñas y heredades” (v. 10). También hizo venir a vivir en Judá a gentes de otros pueblos conquistados. Éstos se mezclaron con los pobres de Judá para dar origen a lo que después se llamarían “los samaritanos”. Ya sabemos cómo fueron considerados en tiempos de Jesús. Practicaban una mezcla de culto a sus dioses y culto al Dios de Israel.

Jeremías fue llevado hacia Babilonia en cadenas con los demás cautivos de Jerusalén, pero el capitán de la guardia lo buscó y lo dejó libre para elegir entre ir a Babilonia, donde estaría protegido por el rey, o volver a Israel: “Ve a donde mejor y más cómodo te parezca ir” (40:4). Este trato diferencial fue debido a sus profecías que aconsejaban que Judá se rindiese a Babilonia. ¡Los babilonios le valoraban, cosa que no hizo su propio pueblo! ¡Reconocieron que Judá había caído tal como Jeremías había dicho, porque los judíos habían pecado contra el Señor! (40:3). Jeremías eligió volver a Judá: “Se fue entonces Jeremías a Gadalías, el gobernador que los caldeos pusieron sobre Judá, y habitó con él en medio del pueblo que había quedado en la tierra” (40:6).

Volvieron a Judá muchos judíos que estaban en otros lugares esparcidos para vivir bajo su gobierno (40:12). Parecía que iba a haber paz, pues Gadalías era un hombre pacífico y honorable, pero no gozaba de la aceptación de los guerrilleros que todavía iban luchando por el campo. Se sublevaron. Uno de sus líderes, un tal Ismael, le asesinó a él, a sus oficiales y a los soldados babilonios que estaban con él (41:3). También mató a 80 hombres que llegaron para adorar en el templo, echó sus cuerpos en un pozo y capturó a mucha gente (41:7-15). Cuando lo supieron los demás líderes guerrilleros, salieron en su contra y libraron a sus cautivos, pero este Ismael se escapó.

Ahora toda esta gente temía represalias de los caldeos por la muerte del gobernador y decidieron huir. Pidieron a Jeremías que consultara a Dios para saber qué hacer. Prometieron que harían lo que Dios dijese (42:1-3). Diez días más tarde llegó la respuesta de parte del Señor: quedaros en Judá bajo los babilonios y os irá bien (42:11), pero no lo creyeron. Decían que Jeremías mentía. Jeremías les avisó que si fuesen a Egipto morirían de hambre, de la espada, y de pestilencia, pero no lo creyeron (42: 20-22). Jeremías les dijo: “¿Por qué os engañáis a vosotros mismos? Porque vosotros me enviasteis a Jehová vuestro Dios, diciendo: Ora por nosotros a Jehová nuestro Dios, y haznos saber todas las cosas que Jehová nuestro Dios diga, y lo haremos. Y os lo he declarado hoy, y no habéis obedecido a la voz de Jehová vuestro Dios” (v. 20). Se empeñaron en huir a Egipto, ¡y obligaron a Jeremías y a Baruc a ir con ellos!, y se llevaron a todo el remanente que había vuelto para vivir en Judá. Así que llegaron a Egipto los guerrilleros con esta gran multitud, a la cuidad de Tafanes, en explícita desobediencia al Señor (43:7). ¿Qué podemos decir? De verdad, ¡uno se desespera con su tozudez! ¿Por qué insisten en buscar su propia destrucción?

Enviado por el Hno. Mario Caballero

Dios juzgará al mundo

 Tomado del Salmo 50, escucha este tema disponible en el Canal. Haz clic sobre el enlace a continuación

https://www.ministeriotv.com/video/dios-juzgar-al-mundo-21300


Salmos 50

 1 El Dios de dioses, Jehová, ha hablado, y convocado la tierra,

    Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone.


2 De Sion, perfección de hermosura,

Dios ha resplandecido.


3 Vendrá nuestro Dios, y no callará;

Fuego consumirá delante de él,

Y tempestad poderosa le rodeará.


4 Convocará a los cielos de arriba,

Y a la tierra, para juzgar a su pueblo.


5 Juntadme mis santos,

Los que hicieron conmigo pacto con sacrificio.


6 Y los cielos declararán su justicia,

Porque Dios es el juez. Selah


7 Oye, pueblo mío, y hablaré;

Escucha, Israel, y testificaré contra ti:

Yo soy Dios, el Dios tuyo.


8 No te reprenderé por tus sacrificios,

Ni por tus holocaustos, que están continuamente delante de mí.


9 No tomaré de tu casa becerros,

Ni machos cabríos de tus apriscos.


10 Porque mía es toda bestia del bosque,

Y los millares de animales en los collados.


11 Conozco a todas las aves de los montes,

Y todo lo que se mueve en los campos me pertenece.


12 Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti;

Porque mío es el mundo y su plenitud.


13 ¿He de comer yo carne de toros,

O de beber sangre de machos cabríos?


14 Sacrifica a Dios alabanza,

Y paga tus votos al Altísimo;


15 E invócame en el día de la angustia;

Te libraré, y tú me honrarás.


16 Pero al malo dijo Dios:

¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes,

Y que tomar mi pacto en tu boca?


17 Pues tú aborreces la corrección,

Y echas a tu espalda mis palabras.


18 Si veías al ladrón, tú corrías con él,

Y con los adúlteros era tu parte.


19 Tu boca metías en mal,

Y tu lengua componía engaño.


20 Tomabas asiento, y hablabas contra tu hermano;

Contra el hijo de tu madre ponías infamia.


21 Estas cosas hiciste, y yo he callado;

Pensabas que de cierto sería yo como tú;

Pero te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos.


22 Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios,

No sea que os despedace, y no haya quien os libre.


23 El que sacrifica alabanza me honrará;

Y al que ordenare su camino,

Le mostraré la salvación de Dios.

miércoles, 21 de octubre de 2020





 

Promesa para un pueblo destrozado

 “Vino palabra de Jehová a Jeremías la segunda vez, estando él aún preso en el patio de la cárcel, diciendo:…” (Jer. 33:1).

Los hay que dicen que el Dios del Antiguo Testamento es muy severo mientras que el Dios del Nuevo que Cristo revela es un Dios de amor. Tales no conocen ni el Antiguo Testamento ni el Nuevo, ni mucho menos al Dios que se revela como el idéntico Ser en ambos testamentos. El capítulo que tenemos por delante es un botón de muestra. En él tenemos una revelación del corazón amante y compasivo de este Dios que califican como duro. El Antiguo Testamento tiene una revelación del amor de Dios Padre en aun más profundidad que la que tenemos de Él en el Nuevo, porque no hace falta repetir en el Nuevo lo que ya consta en el Antiguo. El Nuevo Testamento edifica sobre el fundamento del Antiguo, y el Antiguo enseña abiertamente su corazón.

La profecía de hoy empieza: “Así ha dicho Jehová acerca de las casas de esta ciudad: “Vinieron para pelear contra los caldeos, (solo) para (luego) llenar las casas de cuerpos de hombres muertos, a los cual herí yo con mi furor y con mi ira, pues escondí mi rostro de esta ciudad a causa de toda su maldad” (v. 5). Dios dice que es Él quien ha matado a los caídos en guerra de la ciudad de Jerusalén debido a su horrendo pecado. Si uno lee este versículo fuera de su contexto podría decir: “Ves, aquí tenemos un Dios de ira, implacable, desalmado, vengativo, un Dios de castigo, juicio, y muerte”. Pero si conoces la historia que desembocó en esta matanza, comprendes que ha sido totalmente justificado el castigo de Israel por las atrocidades que han cometido. Su pecado ha clamado al Cielo y el Cielo ha esperado siglos para que se arrepintiesen, y no lo han hecho. Al final Dios ha tenido que actuar para hacer posible su futura salvación, porque los ama entrañablemente. Lejos de ser justiciero y sanguinario, nada más pronunciar el juicio, ¡corre para prometer restauración!

¡Mira lo que les promete!: “He aquí que yo traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y verdad. Y haré volver los cautivos de Judá y cautivos de Israel, y los restableceré como al principio. Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron. Y me será a mí por nombre de gozo, de alabanza y de gloria, entre todas las naciones de la tierra, que habrán oído todo el bien que yo les hago; y temerán y temblarán de todo el bien y de toda la paz que yo les haré” (v. 6-9). Estos versículos por sí solos son bonitos, pero ¡dentro de su contexto, son una revelación del corazón de misericordia de Dios a un pueblo que no merece nada!

Y hay más. En este mismo contexto Dios les promete el Salvador. ¿Qué padre promete regalos a su hijo rebelde justo antes de castigarlo? ¡Pero Dios sí! “En aquellos días… haré brotar a David un Renuevo de justicia, y haré juicio y justicia en la tierra. En aquellos día Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y se le llamará (¡a Jesús!) “Jehová, justicia nuestra”… No faltará a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel. Ni a los sacerdotes y levitas faltará varón que delante de mí ofrezca holocausto” (ver vs. 14-18). ¡Dios está prometiendo que el Mesías vendrá y que Él será Rey y Sacerdote para siempre!

¿Qué tal te parece este Dios?

Enviado por el Hno. Mario Caballero

martes, 20 de octubre de 2020






 

Volver al principio

 “Dice, pues, el Señor: porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado…” (Is. 29:13).

Hubo un tiempo, hace unos 40 años, cuando se usaba este texto para referirse a la Iglesia Católica con su sistema de ritos exento de vida, pero desgraciadamente hemos caído en lo mismo y ahora se puede aplicar igualmente a la Iglesia Evangélica. En muchos casos, la iglesia existe para perpetuar un sistema de cultos que no cambia vidas. No somos lo que éramos. No hay conversiones impactantes. Falta la figura del evangelista. No hay cuidado pastoral. No hay confesión y abandono del pecado. No hay crecimiento en santidad. No hay palabra profética fresca del cielo y las ovejas tienen hambre.

En el primer capítulo de Isaías, Dios da su opinión acerca de la religión estéril: “¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos… Venís delante de mí para hollar mis atrios. No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación… El convocar asambleas no lo puedo sufrir… cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré” (Is. 1:10-15). ¡Palabras tremendas! ¿Para qué nos sirve la doctrina correcta si no tiene vida?

¿Dónde está la iglesia que se parece al libro de Hechos? En África, en la India, en la China. El fundador de la misión “Gospel for Asia” (El Evangelio para Asia)[1] escribe acerca de sus obreros: “Ellos son los verdaderos hermanos de Cristo acerca de los cuales habla la Biblia, caminando de pueblo en pueblo enfrentando palizas y persecución para traer a Cristo a los millones de perdidos quienes todavía no han oído la buena nueva de su amor. Sin temor a los hombres, como su Señor, están dispuestos a vivir como él vivía: durmiendo al lado de los caminos, pasando hambre y aun muriendo para compartir su fe. Salen aunque se les dicen que la misión no tiene fondos. Están decididos a predicar aunque saben que significa sufrimiento. ¿Por qué? Porque aman a las almas perdidas que están muriendo cada día sin Cristo. Están demasiado ocupados haciendo la voluntad de Dios para enredarse en la política de la iglesia, en reuniones de comité, en campañas para levantar fondos, y en relaciones públicas”.

Puede ser que el colapso de la iglesia tradicional que vemos en nuestros días es el mover de Dios para comenzar algo nuevo, que el sufrimiento de tantos hermanos que aman la iglesia de Cristo en España es el preludio a un volver al comienzo, no a una iglesia para la juventud con más ritmo y sensaciones, sino a una que se parece al libro de Hechos con poder y persecución, y la verdadera extensión del evangelio. “Qué así sea”, es el clamor de muchos corazones.

Enviado por el Hno. Mario Caballero

La oración y la Iglesia

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