Leer | Hebreos 12.25-29
Dios quiere que estemos conscientes de su presencia, y de que sacudirá nuestro mundo —literal y metafóricamente— para que eso suceda.
El Antiguo Testamento registra que, para captar la atención de la gente, el Señor movió cielo y tierra. El monte Sinaí tembló antes de que Moisés recibiera los Diez Mandamientos (Éx 19.18, 19). Dios también le dijo a Judá que estremecería cielo y tierra, volcando reinos, ejércitos y naciones (Hag 2.20-22).
Dios hizo lo mismo en los tiempos del Nuevo Testamento. En la crucifixión, un terremoto indicó la destrucción de la antigua manera de vivir, y el establecimiento de un nuevo pacto (Mt 27.51). Poco después, un grupo de creyentes fue lleno del Espíritu Santo, y la tierra tembló de nuevo (Hch 4.31).
Pero la agitación geológica y de la sociedad no es simplemente un procedimiento del pasado. Dios sigue haciendo temblar al mundo hoy. Todas las naciones de la tierra “tiemblan” por su preocupación por el medio ambiente, la salud, el hambre y los conflictos políticos. Sin embargo, los problemas actuales parecerán leves en comparación con los desastres y las epidemias que tendrán lugar durante la tribulación (Ap 6). En ese tiempo, se desatará todo tipo de juicios sobre la Tierra para llamar la atención de la gente.
Dios está enviando un mensaje al mundo: La humanidad no es quien lleva las riendas. Porque nos ama, nuestro Padre eliminará todo aquello en que hayamos puesto nuestra confianza fuera de Él, hasta que finalmente solo busquemos la seguridad en nuestro Señor.
Por: Min. En Contacto