Salmo 24
¿Quién merece subir al monte del Señor? ¿Quién merece llegar a su santuario? Sólo quien tiene limpias las manos y el corazón puro. (Sal 24:3-4a)
Hay lugares a los que nos gustaría mucho entrar, aunque sea por curiosidad. Pero no es posible, a menos que el dueño o el jefe nos inviten. Necesitamos un vínculo con quien decide el acceso; tenemos que reunir las condiciones para estar allí. Pensemos, por ejemplo, en alguien que desea presenciar una cirugía de corazón, parándose al lado de los cirujanos. Imposible, a menos que sea parte del equipo médico.
Dios habita en el más santo de los lugares. Un lugar en el que su santidad es como una luz que encandila y consume. ¿Qué persona, contaminada por el pecado, está en condiciones de entrar? A menos que tengamos la justicia y la santidad que se requieren, no estamos en condiciones de permanecer en la presencia del Creador del universo y del Señor de la historia.
Sin embargo, Dios ha abierto una posibilidad para llegar a su presencia: es entrando junto con su hijo Jesús. Si conocemos al Príncipe, podemos llegar al Rey. Jesús es el príncipe que viene a este mundo y que luego de su misión regresará al Padre. Él viene al rescate de los pecadores. Siendo Dios, nacerá en un pesebre, vivirá como siervo y purificará con su perdón a todos los que creen en su nombre. Él atribuirá justicia perfecta a quienes esperan en su gracia, quienes anhelan ser cambiados. Al ser bautizados, al congregarnos con su pueblo y al oír su evangelio, estamos en comunión con Jesús como un anticipo del gran reencuentro con el Padre en la eternidad. ¿Quién entrará? Esperemos al Príncipe. Confiemos en el Hijo. Con él hay entrada al Padre.
Por CPTLN