“Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23).
La Palabra de Dios es simiente viva que produce lo que siembra en nuestros corazones. Si tú siembras semillas de capuchinos, cosechas capuchinos. Si siembras semillas de pepino, cosechas pepinos. Lo mismo con tomates, acelgas, etc., siempre que la semilla no se haya pasado. En el caso de la Palabra, es una semilla que nunca se muere, pues, “es semiente incorruptible que vive y permanece para siempre”.
Hemos sido salvos por la implantación de esta semilla viva en nuestros corazones, como dice el texto: “Siendo renacidos no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre”. Renacidos significa que hemos nacido de nuevo. Esta es una obra de Dios. Nosotros creímos el evangelio, y el Espíritu de Dios, por medio de la Palabra de Dios, hizo el milagro del nuevo nacimiento en nosotros y nacimos como bebés en la familia de Dios. El apóstol continua: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:2).
“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la Palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Sant. 1:21).
La Palabra de Dios es una semilla viva que produce lo que dice. Por ejemplo, Dios dijo:“Sea la luz” y hubo luz. Si la palabra dice “amor”, produce amor. Si la Palabra dice “paz”, produce paz. Si es “paciencia”, produce paciencia. Otro ejemplo, la Palabra dice: “Amaos unos a otros de entrañablemente, de corazón puro” (1:22). Si recibimos esta palabra viva en nuestro corazón con la intención de obedecerla, ¡produce amor! Puede ser que pensábamos que no podíamos amar a cierta persona, pero como hemos decidido obedecer la Palabra de Dios, y la hemos recibido como esta semilla viva, y la plantamos en nuestro corazón, ¡ha producido amor! Un hijo rebelde encuentra imposible respetar a sus padres. Lee Efesios 6:2, decide obedecer, y recibe la capacidad de hacerlo.
La Biblia está llena de mandamientos. La misma Palabra es la semilla para obedecerlos, porque va acompañada con el Espíritu Santo que la mantiene viva. La Biblia está llena de semillas vivas y cuando las plantamos en tierra buena, dan su fruto. Esto es formidable. La Palabra crea fe. Cambia actitudes. Pone deseos buenos en nuestros corazones. Hay muchas cosas difíciles de cumplir, pero cuando nos disponemos a obedecer a Dios, es decir, a su Palabra, esta misma Palabra nos capacita para hacerlo.
Gracias, Señor, porque tu Palabra produce los frutos del Espíritu Santo en nosotros. Gracias por todas estas semillas vivas que podemos plantar en nuestros corazones para cosechar todo un campo de fruto para ti, que significa una vida cada vez más transformada por la Palabra de Dios. Amén.
Enviado por el Hno. Mario Caballero