“Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria” (1 Cor. 2:7).
Pedro ha estado hablando de nuestra salvación y la maravillosa herencia que tenemos los hijos de Dios, herencia tan hermosa que nuestra fe tiene que ser puesta a prueba a ver si somos dignos de recibirla, la dignidad siendo una fe viva que funciona. Esta salvación fue anunciada en el Antiguo Testamento, pero los mismos profetas no entendían algunas cosas que escribían. Querían saber quién iba a sufrir y cuándo ocurriría esto, cuando el Espíritu Santo predijo el sufrimiento y las glorias de Cristo: “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación” (1 Pedro 1:10). No entendían la Cruz.
Tampoco entendían los ángeles (1 Pedro 1:12). Les tenía que haber extrañado muchísimo cuando su Dios y Creador se humilló y tomó carne humana y vino a habitar entre estos desgraciados y rebeldes seres humanos, pero cuando Cristo fue rechazado, calumniado y maltratado, entendían menos. “¿Qué están haciendo con nuestro Señor?”, se preguntarían indignados. Y cuando fue llevado para ser crucificado, legiones de ángeles habrían estado atentos, esperando la orden de bajar y destruir a los malvados criminales que tenían preso al Señor de la gloria. Cuando no llegó la orden y le veían morir, quedarían estupefactos, atónitos, perplejos, y airados al sacrilegio que habían cometiendo estos viles mortales. Para ellos, las cosas no volvieron a la normalidad hasta que su Señor no rompiese las garras de la muerte y ellos pudiesen por fin bajar y quitar la piedra y anunciar que Cristo había resucitado vencedor.
Los discípulos tampoco habían entendido la necesidad de la Cruz. Pedro le dijo a Jesús que no se le ocurriese semejante idea (Mat. 16:22).
Tampoco entendían los gobernantes de este siglo. “La sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubiesen conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria” (1 Cor. 2:7).
Tampoco la puede entender el incrédulo: “El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender” (1 Cor. 2:14; cf. 1 Cor. 1:18).
Solo se entiende la Cruz, la salvación y las glorias de nuestra herencia, el brillante plan elaborado desde la eternidad por la sabiduría oculta de Dios, si Él nos lo revela. ¡Y nosotros hemos recibido esta revelación! “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu” (1 Cor. 2:10).“Nosotros hemos recibido el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que nos ha concedido” (1 Cor. 2:12). “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman, pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu… porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Cor. 2:9, 16), para entender la revelación de Dios.
Enviado por el Hno. Mario Caballero