miércoles, 31 de diciembre de 2014

Firme y adelante, creyente


¡Firme y adelante, creyente!


Cómo mantenerse en movimiento cuando los tiempos se ponen difíciles.

No aguanto más.
¿Cuánto más espera Dios que aguante? ¿Por qué no me ayuda? ¿Alguna vez se ha sentido usted así? Las presiones del trabajo, las dificultades familiares, los asuntos de la iglesia, los problemas de salud, los conflictos personales y las luchas económicas —la lista de dificultades que nos abruman es interminable. Es difícil ver una luz al final de un túnel oscuro, y ni hablar de cómo puede uno atravesarlo victoriosamente. ¿Dónde se pueden encontrar las fuerzas para seguir adelante cuando uno está tan fatigado?
Afortunadamente, Dios nos hace una promesa maravillosa: “Los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Is 40.31). Este versículo no se refiere solamente a la debilidad física. El agotamiento emocional puede ser aun más aplastante. Cuando estamos extenuados, una buena noche de sueño, por lo general, renovará nuestras fuerzas; pero cuando estamos sobrecargados de un agotamiento emocional, éste puede consumirnos por completo debido a los temores y a las dudas: ¿Cómo podré enfrentar el día de mañana? Señor, ¿dónde estás?
Así es exactamente como se sintieron los israelitas cuando el Señor habló por medio del profeta Isaías. “¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino está escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio?” (v. 27). A veces, nuestras circunstancias nos hacen sentir que el Señor se ha olvidado de nosotros. Si somos sus hijos, ¿no debería sacarnos de apuros y hacer que nuestra vida sea fácil y agradable? No necesariamente.
Esta actitud revela que estamos olvidando que el sufrimiento y las dificultades son parte de la vida, incluso para los creyentes. Cuando Adán y Eva decidieron seguir a Satanás, y no a Dios, las consecuencias del pecado afectaron al mundo entero y, por tanto, nadie está exento de ellas.
La clave para obtener la victoria se encuentra en responder correctamente a las dificultades, sin tratar de escapar de ellas. Cualquiera puede seguir adelante cuando se eliminan las cargas, pero los que confían en el Señor en medio de las dificultades, perseverarán. Sin embargo, esta clase de confianza solo es posible cuando conocemos a Dios y entendemos sus propósitos.
Sepa quién es Dios
Isaías describe al Señor como el eterno Dios y Creador, que nunca se cansa y cuyo entendimiento es insondable (v. 28). Por tanto, consideremos cómo pueden estos atributos aumentar nuestra confianza en Él. Como Dios eterno, el Señor tiene una perspectiva eterna de nuestra situación, mientras que nosotros vemos solo el presente. Puesto que Él es nuestro Creador, tiene planes para nuestra vida, y ellos se están llevando a cabo mediante cada circunstancia que vivimos. Además, Él jamás nos pierde de vista, pues siempre estamos en su pensamiento. Por otra parte, el Señor es omnisciente, lo cual significa que las razones para permitir las pruebas en nuestra vida pueden estar más allá de nuestra comprensión; pero siempre son necesarias, y con el propósito de hacernos bien.


En el mismo capítulo, Isaías describe al Señor como un pastor que cuida, reúne y conduce suavemente a sus ovejas (v. 11). Aquí vemos la grandeza del amor y la misericordia de Dios. Él se interesa y provee para nuestras necesidades, nos lleva entre sus brazos cuando estamos demasiado débiles para caminar, y nos guía suavemente cuando no sabemos a dónde ir. Todas estas cualidades deben motivarnos a confiar en Él.
Entienda lo que Dios está dispuesto a hacer
Si usted alguna vez ha estado tentado a darse por vencido o a poner quejas al Señor, tal vez sea porque le esté resultando difícil entender lo mucho que Él quiere ayudarle. “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas” (v. 29). Dios nunca tiene la intención de que vivamos dependiendo de nuestras fuerzas. Es por eso que, a veces, nos deparará momentos de debilidad para enseñarnos a reemplazar nuestras endebles fuerzas terrenales con su poder celestial. Si usted necesita fuerzas físicas o emocionales, Él puede darle de su poder divino.
Espere en el Señor
Puesto que Dios tiene todo el poder que podamos necesitar, y desea compartirlo con nosotros, tenemos que entender cómo aprovecharlo. Isaías nos dice que la clave es esperar en el Señor (cf. v. 31). Esa es probablemente lo último que usted quiere escuchar cuando está agobiado. ¡Quiere alivio, no esperar! Sin embargo, esperar en el Señor no es lo mismo que esperar el final de un tiempo difícil en la vida.
La palabra hebrea traducida como “esperar” conlleva la idea de esperanza y confianza. Puesto que no sabemos automáticamente qué esperar de Dios, o cómo va a obrar en nuestras vidas, tenemos que pasar tiempo con Él, decirle cómo nos sentimos, y meditar en la Biblia para entender lo que desea hacer en nuestra vida. Después debemos escuchar en silencio y con confianza su respuesta. Si confiamos en sus promesas, nuestra ansiedad será sustituida por su paz.
Tal vez el mejor ejemplo que he visto de alguien que sabía cómo vivir con las fuerzas que Dios da, fue una mujer llamada Bertha, con quien serví en una convención. Aunque tenía 97 años de edad, esta ex-misionera en la China trabajó sin descanso durante la semana —orando por las personas, hablando con ellas hasta altas horas de la noche, y levantándose temprano. Después de un día muy largo y agotador, cuando regresaba arrastrando los pies al centro de convenciones, vi que Bertha seguía trabajando. Le pregunté: “¿Cómo hace usted para seguir haciendo esto todos los días?” Ella sonrió, y dijo: “No estoy utilizando mis energías, sino las del Señor”.
En ese momento no entendí realmente lo que ella quiso decir, pero supe que era algo que necesitaba aprender. Con el tiempo, Dios me lo enseñó, pero aprendí la lección de la forma más difícil, por medio de fracasos. Tenía la idea de que Dios y yo podíamos lograr cualquier cosa, y me lancé a servirle. De lo que no me estaba dando cuenta era que hacía las cosas conforme a mi plan y con mis propias fuerzas, no las de Él. Durante un tiempo pareció que todo estaba funcionando bien, pero al final el Señor me cerró las puertas. Por tres meses, básicamente no me permitió hacer nada. Durante ese tiempo aprendí que no podemos esperar trazar nuestro propio camino, pensando que Dios se arrimará a nosotros para ayudarnos si las cosas se nos ponen difíciles. El Señor da fuerzas para las cargas que Él permite, no para las que nos echamos encima nosotros mismos, ignorando su voluntad.
Durante ese tiempo de mi vida, experimenté la verdad de Gálatas 2.20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. La única manera de seguir adelante en los tiempos difíciles es dejar que Cristo viva a través de nosotros. Cuando ya no aguantemos más y aceptemos que Él nos sustentará, podremos realizar lo que estamos llamados a hacer.
El Señor no promete impedir los problemas, pero sí que nos dará fuerzas para afrontarlos. Cuando esperamos en el Señor, creyendo que tiene poder y que está dispuesto a venir en nuestra ayuda, todo es posible.

Por Charles F. Stanley