Momentos de debilidad

La ociosidad dejó que la mente del rey David pensara en el adulterio con Betsabé. El agotamiento llevó a Elías a considerar que la muerte era preferible a la vida (1 R 19.4). El orgullo pudo haber contribuido a que Eva escuchara a la serpiente (Gn 3.6), mientras que la lujuria pudo haber estimulado a Salomón a desear muchas esposas, incluyendo a algunas incrédulas (1 R 11.1-3). Añadamos a esto una sensación de vacío espiritual o emocional, y tenemos al menos cuatro situaciones que son terreno fértil para la tentación. Estoy seguro de que cada uno de nosotros puede identificarse con uno u otro de estos casos.
Aunque hay muchas clases de tentaciones, todas siguen un patrón semejante. El ojo ve, la mente desea y la voluntad actúa. El rey David miró a la esposa de Urías, averiguó quién era, y después actuó. Otro israelita, Acán, que ayudó en la conquista de Jericó, observó todas las riquezas materiales, codició en su mente, y tomó lo que apeteció (Jos 7.20-21).
No importa cuál sea su debilidad, toda persona es responsable en última instancia de sus acciones. Por eso, en momentos de debilidad tenga cuidado si tiene mucha hambre, enojo, soledad o cansancio. Fije su atención en el Señor, saque fuerzas de Él, y experimente la victoria sobre la tentación.
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