Desde tiempos memoriables el asunto de la seguridad es un tema preocupante, sobre todo en las batallas a librar se utilizaba como parte de la vestimenta de guerra un elemento llamado escudo a cuerpo completo o menor tamaño que pudieran desplazar arriba, abajo y hacia los lados compuestos de diferentes materiales, que proveían cierta seguridad de protección. Veamos alrededor hoy tras las rejas literalmente, como medio de protección de familias, con perros, alarmas, en los autos, lugares de trabajo, a penas con la cabeza levantada por temor a ver lo que no quisiéramos, así que a todo nivel, el resguardarse formando un escudo de protección de lo que deseamos conservar es lo que procuramos.
Es interesante considerar todo lo que hacemos por lo terrenal, es decir, lo que un día no disfrutaremos más. Sin embargo que lo eterno, como lo es el alma con el que nos creó Dios, no la tengamos bajo el nivel de seguridad más alto contra riesgo de ser destituídos de la presencia de Dios, Jesús y todo lo hermoso en los cielos, cuyo efecto devastador es lo contrario satanás y el infierno. No se trata de recibir o tener lo bueno de Dios. Se trata de recibir y tener al Dios de lo bueno. Entonces podrás decir:
Salmos 3.3 Más tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí, mi gloria, y el que levanta mi cabeza.
Salmo 18.2 Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.
Salmo 18.2 Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.