jueves, 18 de mayo de 2023

Devoción total a Cristo

 “Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto” (1 Cor. 10:5).

No podemos adorar al Señor y a los ídolos o a nuestra carne a la vez.
Israel intentó hacerlo:
Fueron bautizados  en el mar y comieron del maná y bebieron del agua del la Roca (1 Cor. 10:2-4), pero combinaron esto con el culto a los ídolos. No se puede desear a Dios y lo malo. Las dos cosas no son compatibles. “Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a bailar. No forniquemos, como algunos de ellos fornicaron” (v. 7, 8). Comieron, bebieron, balaron, y a la cama. Creían que estaban agradando a Dios, pero cayeron: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (v. 12). Hemos de poner de nuestra parte para no caer en la tentación: “Por tanto, amados míos, huid de la idolatría” (v. 14). Al mismo tiempo, Dios siempre proveerá una salida: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podíais soportar:” (V. 13). Nosotros huimos y Dios abre la puerta de salida.

Los corintios:
Tienen que aprender del ejemplo de los israelitas: “Estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron” (v. 6). Codiciar es tener malos deseos. Es ir al campo del diablo. “No podéis beber la copa del Señor y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios” (v. 21). No se puede mezclar la adoración al Señor con la adoración a los ídolos, porque ofrecer sacrificios a los ídolos, es ofrecer sacrificios a los demonios (v. 20), y evidentemente no se puede adorar a Dios y al diablo a la vez.

Nosotros:
Nadie hoy día ofrece sacrificios a los ídolos. Los veneran, oran a ellos, se arrodillan delante de ellos para pedir su ayuda, pero no los adoran. Sin embargo, aun tener figuras y venerarlos está prohibido por Dios (Éx. 20:2-5). Dios quiere nuestra total devoción. No quiere compartir nuestro afecto con estatuas. Lo mismo es cierto con los que son devotos de su propia carne. No se puede servir a Dios y a nuestra carne: “Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones” (Gal. 5:24). Hemos muerto al mundo, la carne y al diablo. No podemos servir a Cristo e ir a fiestas donde comen, beben, bailan y tienen sexo. No es compatible con ser creyente, ni con la total devoción a Cristo que Dios exige. No podemos servir a Dios y a nuestra carne.

Conclusión:
Nuestra devoción a Dios ha de ser total, en todo lo que hacemos, no solo en lo que creemos, sino también en todo lo que hacemos cuando no estamos en el culto. Un corazón dividido Dios no quiere. Por lo tanto: “Si pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la  gloria de Dios” (v. 31). En el culto bebemos de la copa para recordar la muerte de Cristo. Pues, que no bebemos de otra manera fuera del culto que ponga en tela de juicio nuestra sincera devoción a Cristo. 

Enviado por el Hno. Mario Caballero