viernes, 9 de diciembre de 2022

El Señor es nuestra justica

 Jeremías 33:14-16


Cuando llegue el día y el momento, haré que de David surja un Renuevo de justicia, que impondrá la justicia y el derecho en la tierra. (Jer 33:15)


¡Justicia! ¡Justicia! clama y reclama la muchedumbre congregada frente al edificio de los tribunales. Muchos que lo ven, se adhieren a su causa. Otros, resignados, murmuran: «aquí no va a pasar nada». La escena nos resulta familiar. Revela uno de los grandes dilemas de este mundo. Es tan difícil que se haga justicia. ¿Quién defiende al débil y al pobre? ¿Cuándo terminarán las injusticias?


Jeremías anuncia la venida de alguien que tomará sobre sí la causa de los perdedores, los abusados. ¿Cómo hará Dios para traerle justicia a esa gente? ¿Desaparecerá la injusticia como por arte de magia? Quizás soñamos con un Dios justiciero que un día baje del cielo y elimine de un golpe a todos los injustos. Es una fantasía recurrente.


El problema es que «no hay en la tierra nadie tan justo que siempre haga el bien y nunca peque» (Ecl 7:20). Y si nadie es justo, estamos ante un problema: lo único que podemos pedirle a Dios, en ese caso, es misericordia. Es por causa de nuestra injusticia que Dios enviaría al Renuevo de justicia, a su santo Hijo, a morir por los injustos. Él único en condiciones de clamar por justicia -el único justo- no tendría justicia: le tocó morir por los injustos, por ti y por mí.


Su entrega a la muerte, su obediencia y su victoria lo transformaron en fuente de justicia y misericordia para todos: él justifica a los pecadores arrepentidos ante el Padre. Él vendrá como juez de vivos y muertos. Él vindicará a los suyos. En él esperamos. El Señor es nuestra justicia.


Por CPTLN