viernes, 18 de noviembre de 2022

La verdad y mis intereses

 “He aquí tu amas la verdad en lo íntimo” (Salmo 51:6).

Lectura: Gen. 3:1-9

Si realmente amamos la verdad y queremos ser consecuentes con ella, nos va a costar caro en algunas ocasiones.

Cuando hay un conflicto entre dos personas y las circunstancias nos obligan a tomar parte de una o de la otra, ¿decidimos en basa a la verdad, o en base a nuestros intereses; en base a la verdad o lo que nos conviene? Cuando Pilato tuvo que tomar una decisión en cuanto a Jesús, no optó por la verdad, sino por sus intereses para mantener su posición como gobernador de Israel. Despreció la verdad con ironía diciendo: “¿Qué es la verdad?”. No le interesaba saberla. ¿Te interesa a ti? ¿Hasta qué punto?

Si eres pastor de una iglesia, ¿puedes tomar la parte de un hermano sencillo que tiene razón aunque te cueste el rechazo de otros pastores? ¿Cómo miembro de una iglesia, ¿te pondrías de parte de alguien en la congregación que cae mal al pastor aunque te cueste la pérdida del favor de este? ¿Te pondrías de parte de una persona cuando tus amigos o tu familia esta de la otra banda? ¿Escuchas las dos versiones de lo que pasó, o decides solo escuchando la parte que te interesa? ¿Hasta qué punto vamos a ser leales con la verdad?

Necesitamos discernimiento. Era lo que Eva buscaba cuando cayó en la trampa el enemigo. Le dijo: “En el día que comáis de, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gen. 3:5). Era una mentira, porque no se discierne el bien y el mal buscando tus intereses, que es lo que Eva hacía. Le interesaba tener más poder, más autoridad, más rango, “ser como Dios” (Gen. 3:5). ¿Qué es lo que te interesa, la posición que ocupas o la verdad? El salmista dijo: “He aquí tú amas la verdad en lo íntimo”. ¿Y tú?

¿Cómo reconocemos la verdad? Por tener un corazón limpio, motivaciones puras, y la disposición a sufrir por ella si hace falta. Necesitamos conocer las Escrituras y la tener la capacidad de oír la voz del Espíritu Santo hablando por medio de ellas para discernir la verdad.

El camino de la verdad no es el camino de la popularidad, ni el camino de la ganancia personal. Negarla para quedar bien con otros puede favorecer nuestras intereses inmediatos, pero en el día en que estamos delante de Dios nos delatará como una persona que nunca ha conocido la Verdad, porque la Verdad resulta ser una Persona (Juan 14:6). Si la negamos nos delatamos como hijos del diablo, dignos de oír lo que dijo Pablo a Elimas quien resistía la verdad: “¡Oh lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?” (Hechos 13:10). Y nos delatamos como personas que no conocemos al Espíritu Santo, “el que guía a toda la verdad” (Juan 16:13).

Que yo también “ame la verdad en lo íntimo”.

Enviado por el Hno. Mario Caballero