miércoles, 16 de noviembre de 2022

La oración no tiene límites

 “Pero el día del Señor vendrá como ladrón, en el cual los cielos desaparecerán con gran estruendo, y los elementos se disolverán con el intenso fuego, y la tierra y las obras que en ella hay serán descubiertas. Puesto que todas estas cosas han de ser disueltas, ¡qué clase de personas es necesario que seáis en santa y piadosa manera de vivir, aguardando y apresurando el advenimiento del día de Dios!” (2 Pedro 3:10-12).


La frase que vamos a meditar es: “apresurando el advenimiento del día de Dios”, pero el contexto es necesario para que sepamos a qué se refiere. El apóstol está hablando acerca del fin del mundo y la venida del Señor. Su motivo para hablar de estas cosas no es para que tengamos una escatología bien construida, sino para que, motivado por este conocimiento, vivamos una vida santa. Mucha tinta se ha gastado hablando de diferentes interpretaciones en cuanto a cómo se desarrollarán los últimos tiempos, y hay distintos escuelas de teología bien detallados en cuanto al orden de los eventos, pero sea cual sea nuestra interpretación, la finalidad de este conocimiento es para motivarnos a vivir una vida santa y piadosa: ¡qué clase de personas es necesario que seáis en santa y piadosa manera de vivir! Esto es lo que dice el apóstol Pedro. ¡Discutiendo teología no es una santa manera de vivir!

Con esto en mente, vamos a mirar lo que él nos dice: ¡apresurando el advenimiento del día de Dios! ¡Está diciendo que nosotros debemos estar adelantando la venida del Señor! Es una enseñanza tan fuerte que los traductores de nuestras Biblias han buscando otra manera de traducir esta frase para quitarle el sentido original que parece imposible. Estamos usando la Biblia Textual y varios comentarios y esto es lo que el apóstol dice. ¿Cómo podemos nosotros apresurar el advenimiento del día de Dios? ¿No dice el Señor Jesús que esta fecha ya está fijada? “Pero acerca de aquél día y hora, nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt. 24:36). “Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hechos 1:7). Y: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra… de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado en orden de los tiempos, y los límites de su habitación…” (Hechos 17:24-26). Si ya está fijada la hora, ¿cómo podemos nosotros adelantarla?

La respuesta a esta pregunta nos revela cuánto poder tiene la oración. ¡Cuando Dios en su soberanía estableció la fecha para el retorno de su Hijo tomó en cuenta nuestras oraciones e incorporó la respuesta a ellas en el día que Él determinó! ¡La oración cuenta! ¡Tiene un poder incalculable! Si puede influir en esto, puede influir en todo. La Biblia nos enseña a orar para que Cristo venga pronto: “El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven! Y el que oye, diga: ¡Ven!” (Ap. 22:17). Esta es la última oración de la Biblia. No son meras palabras como: “¡Ojalá que viniese pronto!”; sino una oración poderosa e insistente. ¡Dios quiere que le pongamos presión! Quiere que oremos para que Cristo venga lo antes posible y que adelantemos la hora por medio de nuestras oraciones y nuestra evangelización, para que la última persona que se tiene que salvar se salve y Cristo venga a su iglesia ya acabada. ¡Apresurando el advenimiento del día de Dios! El apóstol Pedro está diciendo: “Hermano, ¡ponte a orar para que Cristo venga antes!


Enviado por el Hno. Mario Caballero