Salmo 116
La bondad de Dios es otro atributo infinito e inmutable. Por tanto, todo lo que Él hace es bueno. Podemos mirar algún aspecto difícil de nuestra vida y sentir que el Señor no nos ha manifestado esta característica. Sin embargo, las situaciones desconcertantes y nuestro limitado entendimiento no alteran en absoluto quien es Él. Una circunstancia puede no ser buena, pero la bondad de Dios no depende de eso.
La Biblia nos dice que Dios es bueno para con todos (Sal 145.9), y que para Él no hay acepción de personas (Ro 2.11). O bien la Biblia está diciendo la verdad de que Dios muestra su bondad para con todos; o bien, es falsa, y Dios solo es bueno cuando Él decide serlo y para con quienes Él elija. A veces, quisiéramos que Él fuera menos imparcial con su generosidad, cuando a las personas que consideramos malas les está yendo bien en la vida. Jesús dijo que el Señor “hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos” (Mt 5.45). Podemos tratar de argumentar que las personas malas no merecen ser tratadas bien en esta vida. Pero debemos recordar que nosotros, incluso como creyentes, tampoco merecemos el favor del Padre celestial. Él nos lo da libremente porque su naturaleza es ser bueno para con los que ama, y Él ama a todo el mundo, tanto a los creyentes como a los incrédulos.
La diferencia es esta: si deseamos recibir la totalidad de la bondad de Dios, debemos creer en Él, aceptar su amor y vivir en obediencia. A quienes le aman y andan en integridad, Él les derrama la totalidad de su favor eternamente —sin negarles nada (Sal 84.11, 12).
Por Min. En Contacto