“Ciertamente los hijos de Jonadab hijo de Recab tuvieron por firme el mandamiento que les dio su padre; pero este pueblo no me ha obedecido” (Jer. 35:16).
Es un gran orgullo para los padres cuando sus hijos guardan las tradiciones familiares y las enseñanzas sagradas de los padres y abuelos generación tras generación. Algunas familias pueden jactarse de 3, 4 o 5 generaciones de creyentes, y no solo de creyentes, sino de creyentes comprometidos, activamente sirviendo al Señor. Esta es la gloria de una familia. Es parte de su identidad. Cada generación que sube sabe en qué familia ha nacido y qué es lo que se espera de ellos. Así fue con la familia de Recab, los recabitas.
Los recabitas eran un clan en Israel conocido por su devoción a Dios expresada en su lealtad a un voto familiar de abstenerse de vino y mantener una forma nómada de vida. No edificaban casas, ni sembraban huertos, ni plantaban viñas, sino que moraban en tiendas en todas sus generaciones. Cuando Nabucodonosor subió contra Israel, ellos buscaron refugio en Jerusalén. Dios quiso usarles como ejemplo de fidelidad para Israel poniendo a prueba la lealtad de esta familia a sus promesas. Le dijo a Jeremías que les invitase a tomar vino en el templo. Fue una tentación muy fuerte: ¡la palabra de Dios les vino por medio de un hombre de Dios a tomar vino en la casa de Dios! Ellos sabían que esto no podía ser la voluntad de Dios debido al mandato de su antepasado de parte de Dios. Dios no se contradice. Si dijo que “no”, no importa quien dice que “sí”, la respuesta todavía es que “no”. Esta tentación fue una prueba de su conocimiento de Dios mismo. Sabían que Dios no cambia.
Dios fue encantado con su respuesta: “No beberemos vino; porque Jonadab hijo de Recab nuestro padre nos ordenó diciendo: No beberéis jamás vino vosotros ni vuestros hijos… Y nosotros hemos obedecido a la voz de nuestro padre Jonadab hijo de Recab en todas las cosas que nos mandó” (v. 6, 8). Dios usó su ejemplo pare hablar a la gente de Jerusalén: “¿No aprenderéis a obedecer mis palabras?, dice Jehová. Fue firme la palabra de Jonadab hijo de Recab, a sus hijos que no bebiesen vino, y no lo han bebido hasta hoy, por obedecer al mandamiento de su padre; y yo os he hablado a vosotros desde temprano y sin cesar y no habéis oído” (v. 13, 14). Dios sigue hablando: No me habéis hecho caso ni me habéis escuchado, pero éstos han llevado a cabo los mandamientos de sus antepasados. Dios dice que va a traer mal sobre Jerusalén “porque les hablé y no oyeron; los llamé, y no han respondido” (v. 17).
En cambio Dios promete bendecir la familia de los recabitas: “Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: No faltará de Jonadab hijo de Recab un varón que esté en mi presencia todos los días” (v. 19). ¡Qué lección para nuestros, padres cristianos, y qué lección para nuestros hijos!
La promesa de Dios fue confirmada. La inscripción sobre el Salmo 71 en la LXX (Septuaginta) refiere a los descendentes de Jonadab. Y Neh. 3:14 registra un tal Malquías, hijo de Recab, como uno de los que regresaron de la cautividad. Él desempeñó un papel importe en la reconstrucción de Jerusalén. ¡Cómo Dios bendice la obediencia de los hijos a sus padres piadosos!
Enviado por el Hno. Mario Caballero