Un mensaje penetrante
Los apóstoles nunca trataron de hablar con sutileza a las personas cuando estaban presentando el evangelio. Su comunicación no suponía ser “genial” o reconfortante. Su objetivo era penetrar el corazón, para convicción de pecado. Ellos no tenían la menor intención de preguntar: “¿Qué es lo que la gente quiere oír? ¿Cómo podemos atraer más gente a la iglesia el domingo?” Esa hubiese sido la última cosa en sus mentes, tal enfoque habría sido ajeno a ellos.
En lugar de tratar de llevar a los hombres y mujeres a Cristo en la forma bíblica, somos consumidos con el concepto no bíblico de “crecimiento de la iglesia”. La Biblia no dice que debemos apuntar a números, sino más bien nos urge a proclamar el mensaje de Dios en la valentía del Espíritu Santo. Esto construirá la iglesia de Dios a la manera de Dios.
Lamentablemente, algunas iglesias ahora supervisan continuamente lo contento que el pueblo está con los servicios y preguntan qué más les gustaría. ¡No tenemos permiso alguno para ajustar el mensaje del evangelio! Tanto si parece popular o no, si está “acorde” a los tiempos o no, debemos proclamar con fidelidad y valentía que el pecado es real, pero Jesús perdona a aquellos que lo confiesan.
En ninguna parte Dios le pide a alguien que tenga una iglesia grande. Él sólo nos llama a hacer Su obra, proclamando Su Palabra a la gente que Él ama bajo la unción y el poder del Espíritu Santo para producir resultados que sólo Él puede lograr. La gloria entonces va sólo para Él, no para ninguna denominación, iglesia local, pastor local, o consultor de crecimiento de la iglesia. Este es el único plan de Dios, y todo lo demás es una desviación de la enseñanza del Nuevo Testamento.
Hoy en día tenemos un espíritu anti-autoridad en Estados Unidos que dice: “Nadie puede decirme que tengo que cambiar. Ni te atrevas”.
Tanto en el púlpito como en la consejería pastoral con demasiada frecuencia hemos cedido a esta mentalidad y hemos tenido miedo de decir la verdad sobre el pecado. Seguimos apelando a la frase de Pablo que dice “a todos me he hecho de todo” (1 Corintios 9:22), sin darnos cuenta que en el párrafo siguiente, dice: “Corred de tal manera que…obtengáis [el premio]” (Ver versículo 24). Adaptar nuestro estilo para ser escuchados es una cosa, pero el mensaje nunca puede ser cambiado sin dejarnos con las manos vacías delante del Señor.
Por Jim Cymbala
Enviado por el Hno. Mario Caballero