Progreso técnico y progreso moral
«Hemos perfeccionado nuestras armas, pero no hemos perfeccionado a los hombres que las utilizan», dijo alguien.
La historia nos enseña que las guerras, al igual que el intento de explorar el espacio, estimularon los avances técnicos. No obstante, los hombres siguen siendo iguales, pues las mismas pasiones, el egoísmo, el orgullo y la crueldad continúan agitando nuestra humanidad. Durante mucho tiempo ella trató de persuadirse de que se dirigía hacia un mundo mejor. Hoy en día duda de ello y más bien teme el futuro.
Entonces, ¿no hay una salida? Mediante las tecnologías, por supuesto que no. El mejor uso de éstas provoca la envidia y no impide que las desigualdades aumenten; y sus peores aplicaciones provocan amenazas de muerte. A pesar de sus brillantes éxitos, la ciencia demostró su incapacidad para mejorar al hombre, pues no puede actuar en el pecado que está en cada uno de nosotros.
Jesucristo vino, no para mejorar la humanidad perdida, sino para salvar a los que reconocen su incapacidad para cambiarse a sí mismos y depositan su confianza en él. La salvación que Jesús da no hace que los creyentes sean mejores, sino que les da una vida nueva con el poder del Espíritu Santo. Así, su vida no está más dominada por el pecado, sino que tiene como modelo la vida de Jesús cuando estaba en la tierra.
Respondamos al llamado de Aquel que, como nos ama, murió por nuestros pecados y nos invita a seguirle. “En ningún otro hay salvación” (Hechos 4:12).
La historia nos enseña que las guerras, al igual que el intento de explorar el espacio, estimularon los avances técnicos. No obstante, los hombres siguen siendo iguales, pues las mismas pasiones, el egoísmo, el orgullo y la crueldad continúan agitando nuestra humanidad. Durante mucho tiempo ella trató de persuadirse de que se dirigía hacia un mundo mejor. Hoy en día duda de ello y más bien teme el futuro.
Entonces, ¿no hay una salida? Mediante las tecnologías, por supuesto que no. El mejor uso de éstas provoca la envidia y no impide que las desigualdades aumenten; y sus peores aplicaciones provocan amenazas de muerte. A pesar de sus brillantes éxitos, la ciencia demostró su incapacidad para mejorar al hombre, pues no puede actuar en el pecado que está en cada uno de nosotros.
Jesucristo vino, no para mejorar la humanidad perdida, sino para salvar a los que reconocen su incapacidad para cambiarse a sí mismos y depositan su confianza en él. La salvación que Jesús da no hace que los creyentes sean mejores, sino que les da una vida nueva con el poder del Espíritu Santo. Así, su vida no está más dominada por el pecado, sino que tiene como modelo la vida de Jesús cuando estaba en la tierra.
Respondamos al llamado de Aquel que, como nos ama, murió por nuestros pecados y nos invita a seguirle. “En ningún otro hay salvación” (Hechos 4:12).
Enviado Hno. Mario