Puede
ser que nos hayamos esforzado, que hiciéramos todo bien, que
guardemos los mandamientos, sirvamos a nuestro prójimo,
realicemos nuestro trabajo con diligencia, seamos las mejores
personas que podríamos ser; nos podemos equivocar pero pedimos
perdón, restituimos el mal hecho y seguimos adelante,
procurando no volver a cometer los mismos errores. Sin embargo,
sin importar lo buenos que podemos ser, existen momentos en
los que nos toca dormir en medio de leones, no porque hayamos
hecho algo malo, sino por una injusticia, por la envidia, las
calumnias o los celos de los demás.
Daniel era un hombre
capaz, fiel, honrado, responsable, confiable, sin faltas. Fue
elegido como uno de los tres administradores del reino de
Babilonia. Sus características y vida intachable no eran del
agrado de los otros supervisores, y por mucho que buscaban
no encontraban nada de qué acusarlo. Por lo que hicieron
que el rey firmara un decreto por el que todo aquel que orara,
dentro de un periodo de treinta días, fuera arrojado al
foso de los leones.
Cuando Daniel escuchó la noticia fue a su
casa a orar y no lo hizo de escondidas, sino que con las ventanas
abiertas, como de costumbre, oraba tres veces al día. Viendo
esto, los funcionarios fueron ante el rey y le recordaron el
decreto que había firmado y por más que el soberano buscó cómo
salvar a Daniel no encontró una salida. Así que mandaron a
apresar a Daniel y que lo arrojaran al foso de los leones y el
rey le dijo: “Que tu Dios, a quien sirves tan fielmente, te
rescate”. Luego, el rey regresó al palacio y pasó toda
la noche en ayuno, rechazó sus entretenimientos habituales y no
pudo dormir toda la noche. Al día siguiente, muy temprano, el
rey fue rápidamente al foso de los leones y gritó: “¡Daniel,
siervo del Dios viviente! ¿Pudo tu Dios, a quien sirves tan
fielmente, rescatarte de los leones?”
Para su sorpresa,
Daniel respondió: “¡Qué viva el rey! Mi Dios
envió a su ángel para cerrarles la boca a los leones, a fin de
que no me hicieran daño, porque fui declarado inocente ante Dios
y no he hecho nada malo en contra de usted, su Majestad”.
Lo
mismo sucede en nuestras vidas, familiares, amigos e incluso
jefes, pueden tratar de salvarnos de la trampa en la que caímos
pero hay momentos en los que debemos depender de Dios totalmente
y pasar una noche en el foso de los leones.
Recuerda que sin
importar cuántos leones te están rodeando, lo feroces que
luzcan o si tu noche parece eterna, Dios siempre mandará un
ángel para que cierre la boca de los leones y cuando amanezca,
te sacará de ese foso sano y salvo. Y no sólo eso, sino que tu
vida será un ejemplo vivo de la fidelidad, la misericordia y el
amor de Dios, prosperarás aún más y verás cómo Dios hace
justicia a tu favor.
“Pues el Señor es justo y
ama la justicia; los íntegros verán su rostro”. Salmos
11:7
A veces con la desesperación y la angustia por nuestra
situación, pensamos que Dios nos ha olvidado y que es injusto,
pero Él permite que pasemos estas pruebas porque tiene un
propósito para nuestras vidas y su justicia siempre
prevalece.
Dios puede permitir que duermas entre leones, pero
nunca permitirá que te hagan un solo rasguño.
Por CVC La Voz
sólo rasguño.