viernes, 9 de mayo de 2014

Job y Jesús

JOB Y JESÚS

“Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena” (Mat. 27:45). “¿Por qué me sacaste de la matriz? Hubiera yo expirado, y ningún ojo me habría visto. Fuera como si nunca hubiera existido, llevado del vientre a la sepultura. ¿No son pocos mis días? Cesa, pues, y déjame, para que me consuele un poco. Antes que vaya para no volver, a la tierra de tinieblas y de sombra de muerte, tierra de oscuridad, lóbrega, como sombra de muerte, y sin orden, y cuya luz es como densas tinieblas” (Job 10:18-22).
            Job pasó en vida por las densas tinieblas que describe aquí. Su experiencia nos ayuda a entender la angustia de la separación de Dios que Jesús experimentó en la cruz. Job pasó por una oscuridad tan terrible que, de haberse quedado allí, le habría sido mucho mejor nunca haber nacido. La separación de Dios es oscuridad, y esta es la oscuridad que Jesús experimentó en la Cruz. Fue la terrible oscuridad del infierno, la total ausencia de Dios, quien es Luz. Luz es entendimiento, comprensión, conocimiento, claridad, lucidez. Job da expresión a los sentimientos de Jesús. De hecho, todo el libro de Job versa sobre la separación de Dios, la oscuridad emocional, oscuridad del alma, y el sufrimiento espiritual, infinitamente peor que el dolor físico. Es volverte loco con el duelo de la ausencia de Dios.  
Job se da cuenta de que es Dios quien le ha sumergido en esta densa oscuridad (v. 20), pero no entiende por qué Dios le castiga. Jesús tampoco. Pregunta: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación?” (Salmo 22:1). No ha hecho nada malo. ¿Por qué le ha abandonado Dios? No hay sufrimiento mayor. Así es como opera la convicción de pecado. Es sentir nuestra separación de Dios, angustia, desesperación, y oscuridad extrema. La única salida posible ocurre cuando Dios se revela y nos da entendimiento.
            Esto es lo que hizo para Job. Le reveló que aquella oscuridad había venido del maligno (Job 38-40), pero solo dura mientras Dios lo permita, puesto que Satanás es una criatura que Él ha creado, y, como tal, está bajo su control.
            Job también revela otra cosa acerca de la experiencia de Jesús en la Cruz, a saber, que mantuvo fe en Dios a pesar de la oscuridad, la perplejidad, y el “¿Dónde estás, Dios mío? ¿Por qué me has abandonado en mi hora de mayor necesidad? ¿Por qué no vienes a ayudarme?” Jesús se agarró a Dios por la fe. Mantuvo intacta su fe en Dios a pesar de no recibir ninguna respuesta de parte de Dios: “Dios mío, clamo de día y no respondes; y de noche (en la oscuridad), y no hay para mi reposo” (Salmo 22:2). Gritar en la oscuridad y no sentir ningún consuelo, no oír ninguna voz amiga en respuesta, no recibir ninguna ayuda, esta fue la experiencia de Job y la de Jesús; en el caso de Jesús, llevada al último término, porque la separación que Job experimentó fue del Dios de su vida, pero la que Jesús experimentó fue del Ser que fue Uno con él, de su misma esencia, separación de su sentido de ser, pues, Él es “Yo Soy”.  
            Jesús y Job, los dos aguantaron por la fe, como un escalador se agarra con toda su fuerza a la desnuda roca del precipicio, abajo el abismo, arriba su cima. Respira y sube. Job llegó a la cima en vida. La llegada de Cristo coincidió con su muerte. “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro tu victoria?”. La fe de ambos venció la oscuridad.    

Por David Burt