“Vi de noche, y he aquí un varón que cabalgaba sobre un caballo alazán, el cual estaba entre los mirtos que había en la hondura; y detrás de él había caballos alazanes, overos y blancos” (Zac. 1:8).
Lo que Dios reveló a su profeta “ayer” es tan bueno que tenemos que pararnos allí y recrearnos en ello. Zacarías estaba orando por la reconstrucción del pueblo de Dios y Dios le reveló que el “angel del Señor” estaba intercediendo por lo mismo. ¿Crees que Dios contestará las oraciones de su Hijo? Nosotros pensamos que amamos a la iglesia y a las almas, pero esto no es nada en comparación con el amor apasionado de Jesús que las amó hasta la muerte. A nosotros este amor no nos ha costado la vida, pero a Él, sí. Su intercesión lleva con ella la agonía del Calvario.
Zacarías oró para que Jerusalén fuese reedificada, y Jesús oró por lo mismo, y Él recibió de su Padre la seguridad de que todo lo que había pedido le sería concedido, esto, ¡y mucho más!
“Jehová respondió buenas palabras, palabras consoladoras, al ángel que hablaba conmigo” (1:13). El consuelo que tanto Jesús, como Zacarías, como la población de Jerusalén necesitaban no fue oír otra vez que Dios les amaba, sino que Dios les iba a dar lo que pedían. Si tú estás orando por tu hijo, lo que deseas oír es que Dios le salvará. Si el Señor te dice que te ama, le dices: “Entonces, sálvale, restáurale y edifícale”. La seguridad que Dios lo hará son las palabras de consuelo que llegan a tu alma. Lo que necesitas es ver al Señor suplicando al Padre por él, diciendo: “Señor Dios Omnipotente, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo no tendrás misericordia de este hijo con el cual has estado airado por espacio de muchos años?” Y necesitas oír al Señor Dios contestando: “Volveré a él con misericordia y será reedificado”. “Así dice Jehová de los ejércitos: aún rebosarán mis ciudades con la abundancia del bien, y aún consolará Jehová a Sion, y escogerá todavía a Jerusalén” (1:17).
Esta promesa fue cumplida en parte en tiempos de Zacarías. Jesúa y Zorobabel edificaron el templo. La ciudad de Jerusalén fue reconstruida poco a poco a base de mucho trabajo duro de parte de los que habían vuelto de la cautividad. Pero esto no es nada en comparación con la prosperidad que disfrutará cuando vuelva el Señor Jesús para reinar. Esta será la respuesta completa de la oración de Jesús. Él estaba anhelando aquel día, allí, montado en su caballo rojo, intercediendo por las ciudades de Judá, por Belén, donde un día tomaría forma humana, por Jerusalén, fuera de cuyas murallas sería crucificado. Pero antes tenían que ser reconstruidas, y tendría que pasar mucho tiempo, y todo el rato Él estaría clamando al Padre: “¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuando tengo que esperar para buscar a mi Novia, a Jerusalén, la amada, para reinar en ella en medio de mi pueblo?” Y la respuesta es: “Hasta que no sea salva la última persona que tiene que forma parte de su población eterna”.
Los mirtos en el valle (la quebrada) simbolizan esperanza en medio de profundo sufrimiento.
Enviado por el Hno. Mario Caballero