“Y fue Daniel a su casa, y comunicó todo el asunto a sus compañeros Ananías, Misael y Azarías instándoles a implorar la gran misericordia del Dios de los cielos respecto al misterio” (2 v. 17, 18).
Daniel y sus amigos, y nosotros los cristianos tenemos un privilegio enorme al poder ponernos en contacto con el Dios de los cielos, el Dios que gobierna el universo, por medio de la oración. Los cuatro amigos se humillaron delante de Dios e imploraron su misericordia. Su actitud delante de Él fue de suprema reverencia. Eran conscientes de aquel a quien se estaban dirigiendo en oración.
Un grupo de cuatro amigos orando, todos unidos en su súplica: esta es cosa hermosa. No eran cuatro personas cualesquiera, sino cuatro que se habían separado del mundo para vivir en santidad delante de Dios en medio de un imperio pagano. Estaban pidiendo lo imposible, y lo sabían. Querían que Dios les revelase el sueño que había tenido el rey y su interpretación.
Los magos, astrólogos, hechiceros y caldeos tenían el dios Marduc, pero ni siquiera se les ocurrió pedirle que les revelase el sueño, porque no creían que se podía comunicar con él. Él era más bien una fuerza que gobernaba Babilonia, determinaba el resultado de las guerras, pero no se podía comunicar con él. No era un dios personal. No le importaba la gente. No vemos a musulmanes conversando con su dios. No tienen un dios cercano. Ni siquiera los católicos tradicionales creen que uno puede tener acceso libre a Dios. Pasan por los santos y las vírgenes para llegar a Él. ¡Dios nos invita a acercarnos a Él!: “Teniendo un gran Sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala consciencia” (Heb. 10:21, 22). Lo que nosotros tenemos en Cristo es una maravilla.
Los judíos en aquel entonces se acercaban a Dios por medio del sistema de sacrificios del Templo, y los profetas comunicaban la Palabra de Dios, pero Daniel y sus tres amigos se acercaron directamente a Dios, y Él les respondió: “Entonces, en una visión nocturna, el misterio le fue revelado a Daniel, por lo cual Daniel bendijo al Dios de los cielos. Daniel pues habló y dijo: Bendito sea el nombre de ‘Eloha (Dios) por los siglos de los siglos, suya es la sabiduría y el poder. Él muda los tiempos y las edades. Él quita los reyes y establece los reyes. Él da la sabiduría a los sabios y ciencia a los inteligentes. Revela los secretos más profundos, conoce lo que ocultan las tinieblas, y la luz habita con Él. ¡A Ti, oh Dios de mis padres, te alabo y te doy gracias, pues me diste sabiduría y fortaleza! Y me revelaste lo que te pedimos; ¡nos diste a conocer el asunto del rey!” (vs. 19-23).
¡Esta oración de Daniel es un curso en teología! Así es el Dios nuestro. No hay Dios concebido por la mente humana que se acerca a Él remotamente en gloria, sabiduría, conocimiento, ciencia, poder, autoridad y misericordia Daniel le conocía, le amaba, le adoraba y le servía.
Enviado por el Hno. Mario Caballero