“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mat. 5:13).
Una iglesia mundana es una que refleja el espíritu y la mentalidad del mundo, de la sociedad actual. Funciona como una empresa, tiene un liderazgo que utiliza a la gente para promocionar sus metas financieras, numéricas, políticas, sociales o personales, tal como la adquisición de poder o control, o el reconocimiento y el prestigio.
Sus miembros son más o menos como la gente del mundo. Tienen los mismos valores, caen en los mismos pecados, tienen el mismo estilo de vida, crían a sus hijos en la misma manera, tiene la misma vida sexual y las mismas diversiones y los mismos entretenimientos. Tienen una vida muy física. La única diferencia entre ellos y sus vecinos es que van a la iglesia algunos domingos por la mañana.
¿Cómo cambias una iglesia así para hacerla una iglesia real, viva? Por medio de la voz profética llamando a la gente a volver a la Palabra de Dios, a dejar la idolatría de su vida mundana, a dejar toda inmoralidad, materialismo, búsqueda de placer, y egoísta satisfacción de deseos físicos, para humillarse delante de Dios y buscarle de todo corazón con la determinación de obedecer su Palabra y buscar su Consejo y hacer su Voluntad como vienen revelados en su Palabra. Es el antiguo mensaje de quitar de en medio los ídolos para servir a Dios: “Quitad, pues, ahora los dioses ajenos que están entre vosotros, e inclinad vuestro corazón a Jehová Dios de Israel. Y el pueblo respondió a Josué: a Jehová nuestro Dios serviremos, a su voz obedeceremos” (Josué 24: 23, 24). Es lo que hicieron los de Tesalónica cuando oyeron el evangelio: “Os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, y Jesús, quien nos libra de la ira venidero” (1 Tes. 1:9, 10). Es amar a Jesús y vivir para Él.
¿Y qué dicen los falsos profetas? Sois todos cristianos, todos sois salvos. Sois amados y aceptados por Dios. Jesús murió por vosotros, y todo lo que tenéis que hacer es creerlo e iréis al cielo, no importa cómo vives, porque, a fin de cuentas, todos somos pecadores y no hay nadie perfecto, así que no os preocupéis por vuestro pecado, ni juzguéis a otros que viven en pecado. De hecho, ni siquiera necesitamos hablar del pecado. ¡Vamos a celebrar a Jesús y alabarle y disfrutar del culto!
¿Y cuál es el resultado? Una iglesia que es exactamente como el mundo. ¿Cuál es el resultado de obedecer la voz profética? Una iglesia que encarna la Palabra de Dios, que vive de acuerdo con ella: los creyentes viven una vida práctica de santidad. Su iglesia es una luz en un mundo oscuro alumbrando el camino a la Cruz, a Jesús, al Camino de la verdadera salvación, y a la casa del Padre.
Enviado por el Hno. Mario Caballero