Hace años me paré frente al altar al lado de mi esposa, cuando oí a mi padre (quien era el ministro) pedir a Gwen: «¿Quieres que David sea tu esposo legítimo?». Intercambiamos votos, cada uno dijo: «Sí, acepto». Gwen me ha amado de mil maneras diferentes, pero nunca mejor, nunca más que cuando me dejó de ser el hombre de la casa. Tomó un tiempo antes de que ella se hiciera a un lado y me dejara hacer lo que el «marido» debía hacer, sobre todo porque yo no soy en realidad tan mecánico. Pero ella, con mucha táctica, aprendió a alentarme para cumplir este papel.
Dios pretendió que el esposo y su esposa reflejaran Su relación con nosotros, Su novia: «Porque tu marido es tu Hacedor» (Isaías 54:5). Somos «una esposa ataviada para su marido» (Apocalipsis 21: 2). Pero Jesús no es como un esposo terrenal. Cuando Él dice «Sí, acepto», ¡Él tiene toda la potestad y la gloria para verlo realizado! Tú puedes encontrar los votos de amor del Señor para con Sus amados, a lo largo de toda Su Palabra.
Nuestro amor por Él se apropia de ello, descansa en ello y deja que Jesús sea nuestro Dios. Estos son algunos de los votos que Dios les ha hecho a todos los que Le entregan su amor y lealtad:
«Yo llevaré, yo soportaré y guardaré» (Isaías 46:4). «¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz…? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti» (Isaías 49:15). «Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar» (Isaías 55:7). «Le sanaré, y le pastorearé» (Isaías 57:18). «Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído» (Isaías 65:24). «Porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré» (Hebreos 13:5).
Jesús es nuestra justicia, nuestra salud, nuestra liberación, nuestra roca de salvación, nuestro pan de cada día, nuestro consolador, nuestro proveedor, nuestro alto refugio, nuestra defensa, nuestra luz, nuestro gozo, nuestra paz: ¡Nuestro todo en el tiempo de la necesidad! Deja que Él sea tu Dios. No luches tratando de arreglar las cosas por ti mismo. ¡Demuéstrale que tú confiarás en Su poder!
Por David Wilkerson
Enviado por el Hno. Mario Caballero