“Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob”
(Salmo 46:7, 11).
Este salmo habla del creyente cuando todo se derrumbe, como en un terremoto, cuando no hay nada firme a su alrededor, ningún lugar donde hacer pie. Los montes se traspasan al corazón del mar, el mar se pone turbulento y se forman tsunamis, y toda la naturaleza está trastornada. En medio de este caos está el santuario de Dios, ¡el corazón del creyente!: no será conmovido, porque Dios está en medio de él. Le ayudará “al clarear la mañana” (v verso 5). ¿Por qué no le ayuda en la noche? Porque cuando llega su ayuda, la oscuridad se desvanece y se hace de día. La noche es la hora de la prueba cuando las tinieblas no nos permiten ver la cercanía de Dios. Es cuando vivimos por fe.
Aunque la naturaleza se trastorna y las naciones del mundo titubean y no hay nada en qué confiar, el creyente no está angustiado. Está quieto, tranquilo, porque conoce que Dios es Dios, su esperanza está en Él. Sabe que Él está controlando todo y que “será exaltado entre las naciones; enaltecido en la tierra” (v. 10).
Cada uno de nosotros podemos personalizar este salmo (o el 27, por ejemplo) y escribir una oración conforme a su contenido:
Padre amado, aquí estoy en medio de esta situación tan complicada. No voy a agarrarme a mi marido con todas mis fuerzas, esperando que mi ayuda venga de él, tampoco a mi mejor amiga, ni al pastor de la iglesia, solo a ti, porque Tú eres mi refugio. No voy a angustiarme por lo que está pasando en mi casa. No voy a llevar la carga de mi hijo. No voy a repasar la lista de todos mis problemas para sentir pena por mí misma debido a todas las cosas que me están pasando a la vez. No voy a pensar en todo lo malo que podría pasar y hundirme. No voy a buscar la consolación de la gente. No voy a contar lo que me pasa a todo el mundo que me pregunta cómo estoy, ni mucho menos voy a esperar que me comprendan.
Lo que sí voy a hacer es esconderme en ti. Tú eres mi refugio (v. 7). Aunque todo mi mundo tambalea, no temeré, porque Tú eres mi pronto auxilio en las tribulaciones (v. 1). Tú eres mi amparo y mi fortaleza (v. 1). Tú me sostendrás. Tú me protegerás. Tú me ayudarás. Las corrientes de tu Espíritu alegrarán mi corazón (v. 4). ¡No pierdo tu gozo! Tu Espíritu fluye de mí como un río de agua viva aun en medio de terremotos y catástrofes. Nada le estorba. Tú estás en medio de mí; no seré conmovida (v. 5). No cundirá el pánico dentro de mí, sino la tranquila confianza en que Tú eres Dios (v. 10). Tú estás conmigo (v. 11). En el momento oportuno, Tú pondrás fin a toda la turbulencia (v. 9), pero, mientras tanto, aunque todo tambalea, no temeré (v. 2), sino que estaré firme, aunque todo se caiga a mi alrededor. Tendré estabilidad mental, emocional, espiritual y física. Tú me guardarás en completa paz. Viviré tranquila, confiada, quieta, y alegre en ti, porque Tú eres mi Dios. Amén.
Enviado por Hno. Mario Caballero