¡Jesús sabe lo que se siente ser traicionado! Él fue paciente y misericordioso mientras Su amada Israel le estaba siendo infiel a lo largo de toda la historia, cometiendo adulterio espiritual vez tras vez. El corazón de Jesús está buscando una esposa fiel. Él anhela un pueblo que tenga ojos sólo para Él y que no deje que nadie se meta en el medio.
¿Qué es lo que le da alegría a una esposa o un esposo? Es la fidelidad, la capacidad de mirarse a los ojos y ver confianza. ¡Sin mentiras ni secretos! Lo mismo debe ser para con nuestra relación con Jesús «Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. El corazón de su marido está en ella confiado, y no carecerá de ganancias» (Proverbios 31:10-11). ¿Puede Jesús mirar dentro de nuestros corazones y confiar en nosotros con seguridad?
Conozco a una congregación de hermanas que pasan horas, tan sólo «amando a Jesús». Ellas se arrepienten por la infidelidad de la novia infiel de Jesús. Ellas tratan de llenar Su corazón adolorido, intentar llenar la falta de amor y hablan de “Su dolor”. Es cierto que a Jesús le debe doler cuando tan pocos le aman. Mi corazón se quebranta y oro entre lágrimas: «Oh Jesús, ¡cuán infiel te he sido a lo largo de los años, cuán a menudo las cosas de este mundo tomaron mi corazón! He ido tras automóviles, antigüedades, deportes. Han habido momentos en los que amaba los elogios del hombre, tiempos en los que he deseado cosas y he dedicado mi tiempo a otros intereses». La Palabra de Dios dice: «Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él» (1 Juan 2:15).
Jesús hizo una pregunta muy provocadora: «Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?» (Lucas 18:8). La palabra «fe» en griego, significa «confianza en…y fidelidad a…» ¡A Él! Él profetizó sobre una gran apostasía, tal que aun los escogidos serían grandemente tentados. Tantos creyentes caerán y seguirán la lujuria y los placeres de este mundo. Mi clamor es: «¡Oh Señor, atráeme a ti; déjame ser alguien en quien Tú puedas confiar; permíteme amarte sin reservas; dame un amor puro, santo y sin mezcla por Ti!»
Por David Wilkerson
Enviado por el Hno. Mario Caballero