Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Romanos 7:19
El domingo pasado tuve la oportunidad de asistir a una iglesia que contaba con un intérprete para personas sordas.
Debo confesar que pasé más tiempo observando al intérprete, que oyendo el sermón. Era realmente fascinante.
Después del servicio, le pregunté al intérprete: «¿Me puede enseñar el signo que significa ‘verdad’?» Con una sonrisa, el intérprete movió horizontalmente su dedo, en una línea recta. Pensé que no era difícil, así que le pregunté: «Y, ¿cómo es ‘mentira’?». Esta vez, sin sonreír, el intérprete hizo un zigzag con el dedo.
Más claro imposible: ‘verdad’ es una línea recta, ‘mentira’ es un zigzag.
Me pregunto: si el intérprete tuviera que resumir nuestras vidas con un signo, ¿utilizaría una línea recta, o un zigzag?
Al igual que lo que dice San Pablo en el texto para hoy, la mayor parte del pueblo de Dios está tratando de vivir una vida recta. Pero desafortunadamente, y también al igual que San Pablo, en nuestras vidas hay muchos más zigzags de los que quisiéramos.
Entonces, ¿cómo podemos hacer las cosas rectas? Ciertamente, esa clase de transformación no ocurre por nuestra propia razón o esfuerzo. Si pudiéramos corregirnos a nosotros mismos, el mundo sería un lugar perfecto y no tendríamos que cerrar con llave nuestras casas cuando salimos.
Pero lamentablemente no es así. Muchos han tratado, pero ninguno ha tenido éxito. Si nuestras vidas van a ser enmendadas, y si vamos a ser perdonados, sólo será con la intervención y a través de la sustitución del Salvador. Su vida, un regalo de salvación para nosotros, puede cambiar lo que somos, lo que hacemos, lo que decimos y cómo vivimos.
Pidámosle al Señor que haga recta nuestra vida en Jesús.
Por CPTLN