Señor, toda mi vida he esperado en ti, y he confiado en tus promesas. Yo te espero, Señor, con toda el alma, como esperan los centinelas la mañana, como esperan los vigilantes el nuevo día. Salmo 130:5-6
¿Alguna vez se preguntó cuánto espera realmente el centinela la mañana?
Es una buena pregunta. Probablemente la espere tanto como la persona que encontró un portafolio en Nueva York con $80,000 dólares.
Cumpliendo con la ley que dice que quien encuentra algo debe anunciarlo, esta persona puso un anuncio que decía: «Si usted puede describir el contenido del maletín, lo retornaré… si no, lo llevaré a la policía y, si nadie lo reclama, creo que podré quedármelo en forma legal».
Esa clase de honestidad llama la atención. Sé que no debería ser así, pero es que $80,000 dólares es un montón de dinero.
Pero volviendo al tema del centinela que espera la mañana.
La persona que encontró el dinero estaba muy segura que nadie lo iba a reclamar y que, luego de una corta espera, sería rica. Pero no fue tan así. De acuerdo a las leyes del Estado de Nueva York, la policía debe retener el dinero por tres años y diez días antes de poder dárselo a quien lo encontró.
¡Tres años y diez días! Ese es un tiempo de espera muy largo. Me imagino que a los tres años y nueve días, esa persona va a estar realmente ansiosa por ese dinero.
Esa es la forma en que nuestras almas deben sentirse con respecto al Señor quien, a través del sacrificio de su Hijo, nuestro salvador, nos ha dado un regalo que no merecíamos. A través del sufrimiento, muerte y resurrección de Jesucristo, Dios nos ha otorgado fe, perdón y vida eterna.
Aún más… Él no puso ninguna ley que diga que debemos esperar diez días y tres años para recibir estas maravillosas bendiciones. Gracias al Espíritu Santo, los regalos de Dios están aquí ahora… y son nuestros.
Por CPTLN