Por eso digo con toda el alma: ‘¡El Señor es mi herencia, y en él confío!’
Lamentaciones 3:24
Hubo una vez un niño a quien su padre le había prometido que, como regalo de cumpleaños, lo llevaría de viaje. Desde mucho tiempo antes, el niño soñaba con ese viaje. Finalmente, llegó el tan ansiado día. Todo estaba pronto, pero cuando iban a partir, comenzó a llover, y siguió lloviendo durante varios días, lo que impidió que salieran de viaje. El padre del niño no pudo cumplir su promesa.
Los cristianos tenemos un Padre que nunca deja de cumplir sus promesas. Del principio al fin, la Biblia nos muestra cómo Dios cumplió todas las promesas que hizo. En Génesis, Dios le prometió a Abraham que lo iba a hacer padre de muchas naciones, y que a través de él iba a bendecir a muchos… y así lo hizo. A través de los profetas, Dios prometió enviar un Mesías para salvar a su pueblo, y así lo hizo cuando envió a Jesucristo.
Ya en el Nuevo Testamento, Jesucristo continúa dándonos promesas. A sus discípulos les promete que les va a enviar un Consolador que los habrá de guiar, promesa que se hace realidad cuando se nos dice en el libro de los Hechos de los Apóstoles que fueron llenos del Espíritu Santo.
Vivimos en una era donde todo el mundo promete pero casi nadie cumple lo prometido. Los comerciales de la televisión nos prometen cuerpos esbeltos y belleza instantánea. Los horóscopos nos prometen fama, amor, y fortuna. Los políticos nos prometen mejores salarios y condiciones de vida. Pero el común denominador de todas estas promesas es que todas fallan en lograr lo prometido.
En medio de tanta farsa, es bueno recordar que nuestro Dios siempre cumple sus promesas. Por lo tanto, busquémoslo con toda confianza, sabiendo que él es fiel a su Palabra.
Por CPTLN