martes, 8 de agosto de 2023

La entrega incondicional

 Leer | 1 Reyes 20.1-4


Dar poder absoluto sobre nuestra vida a otro ser humano sería una posibilidad aterradora. Pero aceptar y reconocer la autoridad del Señor sobre nosotros es conveniente y correcto.


La entrega incondicional significa:


• Rendirnos —incluyendo todo lo que tenemos y todo lo que somos— al señorío de Cristo. Se trata de una identificación con Él en la que nosotros mermamos y Él crece. Primero nos entregamos a Él, y después vivimos en obediencia.


• No poner límite en lo que estamos dispuestos a hacer o llegar a ser. Esto significa que en nuestra vida no hay áreas restringidas en que el Señor Jesús no esté invitado; que no hay nada reservado para nuestro uso exclusivo, y que no hay nada que le impidamos tocar. Nos ponemos totalmente a su voluntad —cuándo, dónde y cómo Él decida.


• Transferir a Cristo la propiedad de nuestro cuerpo, alma y espíritu. Al hacer esto, aceptamos como nuestros propios valores los preceptos de las Bienaventuranzas (Mt 5.3-12), el fruto del Espíritu (Gá 5.22, 23), la jerarquía del reino (Mr 9.35), el sufrir por causa de Cristo (1 P 4.13), y morir a nuestro propio yo (Gá 2.20).


Una razón por la que tendemos a no rendirnos es el temor: ¿Qué me exigirá el Señor que haga? Otra piedra de tropiezo es el egocentrismo: Me gusta tener el control de mi agenda y de mis planes a largo plazo. Un tercer obstáculo es el orgullo: Yo sé lo que Dios quiere que haga, pero ¿no puede Él ver cómo pudiera eso afectar mi reputación?


¿Qué le impide entregarse al Señor Jesús, y clamar: “Por favor, toma el control total de mi vida”?


Por Min. En Contacto