“Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que pierden; a estos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿Quién es suficiente?” (2 Corintios 2:14-16).
Lectura: 2 Cor. 2:17.
Según el diccionario, un catalizador es “una sustancia que acelera o retarda una reacción química sin participar en ella”. Un catalizador espiritual es alguien que activa y acelera el proceso de cambio y transformación espiritual en la vida de otros, para bien o para mal. Un artículo de Google dice: “¿Qué es un catalizador? Un científico diría que es una sustancia que crea una reacción química. Pero esa palabra tiene otro significado fuera de la esfera de la química: un catalizador puede ser un evento o quizá una persona que produce un cambio o acción, que hace que ciertas cosas sucedan. Algunas personas tienen la capacidad de alterar situaciones comunes. Entran en un lugar y hacen que todos a su alrededor se sientan y actúen mejor por estar ellos provistos de luz, amor, sabiduría y perspectiva. Claro, que también puede ocurrir lo opuesto, ya que hay quienes no dejan que ocurran cosas buenas. Ya fuera por sus actitudes o acciones, parecen impedir el progreso, la cooperación, la amistad y la comprensión”.
El Señor Jesús era un catalizador. En su presencia las personas revelaron como eran. Por medio de su conversación, o toque, Él producía cambios por dentro de las personas, sin que Él cambiase para nada, haciendo que la persona se manifestase tal como era. Él hacía que saliese a relucir lo que ya estaba presente en el corazón de la persona. Ella reaccionaba a Jesús según como era. Si la persona era íntegra, Jesús hacía aflorar esta cualidad por su interacción con Él. Si la persona era mezquina, terminaba manifestando su mezquindad en relación con Jesús. Judas es un buen ejemplo. Él siempre había sido amante del dinero más que de las personas. Con Jesús lo manifestó, vendiendo al Amigo por dinero. Nicodemo era una persona pensadora, honesta, espiritual de verdad y consecuente. Por lo tanto, tomó su lugar al lado de Jesús cuando le iba a costar mucho hacerlo. Juan ya era apasionado antes de conocer a Jesús. En su presencia llegó a ser el apóstol del amor. La mujer samaritana manifestó en presencia de Jesús el deseo latente que tenía de conocer al Mesías que ya llevaba en lo profundo de su corazón. Evidenció ser una verdadera buscadora de Dios en espíritu y verdad. La mayoría de los fariseos en presencia de Jesús mostraron ser personas orgullosas, impías, desalmadas, sin amor y sin Dios. La presencia de Jesús hacía que se manifestasen.
Nosotros también somos catalizadores para bien o para mal, si somos veraces y consecuentes. Entonces, que no nos sorprenda si tenemos experiencias muy buenas con algunas personas, y experiencias muy malas con otras. Pues ellas reaccionan a la presencia de Dios en nosotros. Algunas personas nos odiarán a muerte y harán todo lo que está en su poder para destruir nuestra reputación y a nuestra familia. Otras personas responderán a Jesús en nosotros y serán salvas. Otras buscarán comunión con nosotros, nos defenderán, y podremos servir al Señor juntos. ¡Si no producimos ninguna reacción, tenemos la presencia del Señor en nosotros muy tapada y debemos desatascar nuestro interior! Nadie puede ser neutral cuando es confrontado con Jesús.
Enviado por el Hno. Mario Caballero