“Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a estos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?” (2 Corintios 2:14-16).
Lectura: 2 Cor. 2:17.
“Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?”
De entrada, pensamos que esto no es muy difícil. Entras en un círculo, y para algunos hueles bien, y para otros, mal. Y ya está. Pero no está. Porque no se limitan a notar tu olor, ¡reaccionan! Y algunos reaccionan muy fuerte. Te pueden criticar, insultar, calumniar, o descalificar. Y esto duele. Es muy duro ir de lugar en lugar siempre provocando reacciones fuertes. Crees que serás problemático. Piensas que es tu culpa, pero no lo es. Solo estás haciendo salir lo que ya está dentro de las personas. Pablo bien sabía de lo que hablaba. Él iba de pueblo en pueblo predicando el evangelio. Algunos creían, y querían al apóstol, pero otros lo apedrearon, otros lo llevaron delante de los tribunales, lo azotaron y lo metieron en la cárcel, como en Filipos. ¿Quién es suficiente para estas cosas? ¿Quién lo puede soportar?
Para muchos judíos, Jeremías olía mal. ¿Y que hicieron con él? Los falsos profetas predicaron lo opuesto, y la gente los creía. Qué desalentador para el profeta. Lo tiraron en el pozo y se hundía en el fango y creía que iba a morir allí en la oscuridad. Según la tradición, al final fue con un grupo de refugiados a Egipto y continuó predicando, y allí lo apedrearon y murió. Jesús olía mal a sus hermanos, a los de su pueblo, a su país, y a los religiosos de su tiempo. Intentaban matarlo. Finalmente lo hicieron.
La pareja que me llevó al Señor olía mal para mucha gente porque hablaban de Jesús. Confrontaba a la gente con su pecado. Su mejor amigo despidió a un hombre de su empresa porque se enfermó. No le dio los pagos correspondientes, y nuestro amigo lo confrontó con su injusticia y perdió su la amistad. Esto duele. La gente se burlaba de ellos en la cara. Mi padre, antes de convertirse, siempre estaba haciendo bromas acerca de ellos. Pero ellos seguían amándolo. Eran como Pablo quien dijo: “Yo con mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos” (2 Cor. 12: 15). “Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?”.
Nosotros, si somos fieles al Señor, experimentaremos que la reacción de la gente es costosa, angustiante y dolorosa. Pierdes amistades. Familiares te rechazan. El enemigo te acusa de ser el culpable de estas reacciones injustas. Sufres. Lloras. Se te puede quebrantar el corazón si has invertido años en una persona y te traiciona. Si eres el único creyente de tu clase y todos te rechazan, es muy duro. Nadie es suficiente para estas cosas si no recibe el consuelo del Señor, su apoyo y su amor por la gente, aunque te rechacen. Recibes la aprobación del Señor y su cariño, y esto es lo que cuenta.
Enviado por el Hno. Mario Caballero