“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8,9).
Lectura: Lu. 1:30-34; Juan 19:25.
“El justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4), y cuánto más justo, menos entenderá el camino por el cual el Señor lo está llevando. El Señor lleva a los suyos por caminos que están más allá de su capacidad de comprenderlos. Fue así en el caso de Abraham, de Job, de Ester, de todos los profetas, de Juan el Bautista, de los discípulos, y de María.
María pasó por la misma prueba que Job en cuanto a no poder comprender lo que Dios estaba haciendo, y el porqué de ello. Ella creía en un reino inmediato del Mesías. Esperaba ver a Jesús sentado en el trono de su padre David en Jerusalén, y no encajaba nada con todo lo que estaba viendo y viviendo. Jesús iba perdiendo popularidad, no ganándola. Iba siendo despreciado y rechazado. El reino se presentaba. ¿Cómo podía saber lo que estaba pasando cuando ella paraba delante de la cruz cruenta y veía a su hijo bañado de sangre? Pero cuando finalmente comprendió parte del plan de Dios en Pentecostés, tenía que cantar otro magníficat, otro himno de alabanza al Dios cuyos caminos están escondidos a nuestro entendimiento: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Rom. 11:33). Lo que Dios le había profetizado era mucho más grande de lo que ella esperaba. Ella tuvo que ver todos sus sueños destrozados para ver el plan de Dios realizado, y todavía no lo hemos visto en su plenitud, ni remotamente (Ef. 1:10). ¿Cuál es la reacción final ante toda la grandeza de los caminos maravillosos de Dios? Arrepentimiento. Arrepentimiento porque entendíamos tan poco, porque somos tardos en entender, porque nuestros pensamientos no son sus pensamientos, porque “como son más altos los cielos que la tierra, así son los caminos de Dios más altos que nuestros caminos”.
¿Y qué pasa con tu vida? ¿Encaja perfectamente con lo que esperabas? ¿O estás desilusionado? Las piezas del puzle no encajan. No cuadran. ¿Por qué esto? No lo sabemos y no lo entendemos. Pero cuando estemos con el Señor y Él nos revele todas las cosas, y cómo todo lo que nos ha pasado ha sido necesario para el cumplimiento de su grandioso plan, vamos a maravillarnos delante de su magnificencia en lágrimas y quebrantamiento, en arrepentimiento por nuestra condición finita ante la grandeza de la perfección de su soberanía manifestada en su plan perfecto para cada persona y para el conjunto de la humanidad, y de cómo esto encaja con su plan para el cielo y el universo. Vamos a maravillarnos, abrumados de asombro, y fortalecidos por la amante mano del Señor nuestro Dios sobre nosotros para soportar tanta gloria, tanta inteligencia y tanta perfección en todos los detalles del maravilloso plan de Dios, y del porqué de nuestro sufrimiento, y la del mundo entero, y del porqué del diablo, y de la absoluta necesidad de la Caída del hombre para permitir la revelación de Dios en y por medio de la Cruz. Y entonces nuestros corazones se romperán de amor y de tanta gloria y de la hermosura de Nuestro Dios.
Enviado por el Hno. Mario Caballero