miércoles, 14 de junio de 2023

Funciones de la Palabra

“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma” (Salmo 19:7).

Lectura: Salmo 19:7-14

La Palabra de Dios es vital en la vida del creyente. Sirve para muchas cosas. La que encabeza la lista mencionada en este salmo es que convierte el alma. Cuando oímos la lectura de la Biblia, o la leemos nosotros mismos, el Espíritu de la Palabra trae la convicción de pecado que acompaña la realización de que no hemos cumplido aquello que Dios exige de nosotros sus criaturas. Si no fuera por la Palabra nos creeríamos justos. La correcta respuesta a esta convicción de pecado conduce al arrepentimiento y a la conversión del alma.

Una vez convertidos, permanecemos en la Palabra porque ella nos marca el camino de la vida cristiana: “El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio el sencillo” (19:7). El estudio y la meditación en la Palabra de Dios nos proporcionan sabiduría, si somos humildes y recibimos sus joyas con apertura de corazón. “Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos” (19:8). Los mandamientos de Dios forman gran parte de su Palabra. En lugar de ser una carga, nos alegra el corazón, porque vemos que la Ley de Dios es brillante y perfecta. Dios nos instruye en el camino de justicia por las Escrituras. Es la única manera de vivir.

La lectura de la Palabra de Dios conduce al temor de Dios: “El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre; los juicios de Jehová son verdad, todos justos” (19:9). Leemos de los juicios de Dios sobre las naciones inmundas, y sobre su pueblo por su incumplimiento de la Ley y abandono de Dios, y tememos. El temor de Dios es muy sano. Nos evita muchos males: “Tu siervo es además amonestado con ellos; en guardarlos hay grande galardón” (19:11). Obedecer la Palabra nos beneficia, pero  desobedecerla es desastroso. Finalmente nos conduce a la ruina eterna.

La Palabra nos muestra nuestros fallos que no veremos de otra manera: “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos” (19:12). Uno de ellos es la soberbia. Es el principal de los pecados y el más destructivo. Nos hace sublevarnos o pensar que podemos prescindir de Dios. Por esto pidamos al Señor que nos muestre nuestro orgullo, y que no caigamos en él: “Preserva también a tus siervos de las soberbias; que no se enseñoreen de mí: entonces seré libre de gran rebelión”  (19:13). Con humildad dependamos de lo que Dios nos dice en su Palabra como norma para nuestra vida, tema de nuestra conversación y guía para nuestra manera de pensar: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti” (19:14).

Tenemos dos opciones: Vivir de la Palabra de Dios o de la información que recibimos de los medios de comunicación. Nos quedamos con la Palabra. Que nos empapemos de ella siempre que podamos, ¡hasta que llegue a ser un libro prohibido en una sociedad cada vez más atea!  Es la única luz que hay en la creciente oscuridad. Como creyentes, que valoremos la Palabra y que programemos nuestra mente con sus valores como necesidad apremiante en medio de todo lo que estamos viviendo en esta complicada sociedad actual. Que Dios nos bendiga en su eterna luz. 


Enviado por el Hno. Mario Caballero