jueves, 1 de junio de 2023

Cuando Dios nos revela sus caminos

 “Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven, por tanto, me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:4-6).

Lectura: Is. 57:15; Rom. 11:33-36.

            “El justo por su fe vivirá”, y cuanto más justo, menos entenderá el camino por el cual el Señor lo está llevando. El Señor lleva a los suyos por caminos que están más allá de su capacidad de comprender. En el caso de Job, su angustia consistía en no comprender por qué todo esto le había pasado si Dios no lo estaba castigando por su pecado, y no lo estaba haciendo, porque sabía que estaba viviendo una vida recta con la correcta motivación, que temía a Dios de verdad, que se apartaba del mal y amaba al prójimo. Su deleite siempre se había hallado en la presencia de Dios con él y en la bendición de Altísimo sobre su casa y todo lo que tenía. ¿Qué había pasado? ¿Por qué fue interrumpida la bendición de Dios sobre su vida? Él no sabía lo que Satanás había propuesto para destruirlo, ni por qué Dios no lo defendía. No lo entendía, y esto lo atormentaba. Su experiencia no encajaba con su entendimiento de Dios. Sus amigos solo añadían a su sufrimiento, supliendo explicaciones equivocadas y dolorosas.

 

            No entendía nada hasta que Dios le reveló que hay un enemigo personal que trae angustiosa confusión a nuestras mentes, un ser espiritual que nos acusa sin misericordia. Cuando tuvo una revelación de la soberanía y grandeza de Dios, de la perfección de sus caminos por los cuales nos lleva como Guía de ciegos, de su dominio sobre todas las cosas, de su capacidad de controlar y humillar al adversario, de sus razones al permitir todo lo que permite, y de su amor personalizado para con sus siervos, Job se arrepintió en perfecto y santo quebrantamiento a sus pies. ¿De qué se arrepintió? ¿Del pecado? No; de su condición finita, de su incapacidad de entender lo sublime de los caminos de Dios, de su ignorancia, de no saber nada, de su confusión, de ser una criatura de tamaño microscópico delante de un Dios infinito, de ser polvo.

 

            ¿Y qué pasa con tu vida? ¿La comprendes? ¿Te desilusiona? Las piezas del puzle no encajan. No cuadran. ¿Por qué esto? ¿Y por qué lo otro? No lo sabemos y no lo entendemos. Pero cuando estemos con el Señor y Él nos revele todas las cosas, y cómo todo lo que nos pasó fue necesario para el cumplimiento de su gran plan, vamos a maravillarnos delante de su magnificencia con lágrimas y quebrantamiento, en arrepentimiento de nuestra condición finita y de la grandeza de la perfección de su soberanía manifestada en su plan perfecto para cada persona y para el conjunto de la humanidad, y cómo esto encaja con su plan para el cielo y el universo, y nos vamos a maravillar, abrumados de asombro. Fortalecidos por la mano de nuestro Dios para soportar tanta gloria, tanta inteligencia y tanta perfección en todo detalle del maravilloso plan de Dios, y del porqué de lo nuestro y de todo sufrimiento, del porqué del diablo, y de la absoluta necesidad de la Caída del hombre para permitir la revelación de Dios en la Cruz y por medio de la Cruz, nuestros corazones se quebrantarán delante de tanto amor y tanta gloria en la hermosura de nuestro Dios, y lo adoraremos como nunca antes, con pleno conocimiento de causa.  


Enviado por el Hno. Mario Caballero