“Todo el día he extendido mis manos hacia un pueblo rebelde” (Is. 65:2).
En respuesta a la encarecida pregunta de Isaías, “Oh Jehová, ¿Quedarás insensible ante todo esto?; ¿Te callarás acaso, y nos afligirás sin medida?” (Is. 64:12), Dios contesta: “Todo el día he extendido mis manos hacia un pueblo rebelde”, y no respondieron, así que me volví hacia los gentiles, ¡y ellos, sí, respondieron!“Me dejé buscar por los que no preguntaban por Mí; me dejé hallar por los que no me buscaban” (v. 1). Los judíos son obstinados, injustos y idolátricos; “en mi misma cara me provocan a ira continuamente” (v. 3). “Todo el día” he estado intentando conseguir que vengan a mí, He extendido mis manos hacía ellos como uno que extiende sus manos a un niño pequeño para que venga a su abrazo, pero no vinieron. En lugar de venir, cometieron pecados abominables (vs. 4-7). No obstante, salvaré a un remanente de entre ellos (vs. 8-10). Esta es la respuesta del Señor.
La expresión “todo el día” nos recuerda que hoy es día de salvación. Después viene la noche cuando es demasiado tarde. “Antes bien, exhortaos los unos a los otros cada día, en tanto se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado” (Heb. 3: 13).
En respuesta a la suplica de Isaías, Dios dice que no: no va a considerar que todo Israel sea su pueblo, sino solamente los que le buscan, “mi pueblo que me buscó” (v. 10). Redefina lo que es su pueblo. Son “mis escogidos”, “mis siervos” (v. 9). Pero para los que se apartan de Él para adorar “Fortuna y Destino” (v. 11), los tiene destinados la espada y el degüello, porque “llamé y no respondisteis; hablé y no escuchasteis… Escogisteis lo que no me complacía” (v. 12). Israel hizo su elección, y las consecuencias son terribles, ahora y eternamente.
Dios hace el contraste dramático entre la suerte de los que le buscan y los que no lo hacen: “Mis siervos comerán, vosotros pasaréis hambre; he aquí mis servos estarán alegres, pero vosotros avergonzados; he aquí, mis siervos cantarán por el júbilo del corazón, y os lamentaréis con el espíritu destrozado” (v. 14). Hay una diferencia abismal entre el estado final de los salvos y los perdidos. Dios dice que salvará un remanente de entre los judíos y gentiles. El profeta ha orado implorando a Dios a que considere que Él es su Padre y que ellos son su pueblo, y Dios contesta que no, porque su pueblo no acudió a Él cuando les extendió sus manos, sino que eligieron a los ídolos. Isaías ha argumentado que Abraham es su padre (63:16), y Dios ha contestado que su siervos, sus elegidos, son el remanente de Israel que vinieron a Él, juntamente con los gentiles que respondieron al Evangelio cuando extendió sus manos.
En la Cruz, Jesús extendió sus manos todo el día, tanto a judíos como a gentiles. Estaban clavadas, abiertas en esta postura. Sus brazos estaban abiertos de par en par a todo el mundo, pero los que respondieron fueron principalmente los gentiles, como el centurión romano y los soldados: “El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechos, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mat. 27:54).
Enviado por Hno. Mario Caballero