martes, 9 de mayo de 2023

La ciudad

 “Él me llevó en visiones a la tierra de Israel, y me puso sobre un monte muy alto sobre el cual había como el armazón de una ciudad, hacia la parte del sur” (Ez. 40:2)

            Dios usó el plano de un templo para hablar a su pueblo de la santidad, y la figura de un río que salió del templo para hablar de los resultados de estar llenos hasta rebosar del Espíritu Santo. Usó un mapa de Israel para comunicar la idea de cómo será la vida en nuestra patria eterna donde mora la justicia. Y ahora vamos a ver cómo usó la semblanza de una ciudad para comunicar otro mensaje.

            La figura de la ciudad que Ezequiel vio en visión no era como un plano callejero de Barcelona, sino algo artificial y esquemático. Como bien dice el comentarista: “Ezequiel es un teólogo simbólico, no un arquitecto urbanista futurista”. Hay tres ideas principales que se desprenden de su visión de la ciudad. En primer lugar, era un lugar para todo el pueblo de Dios: “Y los que sirvan a la ciudad serán de todas las tribus de Israel” (v. 19). Había una parte reservada para huerto para dar de comer a los habitantes de la ciudad, pero los agricultores venían de todos los tribus de Israel. Las doce puertas también nos hablan de inclusión, de todo el pueblo, pues están representados hasta las tribus de José y Leví. El mismo simbolismo sale en la visión de Juan en el libro de Apocalipsis. Hablando de la ciudad dice: “Tiene un muro grande y alto, el cual tiene doce puertas… que son de las doce tribus de los hijo de Israel” (Ap. 21:12). Juan sigue hablando de sus cimientos: “Y el muro de la ciudad tiene doce cimientos, y en ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero” (Ap. 21:14). De esta manera el apóstol une el Antiguo Testamento con el Nuevo, pues la ciudad pertenece a todos los creyentes de todas las dispensaciones. Los creyentes en el Señor Jesucristo somos herederos de las mismas promesas dadas a Israel (Ef. 2:12-22).

            Como en el caso del templo de Ezequiel, esta visión no espera un cumplimiento literal, sino espiritual. Cuando los exiliados reconstruyeron la ciudad, Jerusalén no tuvo doce puertas. Hay realidades más importantes que las materiales, y éstas son las que el profeta está comunicando. Si la primera es estar todos juntos, todos a uno, la segunda es la idea de una vida productiva. La ciudad es un lugar de trabajo y actividad continuo. La gente está trabajando dentro de la ciudad y cultivando la tierra alrededor de ella. Claro, cuando Israel volvió de la cautividad la vida cotidiana se resumió como siempre. Este cumplimiento fue el primero, pero no el total, pues la perfección no se alcanzó, como vemos en la sociedad en tiempos de Jesús. Volvió a haber la misma corrupción y la misma pobreza que antes del exilio. Todavía estamos esperando el cumplimiento futuro cuando estaremos viviendo una vida “normal” dentro de las puertas de esta ciudad, tal como promete Isaías: “He aquí, yo creo nuevos cielos y nueva tierra, y de lo primero no habrá memoria… mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en la cosas que Yo habré creado. ¡He aquí, transformo a Jerusalem en alegría y a su pueblo en gozo!… Y ya no se oirán en ella voz de lamentos y llantos… Edificarán casas y morarán en ella; plantarán viñas y comerán sus frutos… No trabajarán en vano, ni parirán hijos para súbita ruina, porque son la simiente bendita de Yahvé… Y acontecerá que antes que clamen, Yo responderé; cuando todavía estén hablando, Yo ha habré oído” (Is. 65:17-25).  La vida será todo lo que siempre hemos deseado y mucho más, ¡veremos hasta dónde llega la creatividad de Dios! y sus buenos propósitos para su amado pueblo del cual tenemos la bienaventuranza de formar parte, por las riquezas de su gracia. 


Enviado por el Hno. Mario Caballero