lunes, 8 de mayo de 2023

El río, la tierra y la ciudad

 “Vivirá,…porque esas aguas han entrado allí para que todas las cosas sean sanadas y vivan por donde quiera que llegue el río” (Ez. 47:9).


            En la visión que tuvo Ezequiel su guía celestial le conduce hasta la entrada del Templo donde ve un chorrito de agua que sale de debajo del umbral de la puerta. Sigue su curso y ve que es cada vez más hondo. Por ambos lados hay árboles frutales que dan su fruto cada mes y sus hojas tienen propiedades sanadoras. Cuando el río llega al Mar Muerto lo convierta en agua dulce y sirve para criadero de peces. Toda la zona por donde pasa el río es transformada en tierra viva y fértil. Es el mismo fenómeno que vimos en el valle de los huesos secos: ¡el Espíritu de Dios da vida!

            Evidentemente el significado de esta visión no es literal. No va a haber una alteración de la tipografía de Israel, ni un río saliendo de un templo en Jerusalén. El profeta está comunicando algo mucho más profundo. Notemos que está visión es narrada justo antes del reparto de la tierra. La misma tierra había llegado a estar contaminado con el pecado del pueblo. Se había convertido en un lugar de maldición y muerte. Necesitaba ser sanada y limpiada antes de que pueden regresar los exiliados. Bajo la bendición de Dios, se convertiría en un lugar de bendición y salud, de abundantes cosechas y productividad. Dios está restaurando todo para que su pueblo vuelva. A causa del pecado del hombre toda la tierra fue sujeta a maldición (Gen. 3:17). La redención promete lo inverso: “La creación misma será liberada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Ver Rom. 8:18-23). Cuando Dios restaure todas las cosas la tierra será bendecida y producirá en abundancia.  

            Notemos que este río nace de Dios mismo. Él es la fuente de toda vida, prosperidad y bien estar. Dios convirtió el campo de huesos secos en seres vivos. Dios ha regresado a su Templo, pero no está allí encerrado; su vida fluye del templo como un río transformando y vivificando todo por donde quiera que llegue. Dios ha vuelto para dar vida en abundancia y esta bendición de extiende más allí de los confines del Templo hasta alcanzar al mundo entierro.

Todo esto nos hace pensar de la nueva creación, cielos nuevos y tierra nueva. Los salmistas referían a ello: “Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios., el Santuario, la morada de Dios” (Salmo 46:4). “En aquel día sucederá que los montes destilarán vino dulce, los collados manarán leche, las cañadas de Judá desbordarán de agua, y de la Casa de Dios brotará un manantial que regará el valle de Sitim” (Joel 3: 18). “En aquel día acontecerá también que de Jerusalem saldrán aguas vivas…” (Zac. 14:8). “¡Y me mostro un río de agua de vida, resplandeciente como el cristal, que fluye del trono de Dios y del Cordero! En medio de su calle, a uno y otro lado del río, estaba el árbol de vida, que produce doce frutos, dando su fruto según cada mes, y la hojas del árbol son para sanidad de las naciones. Y ya no habrá más maldición” (Ap. 22:1-3). Esta visión forma parte de la nueva creación. No hay templo o altar (Ap. 21:22), así que el río sale del Trono de Dios. Ya no habrá más maldición sino sanidad para las naciones a través del Dios de Israel. Para los exiliados esto significaba una feliz vuelta a una tierra prospera bajo la bendición de Dios. Para los cristianos significa que la plenitud de Espíritu Santo en nosotros llega a bendecir a los demás (Juan 7:38). Y para todos los creyentes significa que habrá una nueva creación de plenitud de vida para los redimidos de todas las naciones de la tierra cuando vuelva el Mesías de Israel. 


Enviado por el Hno. Mario Caballero