martes, 25 de abril de 2023

Lágrimas de alegría

 «Señor de los ejércitos, ¡cuán grato es habitar en tu templo! ¡Mi alma anhela ardientemente estar, Señor, en tus atrios! ¡A ti, Dios de la vida, elevan su canto mi corazón y todo mi ser! Hasta los gorriones y las golondrinas hallan dónde anidar a sus polluelos: ¡cerca de tus altares, Señor de los ejércitos, rey mío y Dios mío! ¡Cuán felices son los que habitan en tu templo! ¡Todo el tiempo te cantan alabanzas!» Salmo 84:1-4


Cuando cruzamos el desierto árido y amargo del valle de lágrimas, ¿qué podríamos hacer para verlo transformarse en fuente de agua? ¿Cómo podríamos hacer para que, en lugar de cansancio o desánimo, podamos sentir nuestras fuerzas renovadas a cada paso? Con frecuencia confundimos «alegría» con «felicidad». La felicidad es algo que depende de las circunstancias que vivimos, es algo que va y viene. Los sentimientos de euforia pueden desaparecer de golpe por un sinnúmero de razones. Nadie es «feliz» cuando está enfermo, cuando se queda sin trabajo, cuando tiene problemas familiares, o cuando está de luto.


Pero con la alegría es diferente. La alegría tiene raíces más profundas, porque no depende de las circunstancias sino de nuestra relación con Dios. La alegría está basada en la gracia que recibimos a través de la presencia de Dios en nuestras vidas. El apóstol Pablo nos recuerda en su carta a los Romanos 14.17: «Porque el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo.» Y en Romanos 15.13: «Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo.»


Por CPTLN