Jesús salió cargando su propia cruz hacia el lugar de la Calavera (que en arameo se llama Gólgota). Juan 19:17
El camino al Calvario está casi llegando a su fin. El palacio de Pilato no queda lejos del lugar de la Calavera. Pero cuando uno ha sido golpeado, maltratado, y abandonado por sus amigos, se hace largo–muy largo.
Jesús va a necesitar ayuda con la cruz. De acuerdo a Lucas 23:26, Simón de Cirene tiene la distinción de ayudarle a cargar la cruz hasta el lugar de la crucifixión.
Pero al ir yendo, Jesús reconoce que el camino no es menos difícil para otros. Muchos de sus seguidores habían esperado más. Algunos «se golpeaban el pecho, lamentándose por él» (Lucas 23:27), pues sólo veían a quien amaban siendo abusado y golpeado sin misericordia. Veían sus esperanzas arrasadas, y creían que ese era el final de todo.
Pero Jesús sabía que ese no era el final. Tanto Moisés como Elías se lo habían asegurado en el Monte de la Transfiguración. Él sabía que estaba siéndole fiel al Padre. Sabía que a los habitantes de Jerusalén les esperaban días difíciles. Si a él, que era inocente, lo trataban así, qué difícil iba a ser cuando los romanos destruyeran Jerusalén, incluyendo el templo.
El camino al Calvario por las calles de Jerusalén fue difícil para Jesús. Las mofas, las burlas, la cruz–todo se le hizo pesado. Pero el peso más grande fue la culpa de nuestros pecados. Y sólo él los pudo cargar.
Por CPTLN