«Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados (la gracia de Dios los ha salvado), y también junto con él nos resucitó, y asimismo nos sentó al lado de Cristo Jesús en los lugares celestiales, para mostrar en los tiempos venideros las abundantes riquezas de su gracia y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.» Efesios 2:4-7
El joven rico le preguntó a Jesús: «‘Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?’… Jesús lo miró y, con mucho amor, le dijo: ‘Una cosa te falta: anda y vende todo lo que tienes, y dáselo a los pobres. Así tendrás un tesoro en el cielo. Después de eso, ven y sígueme.’ Cuando aquel hombre oyó eso, se afligió y se fue triste, porque tenía muchas posesiones» (Marcos 10:17b,21-22). Al leer los Evangelios nos encontramos con historias muy tristes como la de este joven rico. Por supuesto que ninguna de ellas se compara con la de la crucifixión del Hijo inocente de Dios. Es cierto que las posesiones materiales tienen valor mientras estamos en este mundo, ya que necesitamos dinero para vivir.
Sin embargo, para entrar en el reino de Dios, es distinto: «Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios» (Efesios 2:8). Esa fue la gracia que el Señor Jesús le ofreció al joven rico, y que él rechazó. ¿Cuánto debes pagar para el perdón de tus pecados? Nada. ¿Y para entrar al cielo? La salvación nos es dada gratuitamente, gracias a lo que Jesús hizo por nosotros. Cree y vivirás eternamente.
Por CPTLN