«Yo soy el Dios Altísimo… Invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrarás. Pero al malvado Dios le dice: ‘¿Qué tienes tú que ver con mis leyes? ¿Por qué te atreves a hablar de mi pacto?… Ustedes, los que se olvidan de mí, entiendan bien esto; no vaya a ser que los despedace y no haya quien los libre de mí. El que me ofrece alabanzas, me honra; al que enmiende su camino, yo lo salvaré.'» Salmo 50:14a-16; 22-23
Cuando estamos afligidos la belleza parece perder brillo, la vida se pone más pesada, el futuro no parece alentador. Atormentados, somos tentados a perder y olvidar la esperanza; la alegría se transforma en amargura y terminamos alejándonos de los que nos aman. Hasta de Dios.
Pero nuestro Padre celestial, el Padre del salvador Jesucristo, nos dice: «Invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrarás» (Salmo 50:15). Clama a Dios y él te librará. El apóstol Pablo dijo: «No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias, y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.»
Por CPTLN